martes, 29 de octubre de 2013

LOS INVISIBLES



Mi blog no es muy visitado, de hecho, seguro que dentro de los rankings de blogs estará entre los últimos, posiblemente sólo superado, en la zona baja, por el de “felipetrompeta” y algún frikie más (Felipe, perdona por lo de frikie).
Nunca me planteé el tema de los lectores, vamos, que nunca pensé que alguien, aparte de unos cuantos amigos, leyese lo que escribo. Más aún incluso, jamás pensé en escribir nada y menos que iba a estar tanto tiempo redactando historias semanales (lo máximo que había escrito en mi vida era algún guión teatral y algún examen, eso último por obligación).
Como en casi todo lo que he liderado o coliderado en mi vida, esta es una cosa más de esas que hago para divertirme. Vamos, que no creé el blog para lograr una legión de seguidores y por supuesto no hay legionarios, eso lo sé porque el blog tiene una aplicación con estadísticas diarias y digamos que no se mueve mucho; pero sois muchos más de los que jamás me imaginé y aunque os quiero (supongo), no sois lo importante, aunque ahora sois algo más de lo fuisteis al principio, ya que en un principio ni siquiera había reparado en que estabais (aparte de algún amiguete y amigueta). Ahora estáis, pero siento deciros que, aunque he tomado conciencia de que estáis, no sois mi motivo para seguir escribiendo, ya que éste sigue siendo, como ya he comentado, la diversión, pasarlo bien, lo que siento mientras lo hago, el gozo particular y solitario que me da el poder descubrir una sonrisa oculta que aparece en el escrito de forma inesperada, de forma mágica, al igual que surge lo romántico o lo sexual o lo disparatado, situaciones que, momentos antes de estar plasmadas delante de mis narices en el ordenador, nunca habían existido. ¿De dónde salen?
Vosotros, en todo caso, sois mí conciencia en esta causa, sois la parte que me obliga a hacerlo, ya que dije que cada martes colgaría una historia en este blog, sois los seres invisibles que me obligan, por respeto a la palabra dada, por mi parte, en su día. Me obligáis a esta rutina semanal, necesaria ya para mí. Resumiendo, sois la rutina, esa cosa tan necesaria (ahora lo sé) que empuja la imaginación. Creo que me he liado un poco, espero que hayáis entendido lo que he intentado decir.
Nunca supuse que hubiese gente que me acompañara, aparte de los amigos. Claro que, aunque sólo seáis la parte rutinaria de esta apuesta, me alegra ver que estáis, vamos que os he cogido cariño. Creo.
Sois los invisibles, seres no palpables que en contadas ocasiones (alguno) habéis aparecido dejando un comentario con el nombre (habitualmente) de “Anónimo”, apelativo que ayuda poco a rastrear vuestro lazo, si es que existe, hacia mí, saber si este ente incorpóreo que sois los rutinarios es conocido de la vida real, de mi andar diario, de mis calles, de mis escenarios y de mis bares. Pero estos cortos mensajes que redactáis a pie de historia en el blog o en Facebook o Twiter son desveladores, por lo menos en el momento de mi lectura, de vuestro sentir al leer lo mío y eso me lleva a miniconoceros; vuestras anónimas ilustraciones, en ocasiones, destapan mi interés y os imagino y os visualizo y os invento y os materializo, en ocasiones, en actores de mis historietas. ¿Me lío?
Empecé a escribir azuzado por Jesús Laboreo, a raíz de enviarle un curso de cómo escuchar jazz (según mi criterio). Este curso, que hago cada año de forma gratuita para gente que quiere aficionarse a esa música, consta de 25 capítulos que envío cada semana por correo electrónico (si alguien quiere apuntarse al de 2014 puede hacerlo, empieza en enero). Jesús, al leer los comentarios de estos episodios jazzísticos, un día, tomándonos una Guines en el Rag (El Rag sale en la historia “Mejor escuchar que hablar de Jazz” del 5 de junio de 2012), me comentó que estaría bien que escribiese (yo) historias. Además, Jesús ha hecho de corregidor de algún relato y defensor (ante mí, para mí) de mi disparatado estilo de coma va, coma viene (un día me presentó el punto y coma) y de escanciador.
El martes 3 de abril de 2012 subí mi primera historieta en este blog (“Adelante”) y desde entonces he colgado, con esta de hoy, ochenta y seis entradas. Me estoy alejando una vez más del auténtico motivo que me ha llevado a escribir “Los Invisibles”. Me lío, esto también forma parte del estilo. Creo.
Quiero hablar de vosotros o ustedes, de los rutinarios que aparecéis en la estadística bloguera como entes de otro lugar, de verdad que haber sabido de vosotros me ha llamado la atención y, como no podía ser de otra manera, ha estimulado mi curiosidad, dejándome algún interrogante abierto.
¿Los invisibles? ¿De dónde habéis salido? ¿Cómo habéis venido a parar a este blog? Gente de fuera de mi círculo de amistades, incluso de fuera de Zaragoza. Sé que en Manresa (Barcelona) hay un par de personas que me siguen (hola), estuve viviendo durante algún tiempo allí, por lo que estos (visibles conocidos) entraban dentro del grupo de amigos posibles seguidores, de hecho, varias de las historias han trascurrido allí ( 30-5-2012 “Me cansé de tocar el mismo blues, pero no puedo huir de él” o 6-8-2013 “Viaje al pasado” son algún ejemplo). Me lío.
Cuestión, que de los 200 puntuales seguidores de esta semana, 104 son de España, eso ya me parece flipante, pero aún más flipante es lo de los 96 restantes; de qué manera os habéis podido interesar por esto gente de Alemania, de Francia, desde Francia sé que mi primo Eduard Balasch me sigue, me lo comentó su hermana que se hizo visible (mi prima) después de leer la historia “Extranjero” que colgué el 21-08-2012, de Colombia, de Rusia, de Polonia, de Argentina, de México y sobre todo de Estados Unidos desde donde han seguido, por poner un ejemplo, “El Reencuentro” 68 personas.
Curioso.
Al ser consciente de vuestra existencia, os imaginé sentados ante el ordenador o el móvil, abriendo el blog para ver qué se me ha ocurrido esta semana. ¿Qué tipo de personas sois? Algunos sé quiénes sois (unos quince), pero los demás sois invisibles. ¿Pobres? ¿ric@s? ¿vací@s? ¿llen@s? ¿alt@s? ¿buen@s? ¿solitarias? ¿tristes? ¿solitarios? ¿solidarios? ¿alegres? ¿enferm@s? ¿deportistas? ¿os gusta el ajedrez?
La verdad es que en ocasiones me gustaría saber de vosotros y en otros momentos, en los más, pienso que es mejor así.
Seguiré imaginando cosas sobre los hombres y mujeres invisibles que los martes abrís este blog.
Os doy las gracias por seguirme, estoy muy agradecido a tod@s.
¿Quiénes sois? ¿Importa?
Ciao.
Un abrazo.
Me lié en una tremenda tela de araña, me lió, no sé cómo ni por qué, me lié y no sé qué hacer...(creo que esto último corresponde, probablemente con algún cambio, a letra de una canción de la Orquesta Platería, creo).



miércoles, 23 de octubre de 2013

REENCUENTRO (La Carta 3ª parte)

Siento no haber colgado la historia ayer martes 22, pero estuve sin internet.

Amazing Grace, versión de Charles Lloyd.


Voy a tomarme un café a Manresa, me siento en una terraza al lado del Sibelius, me quedo mirando el piano blanco que adorna el escaparate, está riquísimo (el café), hurgo en el bolso para buscar un pañuelo, toco un paquetito, ayer fue mi cumpleaños, éste es el regalo del marido de mi hermana, me olvidé de él, desenvuelvo el pequeño paquete cuadrado, es una cajita blanca, la abro y dentro veo una postal.
Me aburro. Hoy ya he acabado mi tarea, pero la obligación horaria me obliga a estar aquí y aún faltan cuarenta minutos para salir; voy a curiosear las cartas devueltas, me relaja. Hay cientos de cartas que nunca llegaron a su destino, en ocasiones tengo la tentación de abrir alguna y leer lo que pone en ellas, palabras que se perdieron en el tiempo estacionadas en este cajón, pero abrirlas está prohibido por ley. Cartas que deben esconder todo tipo de historias: mensajes de amor, noticias de todo tipo, invitaciones de boda o notificaciones de divorcios, reproches y halagos, secretos familiares, encerrados eternamente en sobres cerrados. Cientos de nombres y apellidos pasan delante de mí, personas que muchas de ellas seguramente ni siquiera estén entre nosotros, cartas acumuladas durante decenios. Me llama la atención una vieja postal ya amarillenta, con la dirección escrita con boli rojo. Joder, Montse Durán. Coño, se llama igual que mi cuñada. Sé que es delito leer la correspondencia ajena. La verdad es que no tengo que incumplir la parte visible del delito, no tiene sobre, nunca nadie sabrá que la he leído, además, como no es una carta y no hay que abrirla... No aguanto más, la ojeo; tiene fecha 25 de abril de 1974, el texto en boli azul y la dirección en boli rojo, no cabe duda de a quién va dirigida, es la dirección de casa de mis suegros. Miro a mi alrededor, nadie me observa, los compañeros están concentrados en su tarea de clasificación postal, cojo la postal y la meto en mi mochila, no creo que nadie la eche de menos. Creo que va a ser el regalo de cumpleaños perfecto, seguro que le hace ilusión. ¿Quién será Elena?
Estoy desayunando en la terraza de L'Aroma, observo a la señora que tengo a mi lado, me gusta su estilo disparatado, la ropa parece de los setenta: botas altas, falda corta y el bolso parece hecho a mano, las gafas que lleva le dan un aire intelectual que le favorece; está quitándole el papel de envolver a un paquete, parece un regalo, siento curiosidad, en ocasiones tengo este punto cotilla.
Es una postal con un aspecto... imita perfectamente a una postal de los setenta con motivo infantil, que raro que a mi cuñado se le ocurra regalarme algo tan retro, no le pega nada. Saco la postal de la caja y le doy la vuelta.
Es una postal, me suena el dibujo, boli azul, boli rojo. No puede ser. Pulsaciones a mil por hora. Es Montse. Conserva mi postal. Lleva años observando mi postal.
No entiendo nada, una postal de 1974. Elena. Hay una nota de mi cuñado – Esta postal nunca llegó a su destino, no llevaba sello y eso impidió que fuese repartida, ha estado en un cajón de correos durante 39 años. Debió ser escrita por una niña compañera tuya de clase. Pensé que te haría ilusión recibirla. Feliz cumpleaños. Ger.
Me acerco a ella - eres Montse, ¿verdad?
Una mujer se acerca a mí, me pregunta si soy Montse. ¿Es Elena?
- ¡Elena! ¡Qué alegría!
Nos sentamos juntas, como tantas otras veces habíamos hecho en clase. Me pido otro té. Hablamos de lo de la carta, nos parece algo muy bonito.
  • ¿Qué casualidad, no?
  • El destino.
  • Estoy muy contenta.
  • Yo también.
Hablamos de nuestras vidas. Veo que Montse suelta un imperdible que lleva de modo decorativo en su bolso, me coge la mano y me pincha en el dedo índice, una gota de sangre aparece en mi dedo. ¡Está loca! No sé qué decir. Un simple vistazo a la postal me hace recordar el texto, entiendo el pinchazo, es la respuesta afirmativa a la propuesta de trasvase sanguíneo. Es el sí quiero ser amigas para siempre.
- Has tardado 39 años en contestarme.
Estoy nerviosa, se pincha su dedo y hacemos el pacto. No sé porque, pero tengo ganas de besarle. Me lanzo, la beso en la boca, miles de mariposas revolotean por mi cuerpo, nunca antes había sentido nada igual.
Decido hacer el pacto de sangre, lo deseo, cojo el imperdible que llevo ensartado en mi bolso, le pincho en el dedo, se queda sorprendida, sin palabras, ni siquiera se queja, pincho el mío y mezclamos nuestros fluidos, el pacto está hecho. Elena me besa, miles de mariposas recorren mi cuerpo, nunca jamás sentí nada igual. Creo que estoy viviendo un flechazo.
- Montse, sé que te parecerá una locura pero te amo, creo que siempre te he amado.
- Esto es muy extraño.
La vuelvo a besar, ahora son millones de aleteos.
Elena me vuelve a besar, no podemos parar, paso mi mano detrás de su cabeza, no quiero que esto se acabe, locura de Amor, sólo ella y yo existimos en este instante, millones de mariposas me alzan con suavidad y me mantienen suspendida a dos palmos del suelo.
Ardo en deseos de empezar a vivir.






martes, 15 de octubre de 2013

PARÍS (La Carta 2ª parte)


Llevamos tres días en París. La práctica del francés no ha sido mucha, estamos todo el día juntas y, aparte de pedir la comida, poco más. Nos prometemos que a partir de ahora hablaremos en francés entre nosotras.
Está lloviendo, arrecia, nos resguardamos en la entrada de un teatro, va a empezar una actuación de Sacha Distel, nos hace gracia, es el de La Manguera, cogemos cuatro entradas y nos metemos, es un teatro precioso. Sale Sacha con una guitarra, ni manguera ni nada, ni una triste canción cantada, ¿jazz? A la tercera canción nos vamos. Menudo coñazo. Salimos a la calle, al menos ha dejado de llover, paseamos por la zona, se ha quedado una tarde maravillosa. Después de dos horas dando vueltas, mirando tiendas, entramos a cenar en un italiano, pedimos pizzas para todas, el camarero nos trae una botella de vino blanco (que no habíamos pedido), invitación de un chico de una mesa del fondo, nos dice el camarero mientras nos señala con un leve golpe de cabeza la mesa de donde viene la invitación; miramos hacia allí, entonces uno de los ocupantes se acerca a nosotras y, con un italiano bastante rudimentario, nos comenta que le encanta el acento de las italianas cuando hablamos francés, que por eso nos ha invitado; nos miramos algo desconcertadas, aguantamos las risas por cortesía y le seguimos el rollo, dice que es pianista de jazz, que ha tocado en Roma varias veces y que le encanta Italia (es guapo). Nos regala cuatro entradas para que vayamos a verle mañana por la noche en el teatro La Cigale, donde está acompañando a Sacha Distel, nos miramos entre nosotras y nos echamos a reír, nos mira sorprendido y nos dice, hablando en francés, - mañana os espero, es a las seis de la tarde. Se va. Tiene un caminar gracioso, Silvia hace alusión a su contoneo - bonito culito.
Tres butacas en la fila doce y una en la tercera, me tocó a mí ponerme sola, en está ocasión nos tuvimos que comer todo el concierto, en realidad no estuvo tan mal, el pianista no paró de mirarme durante toda la actuación, hasta me guiñó el ojo un par de veces. Creo que empieza a gustarme el jazz.
Después de la actuación decidimos repetir en la pizzería, al poco rato entraron los tres de ayer, que no eran otros que los músicos de Sacha, ni cortos ni perezosos se sentaron con nosotras, nos invitaron a cenar, después nos llevaron por la zona y nos tomamos alguna cerveza más, no estaba acostumbrada a beber tanto.
Abrí los ojos, en el techo había un gran espejo, me vi reflejada en él y, a mi lado, él. He pasado la noche con el pianista. Me incorporo sobresaltada. Despierto a Alain, se incorpora y me da los buenos días. Estoy avergonzada.
Os invité a tomar la última en mi apartamento, te pusiste muy mala y tus amigas te acostaron, después se fueron, tú dormías como un tronco, las convencí para que te dejasen seguir durmiendo, tuve que meterme contigo en la cama, hoy tengo que volver a La Cigale, tenía que descansar, no hay otra cama, ni sofá, tenía que dormir algo. Estabas preciosa, eras como un ángel. No te preocupes, no abusé de ti, jajaja..
Nunca nadie antes me había dicho nada tan bonito, nunca antes había compartido cama con ningún hombre.
Si quieres puedes ducharte mientras bajo a por unos croissans para desayunar. Su francés es precioso. Necesito esta ducha.
Volvió (Alain) y colocó dos tazas de té de dosis diminuta, preciosas, la tetera y la azucarera de colores vivos contrastaban con las góticas tazas; sonaba una música de fondo a muy bajo nivel, casi inaudible; mantequilla, confitura de cereza, los croissans y una rosa rosa en un precioso jarrón de vidrio transparente, lleno de aristas al estilo Picasso. El sol entraba por el ventanal, por el cual se podía ver uno de los puentes que cruza el Sena, un bateau-mouche con niños, está lloviendo, aquí dentro se está muy confortable. Me siento mujer. Soy feliz. Alain me sirve el té (a mí me gusta más el café, pero es todo tan bonito), se queda delante de mí, me mira fijamente – eres un ángel -. Se inclina un poco y me besa, sólo un sutil roce con sus sonrosados y carnosos labios; no era la primera vez que me besaban, pero nunca antes había sentido nada igual. Ideal.
Suena el timbre, despierto de mis ensoñaciones – deben ser tus amigas. Me levanto, vuelve a sonar el timbre, abre la puerta, mientras suben nos volvemos a besar, cien mariposas revolotean en mi interior.
Vi el espectáculo de Distel siete veces más. Al quinto día pasé la noche con él, esta vez totalmente consciente. Fue muy tierno, fue una cosa delicada, no sé si fue como me lo había imaginado, pero Alain fue muy respetuoso y consciente de que era mi primera vez. Fue más bonito que placentero.
Los dos primeros años de matrimonio fueron estupendos, lo único que llevaba mal eran las giras, sus ausencias; no me gustaba estar sola. Pero en éstas aprendí a manejarme por París. Encontré un trabajo de traductora en una empresa de cosmética.
En el verano del 90, empecé a desear que Alain se fuese de gira, empecé a disfrutar de mi soledad y me gustaba más estar sola o con mis amigas que con Alain. No sé si fue por mí o por él, o si fuimos los dos a la vez, pero nos empezamos a distanciar, él lo llevaba peor que yo.
En el 92 él se echó una amante, o varias, no me importaba. Nuestras relaciones sexuales eran cada vez más espaciadas, casi inexistentes. Yo no necesitaba de nadie para satisfacerme, me prefería a mí y mis jueguecitos de la tienda de mi amiga Ninette que a él.
Los años fueron pasando, lo nuestro ya no tenía sentido; además, alguna noche, cuando tocaba en París, volvía borracho a casa y se ponía pesado y en ocasiones algo violento, brusco, esta situación no me gustaba nada. Decidí irme a vivir sola, era enero de 2000. Mi sueldo de secretaria traductora, no me daba para seguir viviendo en el centro. Me fui a vivir a Drancy, en un apartamento precioso.

La empresa me ofreció irme a Andorra, me encantaba París pero el sueldo en Andorra era algo difícil de rechazar. Hice las maletas, fue en marzo de 2005, lo que iba a ser un año fueron seis. Volví a París en 2011, recortes de bienvenida, despidos, a mí me tocó a finales de 2012. Aguanté unos meses en París. Decidí regresar. Me he instalado, momentáneamente, en casa de mis padres, supongo que mi destino final será Barcelona, es una ciudad que me gusta. Sant Joan me aburre, Manresa me aburre.

miércoles, 9 de octubre de 2013

LA CARTA (1ª parte)



QueridaMontse.                                                                         25 abril 1974
Quiero felicitarte para tu cumpleaños y quiero decirte que te quiero mucho y que eres mi mas amiga y que quiero hacer una cosa contigo para ser amigas para siempre un pacto de sangre con una aguja pincharnos el dedo y mezclar la sangre podemos acerlo en mi casa y seremos amigas para siempre.

un beso de Elena

Ya está, mañana se la llevo al cole.
Miles de mariposas recorrían su estómago. Agitada, guardó la postal de felicitación y la propuesta de hermandad eterna entre las páginas del libro.
Elena bajó las escaleras de su casa como cada día, con la cartera y los deberes hechos. En el libro de naturales, en la página 10, llevaba la postal que le iba a entregar a Montse. Mientras se acercaba a la puerta que daba entrada al colegio, una duda le embargó: ¿qué pasaría si Montse no siente lo mismo? 
¿Y si Montse no quiere hacer lo de la sangre? Un temor recorrió su cuerpo, sólo de pensarlo se ruborizó, la inseguridad le asaltó. Su mente funcionaba a mil por hora. Temor a la negación. Ya se sabía, en aquel momento, incapaz de entregarle el manifiesto. Decidió deshacerse del manuscrito. Nadie podía verla tirándolo, tendría que buscar una papelera alejada del cole; faltaban escasos minutos para entrar en clase. Salió corriendo lo más rápido que pudo hacia la calle Mayor, nunca había llegado tarde al cole y hoy no iba a ser la primera vez. Mientras se dirigía a la papelera, la visión de aquella urna metálica le hizo cambiar de idea, de esta manera no tendría que enfrentarse a una respuesta inmediata de Montse, sólo esperar a que lo leyera su amiga, que seguramente le contestaría a solas o quizá con una nota; la idea le relajó. Se arrodilló delante del buzón de correos, abrió el libro de naturales por la página 10, sacó el escrito, abrió su estuche, sacó el primer boli que encontró y apuntó en la postal la dirección (que se sabía de memoria, como no podía ser de otra manera) de Montse; volvió a dudar por un instante, pero finalmente introdujo su misiva en la ranura.
Entró en clase. Todo el mundo se giró para ver quién llegaba tarde: Elena, al verse protagonista, enrojeció. Montse le sonrió.
Pasaron varios días, Elena esperaba la respuesta pero nunca obtuvo respuesta alguna, pasaron los años y el colegió se acabó. Cada vez se fueron viendo menos y un buen día Montse dejó de existir, Montse se fue, sólo tenía 20 años, demasiado joven. Con el tiempo, todo se va.
El día 23 de junio 1984 recibí una llamada de Montse, quería quedar para contarme algo importante.
Entramos en el Cavorca, pido dos cervezas. Montse se va a vivir a París con un hombre 17 años mayor que ella, se va para casarse con un tal Alain, que conoció el verano pasado. Por mucho que lo intento no puedo alegrarme de su partida, de su pérdida. Pide dos cervezas. Volvimos a Sant Joan, nos abrazamos, le deseé la mejor de las suertes. Me giré para mirarla mientras se alejaba, me gusta su caminar, tiene una gracia especial. Subí a casa, me metí en mi habitación, decidí no salir a cenar. Aunque últimamente no nos veíamos demasiado, ni hablábamos mucho, siempre la he sentido cerca. Voy a echarle de menos. Rompo a llorar, no entiendo por qué, pero no puedo evitarlo.
Le sonreí desde mi pupitre, estaba roja como un tomate y llevaba las rodillas sucias. Creo que es la primera vez que llega tarde. Está guapísima cuando enrojece. Hoy es mi cumpleaños y todo el mundo me ha felicitado, varias chicas me han entregado postales de felicitación. Estoy muy contenta.

Estoy nerviosa, es mi primer viaje al extranjero, me voy con tres compañeras de la escuela de idiomas para perfeccionar nuestro francés, ya tengo la maleta preparada, no sé si podré dormir. 
París, un sueño.

martes, 1 de octubre de 2013

LA CENA

Audio SORT de Coco Balasch - interpretada con Antonio Salanova.

Hace calor, un día bochornoso. En estos días, no sale el sol, sólo las nubes y el calor sofoca mi cuerpo y mi espíritu, tengo ganas de huir, de fugarme, de alejarme del centro, de alejarme de casa una vez más; pero nunca lo hago.
Bajo a la calle, doy el paseo de todos los sábados, es un paseo de búsqueda. El día es sofocante. Si al menos lloviese. Sigo la búsqueda, todos los sábados el mismo indagar, intentando descubrir dónde dejé anoche el coche. Día espeso, resaca y bochorno, resaca en mi interior y bochorno dentro y fuera, es un día pesado, tengo ganas de huir. El coche. Está delante de La Taberna del Blues. Relax instantáneo, momentáneo.
Ando, busco mi pitillera de Marilyn, no la encuentro, espero que esté en casa, quizá me la dejase en casa de Nuria, pero no me apetece volverla a ver por ahora (a Nuria), demasiados problemas (ella). ¿Nueva búsqueda? Paso, paso de la pitillera, si está en casa, bien, si no está y está en casa de Nuria, pues que se la quede; claro que esto le servirá de excusa para volver a quedar. Uf, agobiante tema el de Nuria y el día, bochorno. Me rodea la realidad. Agobio.
Subo las escaleras de casa. Entro en casa. La pitillera. Suspiro. Abro la pitillera, me enciendo un Camel corto. Me meto en la ducha, me enjabono con Germisdin, no me gusta su olor, pero según Mari Ángeles es un gel estupendo, la tía me obligó a llevármelo hace dos viernes; con la mala hostia que tiene, cualquiera le dice que no, pero mira, ahora pienso que fue buena idea habérmelo traído (me quedé sin gel hace cinco días). Recuerdo sus palabras - llévatelo y piensa en mí cuando lo utilices - y eso es lo que estoy haciendo.
Abro el correo, nada. Voy a poner algo en el Twitter: - estoy solo -. Nadie me dice nada. Abro el Face - estoy solo -. Contesta “Siddhartha” - no te preocupes, la soledad es algo hermoso, búscate a ti mismo y encontrarás la felicidad. No desesperes, humano, ya que es tan importante la búsqueda del yo, como el premio. Disfruta del camino que has de recorrer hasta establecer el contacto –. Le contesto – Gracias, hermano -.
Otro sábado de búsqueda. Joder, no hay forma de encontrarlo. Está lloviendo. Un Whatsapp de Asun - recuerda que el coche lo dejaste en el restaurante, nos movimos con el mío. – Gracias, fue una velada inolvidable. Asun es una tía infalible, atenta a todo. Demasiado atenta a todo. Me agobio, quiero salir, tendría que pillar el coche y pirarme. Otro día, el próximo sábado me voy, hoy el coche está demasiado lejos.
Me despierto, me levanto, no es mi casa, me acerco a la cama, intento ver quién es, ayer nos pasamos, miro alrededor, poca luz, la habitación parece una tienda de regalos, joder, otra vez la Carmen, la última vez me juré que sería la última, demasiado para mí. Quizá me las pire antes de que se levante, claro que cuando me pille me mata. Me siento en su ordenador, abro el correo, nada. Envío un Twit: – estoy asustado –, no hay respuesta. Face: - Estoy asustado –. Me responde “ El Lobo Estepario” - El miedo es algo innato en el ser humano, tienes que aprender a convivir con él, cuando logres convivir con él, a afrontarlo con naturalidad, serás feliz, ten en cuenta que la felicidad no sólo está en el premio, la felicidad también está en la búsqueda. Le contesto – Gracias. Voy a empezar a buscar, que pases un buen sábado, Lobo. Tres horas después encuentro el coche, hace un frío que pela, pongo las campanitas navideñas que me ha regalado Carmen, las coloco en el retrovisor. Tendría que pirarme, viajar.
He quedado con Elena. Una velada agradable, un conversación fluida, buen vino. Solo a casa, me voy con mi mejor sonrisa.
Un Whatsapp de Emi: ¿te acuerdas de mí? fui compañera tuya de clase en el colegio, vamos a celebrar una cena de exalumnos, quizá quieras venir, será en el restaurante Utopía el día 28 de septiembre. ¿Quién coño debe ser? Miro la foto de su perfil, no sé quién es.
Un Whatsapp de Silvia: ¿te acuerdas de mí? fui compañera tuya de clase en el colegio, vamos a celebrar una cena de exalumnos, quizá quieras venir, será en el restaurante Utopía el día 28 de septiembre. Miro la foto de su perfil, no sé quién es.
Un Whatsapp de Cristóbal: ¿te acuerdas de mí? fui compañero tuyo de clase en el colegio, vamos a celebrar una cena de exalumnos, quizá quieras venir, será en el restaurante Utopía el día 28 de septiembre. Miro la foto de su perfil, me suena pero poco. No cabe duda de que son mis compañeros de EGB. ¿Cristóbal? No sé cómo me han podido localizar. Las redes sociales. Me voy a dormir.
Hace calor, se me está haciendo demasiado largo este verano. Bochorno. De nuevo buscando. Está enfrente de El Festín, hace días que no como aquí, igual me paso esta noche a cenar, voy a entrar a reservar. Me atiende la Puri, ni una sola mesa libre para hoy. Joder. Me gusta la cocina de El Festín de Babel.
Decido subir al coche, arranco, me pongo en marcha, sin destino. Busco. Estoy bien, quizá tengan razón Siddhartha y El Lobo. Me siento bien, cuanto más me alejo de la ciudad, mejor estoy. Tengo hambre, me meto en Tarragona, como bien. Me doy un paseo por la playa. Se hace tarde, vuelvo a subir al coche, no regreso, sigo. Busco.
Manresa, una sonrisa se dibuja en mi rostro. Sigo la rivera del río. Recuerdos. Paso por el cementerio, tengo que venir de visita, paso por delante de la casa del chico que se ahorcó, no recuerdo su nombre. La avenida de la Pirelli, recuerdos, hace más de 30 años que no pasaba por aquí. Sigo. A lo lejos, mi antigua casa, más recuerdos, ensoñaciones, me veo con la bici azul con manillar de carreras y tres piñones por la calle Anselmo Clavé. Añoranza de los que se fueron. Sigo por la avenida principal, bares, recuerdos, voy despacio, me veo bajando por la calle Coll Baix con mis patines sin frenos, con mis patines parisinos. La iglesia, diferente; me veo de niño entrando en el salón parroquial donde el Crespo nos espera para enseñarnos las bases para jugar al ajedrez (Capablanca, Alekine, Morphy...). El parque, diferente; me veo escondido, solo en un rincón, estamos en clase de gimnasia. Casas nuevas. Se hace de noche, saco la guitarra para tocar una canción de Silvio, hay gente conmigo pero no sé quiénes son. El Soler, hay gente fumando y jugando al póquer. Sigo. La casa de la Rosa. Recuerdos agradables. Giro, la pesca, tengo hambre, paro el coche, me meto en un restaurante.
El sitio parece agradable. Son las diez y cuarto, cuando entra una cuadrilla de señores y señoras de cierta edad, y otros incierta, tirando a mayores (todos), más o menos de mi quinta, se sientan un par de mesas más allá. He acabado de cenar, me pido un café, no tienen orujo, bueno, sólo tienen de ese de color verde, salgo a fumar, varias chicas y uno de los de la cena se están haciendo una foto. Vuelvo y me pido un segundo café. Los de la mesa (son varias mesas juntas) empiezan a reírse, son algo escandalosos, sobre todo son chicas, oigo algún nombre al azar. Me suenan, claro que son nombres muy comunes, los observo, indiferencia, sólo son gente con esa edad incierta o cierta (dependiendo en quién me fijo), comunes, parecen de celebración, los hay que no pegan nada en el grupo, como si se hubiesen juntado unos cuantos amigos y alguno se hubiese traído a su primo que está pasando unos días vacacionales o algo así. No sé. Hay un tipo alto, que tiene la típica cara que te suena, igual de alguna fiesta o en la tele o no sé, hay tanta gente que se parece a otra, es el típico tío que no quiere dejar escapar esos últimos conatos de juventud, de esos con genética perfecta que parece que está empezando a desperfeccionar, sobre todo por la parte abdominal. Bueno, ya me he entretenido bastante, me gusta observar a la gente desde mi rincón pero, por hoy, ya vale.
Menuda bulla. Me molestan, me giro, les miro con esta mirada de “os estáis pasando”, ni siquiera se fijan, son peores que niños. Alboroto. Me agobian, me agobio. Pago y me las piro. Cojo de nuevo el coche, me voy. Regreso a casa.
Me despierto. Recuerdo perfectamente donde dejé el vehículo, está junto al Emir, después iré a tomar una copita fresquita de vino de Rueda con la tapita de jamón, cebolla y tomate en tempura. Este verano no se acaba nunca. Bochorno.
Conecto mi móvil, un Whatsapp: - Soy Emi, como no has venido a la cena, te envío esta foto - ¿A quién reconoces? Joder. Hoy es día 29 de septiembre. Se me pasó lo de la cena de hermandad, de haberlo recordado tampoco creo que hubiese ido, pero... no había vuelto a pensar en el asunto. Estos deben ser los hombres y mujeres que fueron conmigo al cole, me pongo las gafas y ojeo la foto. Sorpresa. Os conozco a todos, ayer estuve cenando, solo, a vuestra vera, sin reconoceros y vosotros sin ni siquiera fijaros en mí. Los niños que fuisteis, ayer no los vi, ayer no estaban cenando en el Utopía, seguro que aún estáis correteando por algún sitio de la memoria de alguno de vosotr@s, pero en la mía ya hace muchos años que dejasteis de existir. No contesté al Whatsapp.
Ya han pasado un par de años desde aquello. Aunque nunca contesté al mensaje de Emi, sí conservé la foto, hoy la he vuelto a mirar, en ocasiones la he observado atentamente y nunca me ha activado ningún tipo de sensación, por mucho que la he analizado nunca me ha provocado nada especial al mirarla; pero hoy, dos años después, hoy 28 de septiembre de 2015 me he visto jugando con ellos, por un momento estamos en el recreo jugando al fútbol con nuestras batas a rayas verdes y ellas a la goma con sus batas de rayas rosas.