Es
el 25 de septiembre de 2012, veo que Laura tiene WhatsApp, le envío
un mensaje tonto, ella me sigue el rollo, jugamos, recreamos una
historia en la que ocultamos nuestro amor, somos amantes desde hace
años y quedamos en secreto; siguiendo con el pasatiempo confirmamos
una cita para el 15 de noviembre en mi piso de Tarragona, nos
queremos con pasión. Juego infantil. Muchos jejeje y emoticonos.
Nueva
postal navideña, el niño es el vivo retrato de José.
Me
subo al tren, en Mora se sube el estanquero, le saludo y me siento
con él, hablamos del pasado, hablamos de mis amigos, le comento que
hace meses que no sé nada de ellos.
Entro
en casa de mi tío. Después de cenar echamos una partida de dardos
en la bodega, fue campeón de Aragón, está en forma, me gana varias
veces, yo le gano una.
Salgo
a pasear, voy a visitar a Luis, me abre la puerta Laura, me comenta
que está tumbado, subo a su habitación. Está tumbado en la cama,
me saluda, está claramente deprimido, ha intentado suicidarse un par
de veces en lo que va de año. ¿Cómo estás? Bien, pero no acabo de
superar lo de la zorra, el puto chantaje, una noche loca y mierda,
joder, me cago en mi despedida de soltero, me cago en la gran juerga,
la tipa me sigue extorsionando, por un par de polvos, he jodido mi
vida y vete a saber si el hijo es mío, no sé cómo se me ocurrió
volver a verla, no sé cómo se me ocurrió pedirle el teléfono, la
puta coca, me lo merezco, joder, a la semana siguiente me casaba con
Laura. Mierda. Luis me miró con los ojos llorosos, sus quejas llenas
de odio eran enumeradas con su voz pausada y cansina, un tono que no
pegaba nada con el contenido. Te voy a contar un secreto. Ya sé lo
que van contando por ahí, ya sé que la gente dice que mi hijo es de
José y lo es, su rostro le delata, por eso decidimos internarlo y
alejarlo del pueblo. Tú no estabas en el pueblo pero, durante meses
después de la despedida de soltero, nos juntábamos José, Rocío,
Laura y yo para montárnoslo, nos pillábamos un gramo y fiesta. En
una de éstas, Laura se quedó embarazada, era un juego y en el fondo
sabíamos que esto podía pasar, todo es un lío, no le guardo ningún
rencor a José pero las habladurías me saturan, hasta hay gente en
el pueblo que piensa que maté a mi padre por la herencia, no me
jodas, vino la guardia civil a interrogarme la misma noche después
del entierro. Te he mentido, no estoy bien. Claro, la puta noticia
salió en los periódicos (Heraldo y El Periódico), la muerte por
envenenamiento es algo que atrajo a los periodistas que empezaron a
preguntar por el pueblo; en los artículos hablaron de mi padre como
si fuese una persona importante y adinerada y la furcia esa de
Tarragona vio la tajada, encima no se conforma con nada. Después de
la muerte de mi padre volvió a aparecer para pedirme más, cada vez
más. Estoy desesperado, tengo ganas de acabar con esto. No sé cómo
pudo llegarle un periódico de aquí a
Cataluña, es mala suerte, suerte que la guardia civil no se enteró
de la extorsión.
Salí
de la casa y me fui al bar La Rana a comer algo, saludé al padre de
José que se estaba tomando un tinto, le pregunté por su hijo, me
dijo que esa noche no había dormido en casa, este chico debería
empezar a centrarse, sentar la cabeza de una puta vez. Le invité al
vino.
Me
llevé a mi tío a Zaragoza, fuimos al Plata, flipó con el
espectáculo. Cenamos por El Tubo y nos echamos a dormir en el hotel
Orús, antes nos pasamos por el Luco, yo sólo me tomé un Bacardí y
también tomé algún apunte mental de lo visto. Decidimos quedarnos
un par de días más en Zaragoza ya que el jueves iba a tocar, en La
Campana de los Perdidos, CoolAge, el grupo de Coco Balasch; a mí me
gusta bastante este Jazz tranqui que hacen.
Volvimos
al pueblo, yo tengo previsto ir a Barcelona el sábado, tengo cita
con los del anuncio de la leche.
Llegamos
a casa y después de cenar nos echamos a dormir. Nos despertó el
timbre. ¡Juanjo, baja, está aquí la guardia civil, quiere hacerte
unas preguntas! Me puse el pijama (me gusta dormir desnudo) y bajé
las escaleras.
-
Hemos encontrado el cadáver de
José Laborda Lapiedra en una casa del viejo Belchite. ¿Es usted
Juanjo Sedal Suñer? ¿Le importa que le hagamos unas preguntas?
¿Cuándo fue la última vez qué habló con él? ¿Dónde estaba la
mañana del 14 de diciembre? ¿Por qué ha venido al pueblo? ¿Cuántos
días lleva aquí? ¿Conoce a Luis Fernández Lumpiaque?
A
partir de este momento no pararon de preguntarme sobre él (Luis).
Les conté mi conversación. Se despidieron de nosotros. Al día
siguiente detuvieron a Luis. No sólo le acusaron del asesinato de
José, sino que reabrieron el caso de su padre al enterarse de lo de
la de Tarragona, que resultó que no tenía ningún hijo.
El
pueblo es un clamor, el juicio iba soltando su jugo poco a poco,
exprimiendo el caso que era lo único de lo que se hablaba, monotema
en La Puebla.
Fui
a visitar a Luis, le encontré muy bajo.
Laura
sólo ha venido a verme una vez, y me dijo que me odia, que soy un
puto asesino, que ojalá me pudra en la cárcel, me insultó
repetidas veces, estoy desesperado, si tuviera algo para matarme me
quitaría la vida sin pensármelo, estoy solo en la vida, sólo me
quedas tú, o ¿no?
Le miré y mostré mi duda, él vio en mi rostro al que
culpa, intuyó mi sentencia, se echó a llorar amargamente, me dijo
que él no había asesinado a nadie, que todo había sido un cúmulo
de coincidencias.
El que estuviese dormido en casa el día del asesinato, que nadie me
viese, no me explico como pudieron encontrar las huellas de mi coche
y las colillas con mi saliva, Juanjo, no me abandones, Juanjo, tienes
que creerme.
Me
fui y le dejé llorando, yo no tenía ninguna duda de lo ocurrido.