En
ocasiones hay que seguir a tu corazón, no sé si siempre, pero a
veces hay que coger el premio; y si el galardón es el Amor, más.
Aún
estamos en un tiempo donde jugamos con espadas de verdad, armas
reales, donde las heridas son y duelen, no sólo en la mente, son un
dolor físico, un dolor que se cura con agua oxigenada y esparadrapo,
donde te dan en el ojo y te quedas sin ojo. Hoy he salido, como casi
siempre, el primero y me he encontrado con el carpintero (el hijo),
hemos ido a la carpintería de José Manuel y nos hemos fabricado
unas espadas preciosas (soy un romántico). Como siempre, suena
Supertramp en el cassette de Gregorio, el hermano mayor de José
Manuel. Me encanta la carpintería (el lugar, el olor); en ocasiones,
cuando no sé qué hacer, visito al carpintero (el hijo mayor) y me
quedo ratos viendo como trabaja; de paso me empapo de música.
Gregorio es un chico especial, muy amable y juega al fútbol
estupendamente. A mí me dejan jugar con los mayores, me llaman la
figura (algún día contaré por qué) y siempre meto muchos goles.
Gregorio hace esas jugadas geniales, driblando a todos y cuando está
delante del portero, me pasa a mí el balón y me llevo la gloria del
gol; esto también es amor, pero no es del que quiero hablar hoy.
Salimos
de la carpintería con nuestras espadas recién hechas, son grandes,
no os imaginéis espadas finas estilo mosqueteros o de esgrimistas
olímpicos, nuestras espadas son del siglo X, de estas que se pueden
coger con las dos manos. Hoy sólo estamos nosotros dos en la calle,
seguramente más tarde se agregarán Fernando, Marcelo, Dani, Jesús,
Hilario, Mateo y los otros. Estamos luchando con las espadas. José
Manuel no sé en que piensa mientras lucha, pero yo me esfuerzo en
vencer a mi enemigo, al último guerrero, único obstáculo antes de obtener mi premio, la bella princesa de pelo rizado y ojos azules y con voz
espectacular. Una voz que me río yo de los cantos de sirena de
Ulises, eso sí que es una voz hechicera, la más hermosa de las
mujeres con la más hermosa de las voces. Cuando en tiempos de
fútbol, flechas, espadas, tesoros y aventuras, me preguntaban qué
quería ser de mayor, no lo tenía claro, pero lo que sí que quería
era obtener el premio, el dar y recibir el Amor, pero no dárselo a
cualquier persona, no recibirlo de cualquier persona (aunque esto
último no es algo que tú puedas elegir), yo quería estar junto a
ella, junto a la de los cabellos largos de león, la de los ojos azul
cielo y la de la hermosa voz, este era mi gran sueño y sabía que si
ella no aparecía, nunca podría decir te Amo con sinceridad. Los
tiempos de piratas, Ivanhoe, del Madrid y de las canicas pasaron y
entré en otra dimensión. Fernando, Dani, Jesús, Hilario, Mateo y
otros desaparecieron. En esta nueva dimensión se quedó un rato
Marcelo, entró Miguel, Antonio, Chema, Marc y otros, y ya empecé a
conocer a otras, pero siempre que me acercaba a alguna y la conocía,
no era lo que quería y esto no quería decir que no fuesen buenas
personas, y seguro que podían ser y hacer feliz a cualquiera, a
cualquiera que supiese a qué se iba a dedicar de mayor, a cualquiera
que su sueño fuese ser cantante, albañil, periodista o futbolista.
Pero yo sólo quería abrazar a mi chica soñada, mi princesa de la
almena, mi cantante de ópera, mi atleta, mi abogada, mi carpintera.
Mi sueño sólo mostraba su pelo, sus ojos y su voz. Claro que en
esta nueva dimensión incorporé nuevas características a tener en
cuenta: ella ya no sólo tenía que ser la más hermosa de las
mujeres y tener la más bonita de las voces, también tenía que
tener la más hermosa de las sonrisas y un carácter especial, y
sentido del humor, eso, tenía que tener un sentido del humor afín
al mío, no como la mayoría de la gente, que mi esfuerzo me cuesta
intentar ser normal. Un día la vi, sabía que tarde o temprano la
vería. Es hermosa, verdaderamente hermosa, es ella al fin mi Amor.
Claro que ya me encontraba en la segunda dimensión y en esta segunda
dimensión los premios no se ganan a base de espadazos, en esta
dimensión el juego ha cambiado, se asemeja más al ajedrez. Estaba
convencido de que era ella, con ese cabello rizado soñado y los ojos
como el cielo. Decidí acercarme, le saludé, y esperé la respuesta
que me tenía que dar aquella voz angelical. Digamos que no era la
voz que esperaba, vamos, que se parecía más a Waits que a Monserrat
Caballé, pero tenía las demás características y nos vimos varias
veces. Carme es una chica impresionante, es fenomenal pero no era mi
sueño, ni yo el suyo. Pero mereció la pena conocerla, me habría
tenido que dar cuenta de que lo de la voz era una pista y, después
de conocerla, decidí que no volvería a decir te Amo a ninguna otra
persona, sólo se lo diré a mi sueño, sólo él tendrá mi
verdadero Amor.
Estoy
en la tercera dimensión. Han desaparecido Miguel, Antonio, Chema y
otros, han aparecido, Juan, Iñaki, Luis y otros. Me he dado de
bruces con la vida, lo estoy pasando bien, tengo trabajo y he
conocido a mucha gente, pero sigo fiel a mi juramento y a nadie más
le he dicho te Amo. Es muy triste estar así, me río, pero en
ocasiones me miro dentro y pienso “qué mala suerte, estoy
rebosante de romanticismo y no se lo puedo regalar a nadie”. En
momentos de soledad, en ocasiones, pienso en Carme, pienso en ella y
me imagino que ahora tiene la voz de alguna artista de moda y le digo
que le Amo, pero no soluciona nada, solamente es un alivio pasajero.
Sigo soñando con ella (la auténtica, la que busco). Y claro, en
esta dimensión, he añadido nuevas cosas, ya no sólo tiene que ser
la más hermosa, la de la voz angelical, la de la sonrisa más
fascinante, la del sentido del humor parejo al mío. Ahora también
tiene que ser una persona que me enseñe, una persona con la cual
pueda hablar de cosas que me interesen, una persona que pueda mirar
sin decir nada y no sentirme incómodo, una persona a la cual
admire.
La
desesperación me está invadiendo, es un día normal, se ha acabado
el verano, empieza a hacer frío, se suceden días peores con días
mejores, todo sigue igual. Pienso en el futuro, en si es posible
morir de amor, o mejor dicho morir por no poder darlo. Quiero gritar
te Amo, pero el juramento que me hice cuando me hallaba en la segunda
dimensión no deja que la palabra que más ansío decir salga de mi
boca, me corroe y me entristece. Ya ni siquiera mis fantasías me
alivian, he viajado, he buscado, he conocido pero no he encontrado.
Es un día normal en Zaragoza, cierzo, aire del infierno que te
golpea y cuando digo te golpea, digo bien, te pega y mueve tu
cerebro, en ocasiones tanto que te provoca dolor. Tengo que ir al
estudio de grabación; hoy voy a grabar un disco de un cantautor, y
no me queda más remedio que enfrentarme al viento. Estoy en el
Actur, el barrio aún mantiene algún descampado sin edificar, el
cierzo levanta tierra, piedrecitas que me golpean en el rostro, bajo
la cabeza y de vez en cuando miro para no chocar contra una farola o
ser atropellado; estoy pasando un mal rato, voy más rápido que
Bold, me es imposible frenar, mi cuerpo está a merced del maldito
viento, dentro de pocos metros tengo que girar a la derecha y sé
firmemente que el cambio va a ser brutal, voy a pasar de andar
rapidísimo, empujado, descontrolado, a recibir un bofetada
espectacular, una bofetada de más de cien kilómetros hora, el
cierzo en pleno apogeo, en su esplendor, mostrando su magnificencia,
su poder único en esta ciudad; cierro los ojos y doy el esperado
giro, preparado para recibir el inevitable golpe, y menudo golpe.
Llegó volando y me pidió perdón, “perdón”, que voz, nunca
había oído nada igual, sus ojos eran hermosos, eran dos trozos de
cielo veraniego, llevaba una capucha que tapaba su pelo y una bufanda
que cubría su boca. La cogí de la mano y giramos juntos. De
repente, volvía a encontrarme antes del giro a la derecha, la curva
del tropezón, ella volvió a pedirme perdón y siguió su camino y
yo el mío. Estuve grabando toda la mañana, el cantante me invitó a
comer y quedamos en que volvería en un par de días por si tenía
que pinchar alguna nota mala.
Me
dirijo al estudio, ni una pizca de viento, hace un día estupendo.
Llego temprano y decido sentarme en un banco a fumar mientras se hace
la hora de apertura del estudio, me gusta mirar a la gente. El banco
se encuentra en la esquina del encontronazo, recuerdo el hecho.
Estoy en mi nube cuando, de repente, una chica tropieza y se cae, me
acerco a ella y le ayudo a levantarse, es preciosa, pelo de león,
ojos de cielo y se levanta riendo, qué risa, y de repente me dice
gracias; la voz, es la voz del otro día y le comento la cosa, ella
lo recuerda y lo admite, mi estómago se llena de mil mariposas, le
invito a un té y acepta. La Amo, sin duda es ella y lo digo porque
la conozco bien, ya que ahora es mi mujer y llevamos diez años
juntos.
Quiero
compartir parte de esta felicidad y quiero que la gente lo oiga,
quiero que conozcáis su voz, y vais a tener suerte, ya que canta en
un cuarteto de voces femeninas: SARASVATI
En
esta quinta dimensión he descubierto que ella tiene un punto
especial que yo no había pedido, una cosa mágica y es que el paso
del tiempo, al revés que al resto de los mortales, la hace más
hermosa y además hace que yo sea mejor persona. Me he llevado el
premio, vino volando y la cogí de la mano, vino volando con mil
mariposas que se metieron en mi estómago y que en ocasiones vuelven
a visitarme. Hoy las mariposas están aquí y Belén siempre. Soy
feliz.