martes, 18 de febrero de 2014

NORRIN RADD (1º parte)

Robot, . Diego Martinez de Pisón, Pedro Lacarra, Coco Balasch y Jesús Fandos.

Era sábado por la mañana. Era la primera vez que Felipe iba a ir. Sabía el tipo de producto que iba a encontrar, sobre todo el que iba a buscar, se había sumergido cientos de veces en aquellos relatos y el sitio, el habitáculo, se lo habían descrito más de una decena de veces. Se acerca la hora.
Pasó a través de los campos, él (Felipe) vivía en una esquina del pueblo, su casa era la última, al sur las casas de los seis mil y pico habitantes de habitaban San Juan y al norte bosques y campos. Enfrente aún no habían edificado y, además de mostrar las más preciosas puestas de sol, este terreno salvaje servía de zona de juegos a la vez que de alcorce para ir a casa de su amigo. Emprendió camino.
Cogieron el bus, les dejó en la calle Cardona. Al bajar, Felipe volvió a aplastar su nariz en el escaparate para admirar la resplandeciente Zeus que coronaba la exposición.
Al alcanzar la Muralla del Carme, se quedaron mirando cómo fumaban dos bomberos que charlaban y tomaban el sol de la mañana. Se metieron por la calle de al lado de la carnicería donde la madre de Felipe suele comprar las hamburguesas, riquísimas. A partir de ahí, terreno inhóspito, calles desconocidas. Seguían las instrucciones que Antonio les había dado, mapa mental y el nombre de la calle, como indicación el hospital de Sant Andreu. Felipe hacía de guía, ya que suele venir más a Manresa, su abuela vive en el carrer de la Mel. Después de avanzar por sitios extraños y desconocidos, después de dudar en varias ocasiones y desandar lo andado alguna que otra vez, al fin el carrer Remei de Dalt. Pasaron por delante del hospital, prueba inequívoca de que iban por el buen camino.
Felipe se hurgó en el bolsillo para asegurarse de que llevaba las monedas que su madre le había dado para el proyecto, miró la bolsa de su compañero de viaje y el contenido era parecido. Estaba muy nervioso. ¿Valdrán lo mismo un Mortadelo que un joyas literarias?
El objetivo que tenían los dos muchachos era conseguir cuantos más mejor, cómics Marvel, que ya por aquel entonces habían dejado de verse en los quioscos y librerías. Los de ediciones Vértice.
Estaban delante de la puerta, se pararon un momento, se miraron y entraron.
- Huy, hace fresco aquí dentro.
La temperatura del habitáculo bajaba, por lo menos cuatro grados respecto a la del exterior, hacía fresco, estaba poco iluminado. Había un señor con gafas a la izquierda, sentado tras una vieja mesa de madera de uno cincuenta por uno (aproximadamente), de la superficie de la mesa sólo un pequeño corro estaba libre de libros, todo eran montones de revistas y tebeos, incluso a su alrededor, por el suelo, estaba lleno de montañas de más de un metro de altura, publicaciones de todo tipo, desde chicas con poca ropa a prensa del corazón. Pero lo que más había era tebeos, montones de ellos, desde el capitán Trueno a Zipi y Zape.
- (Ostia, un Spiderman).
Felipe divisó sobre la mesa un ejemplar de Spiderman, hasta la fecha sólo había visto el que atesoraba Jesús y no quería cambiar por nada, ni vender, ni dejar.
Enseguida entraron en faena, le preguntaron por los Marvel, el hombre de gafas de culo de vaso y bigote les indicó unas estanterías que había un poco más allá de media sala, pero antes les interrogó sobre lo que llevaban en las bolsas.
    • ¿Son para vender?
    • Sí.
El hombre coge los tebeos y los tasa, a continuación les entrega un papelito, que no es otra cosa que la esquina de la Vanguardia de hace unos días, eso sí, con valor de cheque al portador, con una anotación, cifra que desvelaba su valoración sobre el material entregado. El hombre les explica que este cheque se puede cobrar o canjear por tebeos.
Felipe no puede esperar más, recoge el “cheque” y se dirige a paso rápido a las estanterías donde, en teoría, tienen que encontrarse los superhéroes. Felipe flipa: Los cuatro fantásticos, Conan el bárbaro, Namor, los inhumanos, Dan defensor, el hombre de hierro, la Masa, los hay a centenares, muchos de ellos desconocidos.
Al mando de una innovadora nave, Reed Richards surca el universo junto a otros tres compañeros. En un momento del viaje, una lluvia de rayos cósmicos les alcanza. De regreso a la tierra no notan nada especial, pero poco a poco se van dando cuenta de que cada uno de los tripulantes galácticos ha adquirido unos superpoderes, los cuales utilizarán en pro del bien común terrícola. Pero Ben Grimm, uno de los integrantes, no sólo se apodera de una fuerza descomunal, sino que también cambia su aspecto, metamorfosis total en mole de ladrillo, cosa que no lleva nada bien, ya que con este aspecto asusta a todo ser viviente, además jamás podrá conseguir el tan anhelado amor.
- Uauuu. Flipante.
Felipe se leyó Conan, los dos de Namor y uno de Thor, incluso dejó de ver la peli de la tarde para poder seguir leyendo. Antes de dormir, admiró las portadas de sus nuevos (bueno, de segunda mano) y primeros cómics de superhéroes.
El domingo se despertó temprano, salió a la calle después de desayunar. Era demasiado temprano para los demás, esperó sentado en la acera hasta que salió Roberto.
    • Hola.
    • ¿Quieres cambiar tebeos?
    • Vale.
    • Nos vemos en la Plaza.
    • Ahora mismo bajo.
Se acababan de sentar y salen Juan, Fernando, Rafa y Josep. Están en la plaza Anselm Clavé, ¿qué mejor sitio para un intercambio coral?
Todos expusieron sus ofertas, eso es la guerra. Entre otras cosas, Felipe se llevó el nº 48 de los 4 fantásticos, esto iba a cambiar su vida, pero aún no lo sabía. Logró cambiar todos menos el de Conan, incluso el de Esther lo cambió por un Zipi y Zape. El de Thor lo canjeó por un Dan defensor, un motorista fantasma y uno de Esther, se dio cuenta de que los de Thor tenían un valor especial. Volvió a casa con unos cuantos más de los que tenía.
La semana se hizo larga esperando ansioso que llegase el próximo sábado para volver a ir con Josep a la increíble tienda. Aquella semana se leyó todos los cómics, incluso el de Esther.

El de los cuatro fantásticos se lo leyó dos o tres veces, en aquel nº48 vio por primera vez al que iba a ser su superhéroe favorito, un hombre plateado de 1,99 cm de nombre Norrin Radd.