Divine. Fredrik Kronkvis, sax, Aaron Goldberg, piano, Reuben Rogers, Bass y Gregory Hutchinson.
Es sábado, Felipe vuelve a pasar por el descampado, toca el timbre
del segundo primera, Josep baja las escaleras.
- Hola.
- Hola, me he traído todos los tebeos que no quiero guardar, vamos, que me llevo todos menos los de superhéroes.
- Yo, también. Jijiji.
Ya se habían convertido en coleccionistas.
Felipe sólo pensaba en superhéroes, incluso leía e intentaba
introducirse en sus pensamientos (de los superhéroes y
supervillanos), que solían ser bastante simples. El tema de las
historietas estaba claro, los supervillanos eran unos tipos que
querían enriquecerse robando o querían conquistar el mundo o
vengarse de alguien o cosas por el estilo; en su empeño por
conseguir estos tan ruines objetivos (parecen banqueros o políticos
o …), no les molestaba destruir edificios o matar a personas
inocentes, pero, por suerte, entonces aparecían los superhéroes
para evitarlo, cosa que no era siempre sencilla, ya que los
supervillanos tenían el mismo o más poder que los superhéroes. A
Felipe le gustaba la simplicidad del asunto, pero en el surfista
plateado había encontrado algo nuevo, era un ser distinto a todos, o
eso le parecía a Felipe (sólo lo había leído en el 48 del los 4
fantásticos).
Llegaron a la tienda y entraron, esta vez sabiendo como funcionaba.
Felipe se lanzó a buscar a Estela Plateada.
- Estela tiene más poder que nadie y no fanfarronea, es un tipo
callado, es un tipo curioso.
Tuvo
suerte, dos de Estela: El origen de Estela Plateada y En
manos de Mefisto. Josep buscaba
como loco los de Thor. Felipe cogió dos más de Conan, uno de la
Patrulla X, uno del Capitán América, uno del Hombre de Hierro y
otro de Namor.
Así fue pasando todo el año, excursiones de sábado a la calle
Remei de Dalt. Después de estas excursiones venían las semanas
lectoras.
Le
impactó El Origen de Estela Plateada,
quedaba claro (en la mente de Felipe) que Estela (Norrin Radd), era
un ser especial que se sacrificó en un principio para salvar a su
planeta (Zenn-La), un lugar paradisíaco, donde reinaba la paz hasta
el día en que llegó el devorador de mundos, Galactus, dispuesto
(Galactus) a devorar aquel bello planeta. Norrin Radd llegó a un
pacto con el descomunal villano y se convirtió en su heraldo, Norrin
dejó a su amada en Zenn-La, y empezó a buscar planetas para que
fuesen engullidos por el majestuoso Galactus. El corazón de Norrin
era grande y buscó siempre planetas deshabitados, pero un día fue a
parar a la tierra y se enfrentó a Galactus, el cual tuvo que irse
sin engullir nuestro planeta. Pero, como castigo, (Galactus) montó
un escudo alrededor de nuestro planeta, una barrera invisible,
infranqueable, incluso para Estela Plateada... Desde aquel momento
Estela se quedó prisionero en nuestro planeta, rodeado de seres
incomprensibles (por su forma de actuar). La tristeza del poeta
sideral es infinita, ha sacrificado su vida por unos estúpidos seres
que se mueven por codicia y envidias, campeones en destruir y
destruirse. Norrin Radd vive cerca de nosotros y vela por nuestro
bienestar en la distancia, lejos, pero atento a los peligros que
vienen del exterior.
Estela (piensa Felipe) es un desgraciado con sentimientos
encontrados, encarcelado en nuestro mundo eternamente, un superhéroe
traumatizado y solitario.
- Me gusta Estela Plateada, es mi favorito.
Pasaron los años y Felipe acumuló cientos de cómics Marvel (de
Vértice). Completó la colección de Conan, intento completar la de
Estela (se quedó a cuatro), pero cada vez era más complicado
encontrar cómics de superhéroes y menos aún de los más famosos,
los últimos que se llevó eran de Tenax y del Motorista Fantasma. Se
acabaron. No volvió a la tienda.
Felipe se hizo mayor (20 años), pero en ocasiones aún leía a sus
héroes, de hecho, acumuló tantos que algunos aún no los había
leído cuando...
Un buen día tuvo que emprender un viaje de varios meses (cosas del
gobierno de entonces).
Al volver a casa de sus padres, después del retiro obligado, se
encendió como la Antorcha Humana de los 4 Fantásticos al darse
cuenta que los cómics, sus cómics, no estaban en su habitación. Su
hermano, en su ausencia, los había regalado a un amigo (del
hermano).
- Me siento fatal, cabrón (si supiese lo que me costó reunirlos).
A
los cuarenta, Felipe, se volvió a comprar El Origen de
Estela Plateada.