martes, 27 de agosto de 2013

LA PUEBLA DE HIJAR (2ª parte)



Volví a las dos horas, todo estaba en orden, Luis en la ducha y José viendo la tele. Ni rastro de las mujeres, sólo quedaba de ellas un resacoso recuerdo acompañado de unas agudas agujetas. Pactamos silencio y secreto total. Esta fue nuestra última gran juerga conjunta.
A los pocos meses, nació el primer hijo de Luis.
Cogí el tren a La Puebla, es lento pero me gusta. Además, siempre aprovecho para mejorar los guiones. Fui primero a mi casa. Después de besar a mi madre, llamé a José, le dije que estaba en La Puebla y que si quería acompañarme para ver al hijo de Luis; no lo vi muy entusiasmado pero accedió, me comentó que había estado ocupado y que aún no había podido verle, mi madre también se apuntó con una caja de surtido de galletas que había comprado para la ocasión. La puerta estaba abierta y entramos. ¡Luis!
Volví a Tarragona al día siguiente. Luis me acercó hasta Mora, estuvimos hablando durante el trayecto, el diálogo no fue muy fluido, le encontré algo tenso.
Pasaron unos años. En navidades, Luis y Laura me enviaban la típica postal de navidad con la foto familiar. Pero esta vez, al ver al hijo de Luis, vi en él el rostro del José pequeño, el mismo niño con el que jugaba al fútbol y a las canicas, el mismo con el cual compartíamos junto a Luis todos los momentos de ocio. No es posible que sólo yo vea este parecido, quizá sea un recuerdo juguetón y el tiempo me ha cambiado la imagen, ha intercambiado los rostros infantiles de mis amigos. Abro mi Mac, tengo casi todas las fotos escaneadas y en orden, con nombres y detalles. José Laborda Lapiedra, joder, es el mismo retrato del niño de Luis. Menudas habladurías deben correr por el pueblo, ¡joder!
Estoy de visita en casa de mi madre. Salí a fumar a la calle, a mi madre le molesta el humo y no me cuesta nada, vi moverse una silueta y de pronto aparece Laura. Raro. Hablamos del pasado, hablamos del presente, me dice que cree firmemente en mí, que cree en mi arte, que le ve mucho futuro a mi trabajo, que los dos cortos que he hecho le entusiasman, me dice que si tuviese dinero me financiaría un largo, que haría cualquier cosa para ayudarme. Paso de sacarle el tema del hijo, pero eso son cosas que no pasan desapercibidas a una madre.
Pasan un puñado de meses.
Bajo de nuevo a La Puebla, entierro del padre de Luis, hace un par de meses fue el de su madre. Es un día desapacible de diciembre de 2009, hace mucho frío y ventisca. Tanto Luis como su hermana están destrozados, Luis fue el que cogió aquellas setas asesinas, el niño también está triste, en poco tiempo se ha quedado sin abuelos, Laura es huérfana. En el pueblo se habla de una herencia de más de quince millones de euros. Habladurías pueblerinas (pienso en aquel momento).

Muere mi madre. Voy al pueblo para enterrarla. Solo. Me he quedado solo, el último de mi estirpe, este pensamiento me asusta; está también mi tío, pero éste ya no va a tener hijos y yo tengo pocos espermatozoides y encima con poca movilidad; vamos, que las posibilidades de que deje a una chica embarazada es de una entre un millón. En este momento no le encuentro ningún sentido a la vida.