Volví
a las dos horas, todo estaba en orden, Luis en la ducha y José
viendo la tele. Ni rastro de las mujeres, sólo quedaba de ellas un
resacoso recuerdo acompañado de unas agudas agujetas. Pactamos
silencio y secreto total. Esta fue nuestra última gran juerga
conjunta.
A
los pocos meses, nació el primer
hijo de Luis.
Cogí
el tren a La Puebla, es lento pero me gusta. Además, siempre
aprovecho para mejorar los guiones. Fui primero a mi casa. Después
de besar a mi madre, llamé a José, le dije que estaba en La Puebla
y que si quería acompañarme para ver al hijo de Luis; no lo vi muy
entusiasmado pero accedió, me comentó que había estado ocupado y
que aún no había podido verle, mi madre también se apuntó con una
caja de surtido de galletas que había comprado para la ocasión. La
puerta estaba abierta y entramos. ¡Luis!
Volví
a Tarragona al día siguiente. Luis me acercó hasta Mora, estuvimos
hablando durante el trayecto, el diálogo no fue muy fluido, le
encontré algo tenso.
Pasaron
unos años. En navidades, Luis y Laura me enviaban la típica postal
de navidad con la foto familiar. Pero esta vez, al ver al hijo de
Luis, vi en él el rostro del José pequeño, el mismo niño con el
que jugaba al fútbol y a las canicas, el mismo con el cual
compartíamos junto a Luis todos los momentos de ocio. No es posible
que sólo yo vea este parecido, quizá sea un recuerdo juguetón y el
tiempo me ha cambiado la imagen, ha intercambiado los rostros
infantiles de mis amigos. Abro mi Mac, tengo casi todas las fotos
escaneadas y en orden, con nombres y detalles. José Laborda
Lapiedra, joder, es el mismo retrato del niño de Luis. Menudas
habladurías deben correr por el pueblo, ¡joder!
Estoy
de visita en casa de mi madre. Salí a fumar a la calle, a mi madre
le molesta el humo y no me cuesta nada, vi moverse una silueta y de
pronto aparece Laura. Raro. Hablamos del pasado, hablamos del
presente, me dice que cree firmemente en mí, que cree en mi arte,
que le ve mucho futuro a mi trabajo, que los dos cortos que he hecho
le entusiasman, me dice que si tuviese dinero me financiaría un
largo, que haría cualquier cosa para ayudarme. Paso de sacarle el
tema del hijo, pero eso son cosas que no pasan desapercibidas a una
madre.
Pasan
un puñado de meses.
Bajo
de nuevo a La Puebla, entierro del padre de Luis, hace un par de
meses fue el de su madre. Es un día desapacible de diciembre de
2009, hace mucho frío y ventisca. Tanto Luis como su hermana están
destrozados, Luis fue el que cogió aquellas setas asesinas, el niño
también está triste, en poco tiempo se ha quedado sin abuelos,
Laura es huérfana. En el pueblo se habla de una herencia de más de
quince millones de euros. Habladurías pueblerinas (pienso en aquel
momento).
Muere
mi madre. Voy al pueblo para enterrarla. Solo. Me he quedado solo, el
último de mi estirpe, este pensamiento me asusta; está también mi
tío, pero éste ya no va a tener hijos y yo tengo pocos
espermatozoides y encima con poca movilidad; vamos, que las
posibilidades de que deje a una chica embarazada es de una entre un
millón. En este momento no le encuentro ningún sentido a la vida.