Solos de contrabajo.
Vino a
lo somardas, sin hacer demasiado ruido y cuando me quise dar cuenta
estaba arrodillado ante el monstruo.
Recuerdo
que tras varios años slapeando sin cesar con mi bajo eléctrico
Alembic dejé atrás a Chick Corea, George Duke, Stanley Clarke,
George Benson, Al Jarreau, Weather Report, Level 42, Lee Ritenour,
Jean Luc Ponty, David Sanborn, Spiro Gira, Steps Ahead, Yellow Yaquet
y una interminable lista de gente que me había estado acompañando y
enseñando hasta el momento.
El
detonante fue aquella cinta que apareció en casa, creo que aún
guardo la Maxell Cromo con el “My Song” de Jarrett. Oí aquella
grabación cientos de veces, me llegó a gustar hasta el tema
“Mandala” que, años más tarde, hasta Diego Martínez de Pisón,
cuando pinchaba este disco en el bar La Radio, omitía (creo recordar
que sólo lo hacía con este disco, con este tema, no era nada dado
(Diego) a mutilar y os aseguro que en aquel bar se oía todo el Jazz
de vanguardia que existía), un tema enloquecido, arriesgado, potente
y totalmente coherente (aunque no lo parezca a simple vista). Este
disco que aún actualmente está entre mis favoritos (de hecho
mientras escribo esto lo estoy escuchando, me sigue poniendo los
pelos de punta, es precioso) fue el que me hizo ver las cosas de otra
manera, interesarme más por los contrabajistas que por los bajistas
y también más por el arte que por el virtuosismo, no me da ninguna
vergüenza reconocer que he llorado escuchándolo, claro que soy
bastante llorón, lloro leyendo, lloro viendo pelis y hasta viendo
fotos y en ocasiones en el sofá de casa con mis pensamientos, nunca
de rabia, siempre por cosas que me llegan al corazón, cosas más
cercanas a la alegría que a la tristeza y este disco me llegó. No
creáis que lloro con cualquier disco, ni con el disco entero, tiene
que ser algo mágico y tiene que darse un tipo de circunstancia
interior especial, además tiene que ser algo que me enrede, que
penetre y se agarre a mis entrañas, eso me ha sucedido en ocasiones
con la música, pero tampoco es muy común. El “My Song” tiene
varios pasajes de estos.
Me
estoy liando; quiero hablar de cómo el monstruo logró hacerme
arrodillar ante él, quiero hablar de cómo me enamoré de él, de
cómo llegó de manera sigilosa, sin hacer ruido, sin verlo venir y
os aseguro que es grande.
Recuerdo
pasarme horas escuchando este disco, flipaba, me emocionaba, era tan
perfecto. Escuchando el solo de Palle en “Country” pensé que
Jarrett le había escrito el solo, no cabía en mi cabeza que
existiese alguien capaz de improvisar a este nivel, alguien que
pudiese hacer un solo de contrabajo tan bello (1er solo del vídeo).
Me enamoré de Palle Danielsson, eso me hizo acercarme al contrabajo,
pero antes de arrodillarme ante él (contrabajo) se dieron varias
circunstancias, además de alguna conclusión.
Llegó
un día que me di cuenta que no escuchaba ya música con bajo
eléctrico, que todo lo que oía era con contrabajo, era mayor (yo)
pero tenía que hacer el cambio, me había atrapado y, aún teniendo
una edad no muy recomendable para empezar con esto, tuve que dar el
paso, no tenía ningún sentido seguir tocando un instrumento que
había dejado, poco a poco, casi sin darme cuenta, de estar en mi
interior; aquel nuevo y gordo monstruo había invadido todo el lugar
(después fue dejando algún hueco) y no me quedó más remedio que
claudicar a la evidencia. Ahí estaba arrodillado ante él, sólo
sabía su nombre, Contrabajo, y sólo conocía su sonido.
Otro
detonante fue el seminario con Ben Street. Resultó que él también
era un enamorado de Palle y se quedó alucinado cuando le dije que
era mi favorito (Palle), de hecho me apuntó en la lista de alumnos
como “Palle”. El segundo día de seminario insistió en que tenía
que pillarme un contrabajo. Me acompañó por la mañana a Serrano
(tienda de música), pasamos toda la mañana juntos, él no sabía ni
una palabra de español ni de francés y yo ni una de inglés, con su
pequeño diccionario de inglés-español nos defendimos. Le descubrí
la horchata y el pintor Mariano Fortuny, ambas cosas le
entusiasmaron. Él me enseño los primeros rudimentos para tocar y
mucha filosofía, también para tocar. Ben Street es un tipo muy
amable, aparte de ser un supermusicazo (podéis informaros). Recuerdo
que en una ocasión fue a tocar a Boston con el grupo de Kurt
Rosenwinkel y al ver a un jovencillo de Zaragoza le dio recuerdos
para mí (Luis Giménez estaba estudiando allí). Me hizo ilusión
que se acordase de mi.
Seguí
escuchando todo lo que podía de Palle, no era cosa sencilla ya que
grababa mucho para sellos europeos y en España siempre nos ha
llegado la música de los grandes sellos, en su mayoría americanos.
Snif.
Cuando
estaba con el grupo Castafiore descubrí el disco “You Never Know”
de Peter Erskine, el batería que tocó con Weather Report y con Jaco
Pastorius, me quedé alucinado, nunca me hubiese podido imaginar que
aquel batería de corte roquero pudiese firmar un disco con tan bella
música. El bajista Palle Danielsson, aún mi ídolo en aquel
momento, era el bajista también en esta ocasión, un disco plagado
de solos fabulosos y de música bellísima, en este álbum descubrí
a John Taylor, también me enamoré de él. En el 2º tema del vídeo
podéis escuchar una improvisación de Palle Danielsson que
corresponde al disco de Erskine, otra obra de arte que roza la
perfección, llena de sentimiento. No tardé en darme cuenta de que
tocar como él iba a ser algo muy difícil, quizá por esto, después
de agotarme intentando imitarle, fui buscando otras formas. Lo que
tenía claro es que me gustaban más los bajistas melódicos que los
simplemente virtuosos, los que buscan la melodía más que las
escalas a gran velocidad. Palle, aún siendo un virtuoso, no se
olvida de buscar la melodía. Eso me gusta. Es lo que más me gusta
de él.
Por
aquel entonces, llegó a mí el disco “November” de Abercrombie
en el que tocaba Marc Johnson, otro que también me ha gustado pero
no tanto, aunque sigue los cánones y da el perfil, pero nunca me ha
llegado tanto. Eso no significa que sea mejor o peor que otros, es
cosa de mi corazón, de mis gustos. Lo considero y es uno de los
grandes y disfruto mucho escuchándolo (tocó en Zaragoza y no fui a
verlo porque no lo anunciaron, sólo anunciaron al líder de la
banda. Snif). En el disco de Motian dedicado a Bill Evans (Motian fue
el primer batería que tuvo Evans y Marc Johnson su último bajista),
Marc toca unos pasajes que yo había incluido en una composición mía
(Pampallugues) sin haberlos oído, ¿misma conclusión? ¿telepatía?,
no lo sé, pero me hizo mucha ilusión oír aquellos cinco compases
en el solo que hace en “Skidoo”, 3º del vídeo.
Y
cuando crees que el amor es para toda la vida, cuando te parece que
nadie puede hacer sombra a lo que sientes, en ocasiones salta una
nueva chispa. Un segundo Amor entró de manera sigilosa, al igual que
lo hizo el monstruo. Estaba inmerso en el segundo número de
JazzJazz, una revista de Jazz con la cual colaboraba, teníamos que
entrevistar a Charlie Haden, me compré el disco que grabó junto a
Paul Bley y Paul Motian para saber más de él (por aquel entonces no
me iba mucho lo de Ornette). Yo estaba buscando cosas nuevas, efectos
y cosas que me llevasen los solos más allá de las notas musicales.
Entonces oí aquella marcianada, lo oí varias veces, me enganchó
(4º solo del vídeo, si os parece muy duro saltadlo). La foto que
había en el disco de Haden no mostraba muy bien su edad y pensé que
era un nuevo valor (jijiji) con nuevas ideas, me sentí muy
identificado con aquello que oía, lo mismo que me pasó con Marc
Johnson, me volvió a pasar con un efecto que utiliza Haden en esta
improvisación, un efecto que yo ya venía utilizando, me lo copié
de Scofield (el guitarra), años más tarde también se lo oí a
Dennis Ervin (otro grande) en directo, con el noneto de Joe Lovano
(¿se lo copió de Scofield?). Este estrambótico solo sólo era la
punta de iceberg, el principio de una obsesión que duró varios
años. Después vinieron otros discos y otros muchos solos de Chalie,
entre ellos el que hace en el tema “In A Dream” del buenísimo
disco “Now Is The Hour” con su Quartet West en 1995 (5º solo del
vídeo). Haden seguía el perfil a la perfección, siempre logrando
estas melodías que tanto me entusiasman, a simple vista (oído)
parece algo fácil, técnicamente no es muy complicado, pero acertar
siempre la nota buena os aseguro que lo es (muy difícil) y él es un
maestro en ello.
Un
buen día decidí dejar de oírlo durante un tiempo, me había
convertido en un imitador (a bajo nivel) de Haden, y el detonante de
esta separación fue cuando me pillé el “Montreal Tapes” que
grabó junto a Geri Allen (de ella también me enamoré, esta
historia la cuento en este mismo blog “Me di cuenta que también me
gustaban las mujeres”). En el CD hay una versión de uno de sus más
emblemáticos temas, “First Song”
(6º solo del vídeo, fabuloso), quizá el tema que más
ha grabado. Yo tenía por aquel entonces una sola versión (del
“First Song”), una versión sin solo de contrabajo, decidí tocar
este tema con alguien (lo grabé) y decidí meter un solo. Al oír su
solo junto a Geri, otra vez sucedió, varios fraseos eran los mismos,
pero esta vez no me hizo ninguna gracia, me quité de Haden durante
largo tiempo, a cambio empecé a escuchar música. Los clásicos.
Coltrane, Monk, Ellington, Evans, Miles y otros muchos, para después
volver a ellos (mis amores bajísticos) más relajado y ya sin
ídolos, sin obsesiones.
Intento
buscar dentro de mí y encontrarme, oír mi propia voz es mi objetivo
(cuesta), todo esto sin enfrentarme al monstruo.
De
todas maneras he aprendido mucho de ellos, recuerdo aún la frase que
soltó Charlie en la entrevista que le hicimos, un Haden que estaba
en plena forma: “tengo ganas de acercarme a los jóvenes, a las
escuelas y decirles que la técnica no lo es todo.”
Durante
la época del bar La Radio, que coincidió con mi paso por el grupo
Castafiore, vinieron al bar varios grandes músicos jóvenes (que
ahora, algunos, son abanderados del jazz de vanguardia) y tuvimos la
suerte de conocerlos y tomar copas con ellos, Brad Mehldau, Kurt
Rosenwikel, Jeff Ballard, entre otros que ya no recuerdo, casi todos
los músicos de New York jóvenes que venían al festival de Jazz de
Zaragoza (se debían pasar la información del garito entre ellos)
siempre acababan pasando por el bar La Radio. No sé si empezamos
entonces o bien veníamos escuchándolos con anterioridad, lo que
está claro es que era gente de mucho talento y entre ellos estaban
estos fabulosos bajistas, Ben Street, Larry Greanadier, Ray Drummond
o Scott Colley. Este último creo que es el que está más en forma
en la actualidad y os dejo para finalizar este espléndido solo que
hace en el disco del venezolano Edvard Simon (7º solo del vídeo).
Para
despedirme, una curiosidad. Con Jarrett, aparte de que en algunos
momentos es mi pianista favorito, nos une el buen gusto a la hora de
elegir bajistas. Durante la época del “My Song”, Jarrett tenía
dos grupos: su cuarteto europeo (los músicos eran europeos), con el
que grabó el disco y en el cual el bajista era Palle Danielsson y el
trío americano cuyo bajista era Charlie Haden. ¿Casualidad?