HISTORIAS DEL BALASCH
Ahí está, jugando. Me gusta mirarle sin que me vea. Le quiero un montón. Podría pasar mucho rato contemplándole desde el montículo, pero siempre acaba viéndome y entonces la magia se disipa. En mayor o menor medida, eso es algo que siempre me ha pasado con todo el mundo al que he amado, mientras me voy acercando a la persona, en la distancia y justo cuando todavía no me ha visto, ese momento es mágico, mágico de verdad, sin truco; magia que se esfuma cuando nuestras miradas se encuentran, en ese momento se transforma, cambia, de pronto se convierte en alegría.