Robot, . Diego Martinez de Pisón, Pedro Lacarra, Coco Balasch y Jesús Fandos.
Era
sábado por la mañana. Era la primera vez que Felipe iba a ir. Sabía
el tipo de producto que iba a encontrar, sobre todo el que iba a
buscar, se había sumergido cientos de veces en aquellos relatos y el
sitio, el habitáculo, se lo habían descrito más de una decena de
veces. Se acerca la hora.
Pasó
a través de los campos, él (Felipe) vivía en una esquina del
pueblo, su casa era la última, al sur las casas de los seis mil y
pico habitantes de habitaban San Juan y al norte bosques y campos.
Enfrente aún no habían edificado y, además de mostrar las más
preciosas puestas de sol, este terreno salvaje servía de zona de
juegos a la vez que de alcorce para ir a casa de su amigo. Emprendió
camino.
Cogieron
el bus, les dejó en la calle Cardona. Al bajar, Felipe volvió a
aplastar su nariz en el escaparate para admirar la resplandeciente
Zeus que coronaba la exposición.
Al
alcanzar la Muralla del Carme, se quedaron mirando cómo fumaban dos
bomberos que charlaban y tomaban el sol de la mañana. Se metieron
por la calle de al lado de la carnicería donde la madre de Felipe
suele comprar las hamburguesas, riquísimas. A partir de ahí,
terreno inhóspito, calles desconocidas. Seguían las instrucciones
que Antonio les había dado, mapa mental y el nombre de la calle,
como indicación el hospital de Sant Andreu. Felipe hacía de guía,
ya que suele venir más a Manresa, su abuela vive en el carrer de la
Mel. Después de avanzar por sitios extraños y desconocidos, después
de dudar en varias ocasiones y desandar lo andado alguna que otra
vez, al fin el carrer Remei de Dalt. Pasaron por delante del
hospital, prueba inequívoca de que iban por el buen camino.
Felipe
se hurgó en el bolsillo para asegurarse de que llevaba las monedas
que su madre le había dado para el proyecto, miró la bolsa de su
compañero de viaje y el contenido era parecido. Estaba muy nervioso.
¿Valdrán lo mismo un Mortadelo que un joyas literarias?
El
objetivo que tenían los dos muchachos era conseguir cuantos más
mejor, cómics Marvel, que ya por aquel entonces habían
dejado de verse en los quioscos y librerías. Los de ediciones
Vértice.
Estaban
delante de la puerta, se pararon un momento, se miraron y entraron.
-
Huy, hace fresco aquí dentro.
La
temperatura del habitáculo bajaba, por lo menos cuatro grados
respecto a la del exterior, hacía fresco, estaba poco iluminado.
Había un señor con gafas a la izquierda, sentado tras una vieja
mesa de madera de uno cincuenta por uno (aproximadamente), de la
superficie de la mesa sólo un pequeño corro estaba libre de libros,
todo eran montones de revistas y tebeos, incluso a su alrededor, por
el suelo, estaba lleno de montañas de más de un metro de altura,
publicaciones de todo tipo, desde chicas con poca ropa a prensa del
corazón. Pero lo que más había era tebeos, montones de ellos,
desde el capitán Trueno a Zipi y Zape.
-
(Ostia, un Spiderman).
Felipe
divisó sobre la mesa un ejemplar de Spiderman, hasta la fecha
sólo había visto el que atesoraba Jesús y no quería cambiar por
nada, ni vender, ni dejar.
Enseguida
entraron en faena, le preguntaron por los Marvel, el hombre de
gafas de culo de vaso y bigote les indicó unas estanterías que
había un poco más allá de media sala, pero antes les interrogó
sobre lo que llevaban en las bolsas.
- ¿Son para vender?
- Sí.
El
hombre coge los tebeos y los tasa, a continuación les entrega un
papelito, que no es otra cosa que la esquina de la Vanguardia de hace
unos días, eso sí, con valor de cheque al portador, con una
anotación, cifra que desvelaba su valoración sobre el material
entregado. El hombre les explica que este cheque se puede cobrar o
canjear por tebeos.
Felipe
no puede esperar más, recoge el “cheque” y se dirige a paso
rápido a las estanterías donde, en teoría, tienen que encontrarse
los superhéroes. Felipe flipa: Los cuatro fantásticos, Conan el
bárbaro, Namor, los inhumanos, Dan defensor, el hombre de hierro, la
Masa, los hay a centenares,
muchos de ellos desconocidos.
Al mando de una innovadora nave, Reed Richards surca el universo
junto a otros tres compañeros. En un momento del viaje, una lluvia
de rayos cósmicos les alcanza. De regreso a la tierra no notan nada
especial, pero poco a poco se van dando cuenta de que cada uno de los
tripulantes galácticos ha adquirido unos superpoderes, los cuales
utilizarán en pro del bien común terrícola. Pero Ben Grimm, uno de
los integrantes, no sólo se apodera de una fuerza descomunal, sino
que también cambia su aspecto, metamorfosis total en mole de
ladrillo, cosa que no lleva nada bien, ya que con este aspecto asusta
a todo ser viviente, además jamás podrá conseguir el tan anhelado
amor.
- Uauuu. Flipante.
Felipe
se leyó Conan, los
dos de Namor y uno de
Thor, incluso dejó de
ver la peli de la tarde para poder seguir leyendo. Antes de dormir,
admiró las portadas de sus nuevos (bueno, de segunda mano) y
primeros cómics de superhéroes.
El domingo se despertó temprano, salió a la calle después de
desayunar. Era demasiado temprano para los demás, esperó sentado en
la acera hasta que salió Roberto.
- Hola.
- ¿Quieres cambiar tebeos?
- Vale.
- Nos vemos en la Plaza.
- Ahora mismo bajo.
Se acababan de sentar y salen Juan, Fernando, Rafa y Josep. Están en
la plaza Anselm Clavé, ¿qué mejor sitio para un intercambio coral?
Todos
expusieron sus ofertas, eso es la guerra. Entre otras cosas, Felipe
se llevó el nº 48 de los 4 fantásticos,
esto iba a cambiar su vida, pero aún no lo sabía. Logró cambiar
todos menos el de Conan,
incluso el de Esther
lo cambió por un Zipi y Zape.
El de Thor lo canjeó
por un Dan defensor,
un motorista fantasma
y uno de Esther, se
dio cuenta de que los de Thor
tenían un valor especial. Volvió a casa con unos cuantos más de
los que tenía.
La
semana se hizo larga esperando ansioso que llegase el próximo sábado
para volver a ir con Josep a la increíble tienda. Aquella semana se
leyó todos los cómics, incluso el de Esther.
El
de los cuatro fantásticos
se lo leyó dos o tres veces, en aquel nº48 vio por primera vez al
que iba a ser su superhéroe favorito, un hombre plateado de 1,99 cm
de nombre Norrin Radd.