martes, 25 de febrero de 2014

NORRIN RADD (2ª parte)

Divine. Fredrik Kronkvis, sax, Aaron Goldberg, piano, Reuben Rogers, Bass y Gregory Hutchinson.

Es sábado, Felipe vuelve a pasar por el descampado, toca el timbre del segundo primera, Josep baja las escaleras.
    • Hola.
    • Hola, me he traído todos los tebeos que no quiero guardar, vamos, que me llevo todos menos los de superhéroes.
    • Yo, también. Jijiji.
Ya se habían convertido en coleccionistas.
Felipe sólo pensaba en superhéroes, incluso leía e intentaba introducirse en sus pensamientos (de los superhéroes y supervillanos), que solían ser bastante simples. El tema de las historietas estaba claro, los supervillanos eran unos tipos que querían enriquecerse robando o querían conquistar el mundo o vengarse de alguien o cosas por el estilo; en su empeño por conseguir estos tan ruines objetivos (parecen banqueros o políticos o …), no les molestaba destruir edificios o matar a personas inocentes, pero, por suerte, entonces aparecían los superhéroes para evitarlo, cosa que no era siempre sencilla, ya que los supervillanos tenían el mismo o más poder que los superhéroes. A Felipe le gustaba la simplicidad del asunto, pero en el surfista plateado había encontrado algo nuevo, era un ser distinto a todos, o eso le parecía a Felipe (sólo lo había leído en el 48 del los 4 fantásticos).
Llegaron a la tienda y entraron, esta vez sabiendo como funcionaba. Felipe se lanzó a buscar a Estela Plateada.
- Estela tiene más poder que nadie y no fanfarronea, es un tipo callado, es un tipo curioso.
Tuvo suerte, dos de Estela: El origen de Estela Plateada y En manos de Mefisto. Josep buscaba como loco los de Thor. Felipe cogió dos más de Conan, uno de la Patrulla X, uno del Capitán América, uno del Hombre de Hierro y otro de Namor.
Así fue pasando todo el año, excursiones de sábado a la calle Remei de Dalt. Después de estas excursiones venían las semanas lectoras.
Le impactó El Origen de Estela Plateada, quedaba claro (en la mente de Felipe) que Estela (Norrin Radd), era un ser especial que se sacrificó en un principio para salvar a su planeta (Zenn-La), un lugar paradisíaco, donde reinaba la paz hasta el día en que llegó el devorador de mundos, Galactus, dispuesto (Galactus) a devorar aquel bello planeta. Norrin Radd llegó a un pacto con el descomunal villano y se convirtió en su heraldo, Norrin dejó a su amada en Zenn-La, y empezó a buscar planetas para que fuesen engullidos por el majestuoso Galactus. El corazón de Norrin era grande y buscó siempre planetas deshabitados, pero un día fue a parar a la tierra y se enfrentó a Galactus, el cual tuvo que irse sin engullir nuestro planeta. Pero, como castigo, (Galactus) montó un escudo alrededor de nuestro planeta, una barrera invisible, infranqueable, incluso para Estela Plateada... Desde aquel momento Estela se quedó prisionero en nuestro planeta, rodeado de seres incomprensibles (por su forma de actuar). La tristeza del poeta sideral es infinita, ha sacrificado su vida por unos estúpidos seres que se mueven por codicia y envidias, campeones en destruir y destruirse. Norrin Radd vive cerca de nosotros y vela por nuestro bienestar en la distancia, lejos, pero atento a los peligros que vienen del exterior.
Estela (piensa Felipe) es un desgraciado con sentimientos encontrados, encarcelado en nuestro mundo eternamente, un superhéroe traumatizado y solitario.
    • Me gusta Estela Plateada, es mi favorito.
Pasaron los años y Felipe acumuló cientos de cómics Marvel (de Vértice). Completó la colección de Conan, intento completar la de Estela (se quedó a cuatro), pero cada vez era más complicado encontrar cómics de superhéroes y menos aún de los más famosos, los últimos que se llevó eran de Tenax y del Motorista Fantasma. Se acabaron. No volvió a la tienda.
Felipe se hizo mayor (20 años), pero en ocasiones aún leía a sus héroes, de hecho, acumuló tantos que algunos aún no los había leído cuando...
Un buen día tuvo que emprender un viaje de varios meses (cosas del gobierno de entonces).
Al volver a casa de sus padres, después del retiro obligado, se encendió como la Antorcha Humana de los 4 Fantásticos al darse cuenta que los cómics, sus cómics, no estaban en su habitación. Su hermano, en su ausencia, los había regalado a un amigo (del hermano).
- Me siento fatal, cabrón (si supiese lo que me costó reunirlos).

A los cuarenta, Felipe, se volvió a comprar El Origen de Estela Plateada.

martes, 18 de febrero de 2014

NORRIN RADD (1º parte)

Robot, . Diego Martinez de Pisón, Pedro Lacarra, Coco Balasch y Jesús Fandos.

Era sábado por la mañana. Era la primera vez que Felipe iba a ir. Sabía el tipo de producto que iba a encontrar, sobre todo el que iba a buscar, se había sumergido cientos de veces en aquellos relatos y el sitio, el habitáculo, se lo habían descrito más de una decena de veces. Se acerca la hora.
Pasó a través de los campos, él (Felipe) vivía en una esquina del pueblo, su casa era la última, al sur las casas de los seis mil y pico habitantes de habitaban San Juan y al norte bosques y campos. Enfrente aún no habían edificado y, además de mostrar las más preciosas puestas de sol, este terreno salvaje servía de zona de juegos a la vez que de alcorce para ir a casa de su amigo. Emprendió camino.
Cogieron el bus, les dejó en la calle Cardona. Al bajar, Felipe volvió a aplastar su nariz en el escaparate para admirar la resplandeciente Zeus que coronaba la exposición.
Al alcanzar la Muralla del Carme, se quedaron mirando cómo fumaban dos bomberos que charlaban y tomaban el sol de la mañana. Se metieron por la calle de al lado de la carnicería donde la madre de Felipe suele comprar las hamburguesas, riquísimas. A partir de ahí, terreno inhóspito, calles desconocidas. Seguían las instrucciones que Antonio les había dado, mapa mental y el nombre de la calle, como indicación el hospital de Sant Andreu. Felipe hacía de guía, ya que suele venir más a Manresa, su abuela vive en el carrer de la Mel. Después de avanzar por sitios extraños y desconocidos, después de dudar en varias ocasiones y desandar lo andado alguna que otra vez, al fin el carrer Remei de Dalt. Pasaron por delante del hospital, prueba inequívoca de que iban por el buen camino.
Felipe se hurgó en el bolsillo para asegurarse de que llevaba las monedas que su madre le había dado para el proyecto, miró la bolsa de su compañero de viaje y el contenido era parecido. Estaba muy nervioso. ¿Valdrán lo mismo un Mortadelo que un joyas literarias?
El objetivo que tenían los dos muchachos era conseguir cuantos más mejor, cómics Marvel, que ya por aquel entonces habían dejado de verse en los quioscos y librerías. Los de ediciones Vértice.
Estaban delante de la puerta, se pararon un momento, se miraron y entraron.
- Huy, hace fresco aquí dentro.
La temperatura del habitáculo bajaba, por lo menos cuatro grados respecto a la del exterior, hacía fresco, estaba poco iluminado. Había un señor con gafas a la izquierda, sentado tras una vieja mesa de madera de uno cincuenta por uno (aproximadamente), de la superficie de la mesa sólo un pequeño corro estaba libre de libros, todo eran montones de revistas y tebeos, incluso a su alrededor, por el suelo, estaba lleno de montañas de más de un metro de altura, publicaciones de todo tipo, desde chicas con poca ropa a prensa del corazón. Pero lo que más había era tebeos, montones de ellos, desde el capitán Trueno a Zipi y Zape.
- (Ostia, un Spiderman).
Felipe divisó sobre la mesa un ejemplar de Spiderman, hasta la fecha sólo había visto el que atesoraba Jesús y no quería cambiar por nada, ni vender, ni dejar.
Enseguida entraron en faena, le preguntaron por los Marvel, el hombre de gafas de culo de vaso y bigote les indicó unas estanterías que había un poco más allá de media sala, pero antes les interrogó sobre lo que llevaban en las bolsas.
    • ¿Son para vender?
    • Sí.
El hombre coge los tebeos y los tasa, a continuación les entrega un papelito, que no es otra cosa que la esquina de la Vanguardia de hace unos días, eso sí, con valor de cheque al portador, con una anotación, cifra que desvelaba su valoración sobre el material entregado. El hombre les explica que este cheque se puede cobrar o canjear por tebeos.
Felipe no puede esperar más, recoge el “cheque” y se dirige a paso rápido a las estanterías donde, en teoría, tienen que encontrarse los superhéroes. Felipe flipa: Los cuatro fantásticos, Conan el bárbaro, Namor, los inhumanos, Dan defensor, el hombre de hierro, la Masa, los hay a centenares, muchos de ellos desconocidos.
Al mando de una innovadora nave, Reed Richards surca el universo junto a otros tres compañeros. En un momento del viaje, una lluvia de rayos cósmicos les alcanza. De regreso a la tierra no notan nada especial, pero poco a poco se van dando cuenta de que cada uno de los tripulantes galácticos ha adquirido unos superpoderes, los cuales utilizarán en pro del bien común terrícola. Pero Ben Grimm, uno de los integrantes, no sólo se apodera de una fuerza descomunal, sino que también cambia su aspecto, metamorfosis total en mole de ladrillo, cosa que no lleva nada bien, ya que con este aspecto asusta a todo ser viviente, además jamás podrá conseguir el tan anhelado amor.
- Uauuu. Flipante.
Felipe se leyó Conan, los dos de Namor y uno de Thor, incluso dejó de ver la peli de la tarde para poder seguir leyendo. Antes de dormir, admiró las portadas de sus nuevos (bueno, de segunda mano) y primeros cómics de superhéroes.
El domingo se despertó temprano, salió a la calle después de desayunar. Era demasiado temprano para los demás, esperó sentado en la acera hasta que salió Roberto.
    • Hola.
    • ¿Quieres cambiar tebeos?
    • Vale.
    • Nos vemos en la Plaza.
    • Ahora mismo bajo.
Se acababan de sentar y salen Juan, Fernando, Rafa y Josep. Están en la plaza Anselm Clavé, ¿qué mejor sitio para un intercambio coral?
Todos expusieron sus ofertas, eso es la guerra. Entre otras cosas, Felipe se llevó el nº 48 de los 4 fantásticos, esto iba a cambiar su vida, pero aún no lo sabía. Logró cambiar todos menos el de Conan, incluso el de Esther lo cambió por un Zipi y Zape. El de Thor lo canjeó por un Dan defensor, un motorista fantasma y uno de Esther, se dio cuenta de que los de Thor tenían un valor especial. Volvió a casa con unos cuantos más de los que tenía.
La semana se hizo larga esperando ansioso que llegase el próximo sábado para volver a ir con Josep a la increíble tienda. Aquella semana se leyó todos los cómics, incluso el de Esther.

El de los cuatro fantásticos se lo leyó dos o tres veces, en aquel nº48 vio por primera vez al que iba a ser su superhéroe favorito, un hombre plateado de 1,99 cm de nombre Norrin Radd.

miércoles, 12 de febrero de 2014

SOY EL MEJOR (2ª PARTE)

Resignation, Brad Mehldau.


No sólo se busca y se premia la perfección en el deporte, sino que también se hace en muchas, por no decir en todas, las disciplinas.
Ejemplo musical. En la música, la velocidad del instrumentista es algo que, al igual que en el atletismo, es muy valorado. Deja una estela que pocas veces vemos, huella que es tapada por nuestra admiración. Pero a mí eso no me pone nada (la velocidad), antes flipaba con la velocidad, pero hace ya mucho tiempo que dejó de llegarme. Aclaro: actualmente valoro más la música que al músico, la misma persona me engancha o no, depende del día (suyo y en ocasiones mío), de su interpretación, de su improvisación, de su canción, de la canción. Lo mismo me pasa con la precocidad, la veo sobrevalorada (artísticamente hablando), cuando veo un niño o niña tocando un instrumento muy bien (técnicamente hablando), lo único que me causa es asombro (si es muy sobresaliente), la emoción se enciende en mí cuando escucho a un instrumentista que me llega, no me condiciona el que sea hombre, mujer, niño, niña o que tenga algún tipo de deficiencia. No valoro si siente dolor al tocar (“Petrucciani”), si toca de espaldas al público (“Davis”) o con las piernas cruzadas (“Gould”) o con dos dedos (“Reinhart”), lo único que valoro (actualmente y hace ya años) es que lo que oiga me toque mi fibra sensible (¿alma?), valoro lo inmediato, nunca el currículum. Insisto. Valoro lo que oigo, no lo que veo, lo que se ve son puras anécdotas (para mí), prensa del corazón. Hoy voy de duro.
La preparación de un instrumentista en música clásica y sus objetivos no se diferencian demasiado de los de un atleta de cien metros (distancia de la prueba atlética). Ya sé que esto debe sonar a barbaridad, pero voy a intentar explicarlo, exponer mis pensamientos, mis sensaciones que, claro, no tienen porque ser las más acertadas, pero hoy por hoy es lo que siento y así lo voy a dejar escrito. Ufff. Que miedo, igual mañana cambio de opinión y alguien me dirá: tu dijiste que …
La búsqueda de una técnica perfecta, cosa que es complicada de conseguir y requiere mucho esfuerzo (al igual que en el atletismo o la natación o …), y el objetivo que, parece ser, es tocar mejor que nadie unas obras que llevan, en ocasiones, siglos entre nosotros, crea en mi mente un paralelismo con las pruebas atléticas que son siempre las mismas y se batalla para conseguir hacerlas mejor (más rápidas) cada día.
Parece que el auténtico objetivo es conseguir, a base de estudiar un sinfín de veces las obras de músicos muertos y tocar estos papeles escritos una y otra vez hasta lograr la perfección, convertirse en el “mejor del mundo” en tocar a Chopin (ejemplo), ostentar el récord para regocijo suyo, de sus familiares, de sus seguidores y de los que se alegran de estas cosas, aún siendo conscientes de que tarde o temprano aparecerá algún otro u otra, posiblemente más joven que l@ destronará. Nos gusta sufrir. No le acabo de pillar el punto, con tanta grabación, creo que a mí ya me vale con estas versiones, podrían probar con música más actual. Se desmoronaría el invento.
¿Cómo se valora? ¿Quién otorga? A diferencia con el atletismo, que te corona la aplastante evidencia de los minutos, segundos, centésimas y milésimas, en la música (en el arte en general, donde cada cual siente de una manera) “Soy el Mejor” lo valora y lo corona un elenco de personas con un gusto y unos oídos exquisitos (marqueses de lo impuesto por ley). Que sean personas las que valoran, seguramente favorezca que siempre haya un nuevo ídolo ostentador del récord (siempre digno de la tradición).
Está claro que llegará un día en que no se podrán batir récords olímpicos ni mundiales, por una evidencia, el ser humano, nunca, por mucho que adelante en fabricación de zapatillas deportivas y suelos de competición, nunca correrá a la velocidad de la luz (ejemplo exagerado para fácil comprensión del caso que nos atañe o me atañe o no sé), al igual que seguramente llegará un día en que nadie logre tocar la Fantasía Oriental de Balákirev “mejor”, claro que, como esto último siempre va a depender del grupo de coronadores, quizá siempre se estime que es mejor versión la del chico o chica que la ejecutó este año en Viena, Florencia, Nueva York o Boston. Me lío. Me canso de este tema.
Salto neuronal. Ahora pienso en la diferencia entre la música clásica y el Jazz, en su aprendizaje y las bases instaladas e inamovibles (sobre todo en el clásico), ya que pienso que música sólo hay una. Pero. ¿Qué es lo que busca cada estilo? ¿Qué va mejor para la mente? ¿Cuál aporta más alegría? ¿Se puede comparar el Jazz con el atletismo? ¿Cómo ve a Monk o a Duke Ellington un pianista de clásico? (dos patanes de la técnica exquisita) ¿En su formación, se hace escuchar música a los alumnos de clásico? ¿A los de Jazz? ¿Lloverá mañana? ¿Me he liado?
Anexo. Otro punto en común a tener en cuenta, entre el de los 100 metros y pongamos por ejemplo un pianista tocando la sonata nº 29 de Beethoven, es la cara de esfuerzo de los dos. Creo.
Otro tema relacionado. Podría ahora empezar a sopesar a la gente que inventa cosas o descubre remedios para sanar, hablar sobre las farmacéuticas que buscan a los más sobresalientes investigadores para dar con la solución buscada (lo más rápido posible), que en ocasiones pienso que son buscadores de milagrosos fármacos que nos mantengan enfermos eternamente, depender de este gasto de por vida. Crónico, la palabra favorita del vendedor de fármacos.
El punto al que quería llegar. Bueno, que siempre se premia al “mejor”, ya desde temprana edad se busca al “mejor”. ¿Qué pasa con los que no son los mejores? ¿Los padres no se sienten orgullosos de ellos? ¿La sociedad los deshecha? Y ¿qué pasa con los segundos? ¿qué pasa con los que siempre se ven relegados al segundo puesto? A un segundo puesto, en ocasiones esforzándose más que el récordman. ¿Son estos también perdedores?
Perdedores, esta palabra que tanto ha sonado en las películas americanas, de joven me parecía una tontada, ahora no sé qué pensar (ahora es este instante, vamos, que no me apetece emprender con esto).
Lo que quería decir de verdad. Todo este rollo me reafirma en que aún estamos manejándonos en la prehistoria, claro que es una enseñanza por la que tenemos que pasar para llegar a un mejor futuro común. Obligar a la gente a ser el mejor, para tener un futuro seguro (individual), ganar mucho dinero para ser feliz ¿feliz? Y ¿qué pasa con el niño que era el mejor y al final no ha conseguido el objetivo esperado?
Demasiadas preguntas sin desarrollar. Resuelvo. Lío final. Creo que nos encontramos en la antesala (muchos años aún) de un mundo donde la gente se esfuerce por los demás y para disfrutar de sí mismos, buscar la cura verdadera para regocijo de sí mismo y de su prójimo. Estamos a varios años de descubrir la enseñanza ideal, donde el que tarda más en aprender sea igualmente valorado que el más rápido, donde, en todo caso, se premie al que se esfuerza, que se le premie con la amistad y una sonrisa, nunca con un trofeo y menos aún con unas monedas. ¡Qué carajo! Seremos tan puros que no esperaremos reconocimiento alguno. Estamos lejos de querer dejar de impartir dolor, maltrato tanto a humanos como a animales (seremos lo mismo). Es obvio que en este futuro, seremos todos vegetarianos. Estamos muy alejados de valorar por ser, no por correr.
Cuando me preguntan en qué época me hubiese gustado nacer, tengo claro que en un futuro lejano, en un mundo con un solo gobierno o incluso sin él, con igualdad para todos y donde los valores que nos muevan sean otros muy distintos al dinero y al ser “el mejor”, el más rápido, el más rico, este último que deja una larga estela (normalmente) de desigualdades. Desde hoy o quizá desde ayer o más, me esfuerzo en no admirar al “ el mejor”, me esfuerzo por disfrutar de la belleza, a gozar de una conversación con cualquier persona que me quiera contar algo que se salga de la admiración hacia el atleta, el concertista o el millonario, este último que consiguió su primer millón de dólares antes de cumplir los veinte (valor añadido), precocidad dolorosa, virtud que seguro deja una estela de desigualdad (la de todos ellos).
Quiero conocer al niño que no atiende en clase porque está embobado mirando por la ventana al pájaro que se está comiendo unos trozos de pan, que él (el niño), unos minutos antes, ha dejado voluntariamente (las migas) en un sitio estratégico del patio a la hora del recreo, descubrir que este es el motivo por el cual a llegado el último a la fila. Me gustaría que la maestra en lugar de reprimirle, le dijese al resto de la clase que pegasen sus diminutas narices al cristal y que él (el niño de las migas) comentase al resto de la clase por qué hace esto, qué siente. Quisiera conocerlo, también, de mayor y descubrir que aún guarda trozos de pan en su bolsillo.
Un abrazo.