Nothing Personal de Don Grolnick.
Foto de la contraportada del disco original, con sello del bar Maravillas.
Principio
de los ochenta, me encanta hablar de jazz. Estoy en casa, pongo la
tele, reposición de Bonanza, pongo la radio, suena un ragtime,
maravillas de la vida, empieza el informativo de las ocho y vuelvo a
poner una cinta de jazz, una de estas cintas que me gusta escuchar.
Hace tiempo que no tengo giradiscos. En esta ciudad hay que buscarse
la vida para comprar y escuchar Jazz. Sólo están Linacero y
El Corte Inglés, que de lo imprescindible, de lo necesario
tienen poco; de lo nuevo, de lo reciente que merece la pena, tienen
poquísimo y de lo que buscas, casi nada o nada. Cuántas veces he
ido a comprar un disco que he oído en la radio y me he vuelto con
otro. Cómo me gustan esos viajes a Andorra o Barcelona, buscas y
encuentras, ves y escuchas, una maravilla, descubres y te vas al
banco a por toda la pasta que tienes... qué ilusión.
El
catálogo es la solución. Suscribirse a revistas. Discoplay,
Satchmojazz, Cuadernos de Jazz, en ocasiones
tienen unas ofertas muy buenas y muy interesantes. Por ejemplo,
recuerdo cuando Discoplay puso a la venta un montón de cedés
de la Criss Cross, sello que Discoplay quería quitarse
de encima, o algo así, porque los discos estaban muy baratos.
Aprovechamos la oferta, una oferta que nos descubrió un mundo. Nos
juntamos varios amigos y nos compramos un montón de cedés del sello
devaluado, donde sonaban, entre otros, jóvenes valores del Jazz:
Brad Mehldau, Seamus Blake, Chris Cheek, Peter Bernstein, Kurt
Rosenwinkel, Larry Grenadier, David Kikoski, Mark Turner, los
hermanos Drummond y un largo etcétera. Me he pasado de frenada,
rebobino.
Estoy
a principios de los ochenta y estoy escuchando jazz, y es que en
aquel momento escuchaba jazz y no Jazz. Bueno, para mí en aquel
momento era Jazz. La música no cambia, somos nosotros los que
cambiamos el valor de las cosas.
Tengo pocas cintas, las escucho una y otra vez, en realidad no me
importa, pero en ocasiones me gusta curiosear, oír cosas nuevas,
buscar la sorpresa, la cosa nueva, el aprender. Voy a salir, tomar
una copa o unas cuantas. 1984, como la novela de Orwell, estoy en
plena forma. Habitualmente cuando salgo a escuchar Jazz a bares no
suelo quedar con nadie y hoy tengo ganas de hacer eso; hoy quiero ver
qué música me regala la ciudad. Primero me acerco a la calle
Refugio, al Bonanza, me pido una tortilla con un vasito de
vino; Jesús Laboreo me comenta que está pensando en establecerse
por su cuenta, en abrir un pub al estilo inglés, con sus pintas y
sus medias pintas, con su Guinness y sus whiskys. Siempre es un
placer hablar con Jesús, pero tengo que empezar la cabalgata
musical. Me dirijo a la calle Zumalacárregui, al Maravillas;
se atreven hasta con Ornette, aunque eso crea cierta tensión entre
los camareros. Hoy suena un disco de Don Grolnick, es un disco
flipante, me encanta, pido un Bacardí con Schweppes de limón, me
siento en una mesa, enciendo un Marlboro y disfruto del momento.
Entran unos broncas y me cortan algo el rollo, la zona empieza vivir
un cambio, creo que no le queda mucho de maravilla al Maravillas.
Me despido de Dani, quien me comenta que está pensando en cambiar de
zona, quizá una cafetería, dejar la noche. Me dirijo al mundo de lo
moderno, a la calle Lorente. Aquí toca Barceló con hielo. Suena
Seamus Blake, es vibrante. Me pongo a hablar con el camarero, conoce
mucha música y sobre todo de lo moderno, de lo que se lleva ahora,
la onda de New York. Me habla y me pone música que ni siquiera me
hubiese imaginado que pudiera existir ( En el bar La Radio
pasé mucho rato y oí nacer los mejores discos de Scofield, aquel
día estaban tomando unas copas Mehldau y Jeff Ballard, es curioso
pero siempre que venían a tocar a Zaragoza músicos de N.Y. paraban
en La Radio). Seguimos hablando y me comenta que le ha bajado
la clientela y que está pensando en abrir un restaurante. Me despido
de Diego y me dirijo a la calle San Antonio María Claret, a El
Bocata. Está sonando John Coltrane a un volumen bastante serio,
el dueño está cortando algo de jamón, la clientela es bastante
especial: prostitutas, chulos y otros nocturnos en su momento de
relax. Parece increíble que la gente esté tan tranquila con su café
sonando Stellar Regions a todo trapo. Me siento a un lado y pido una
Alhambra; José se pone a hablar conmigo y me regala parte de su
experiencia acumulada, pinceladas de las horas de música memorizada
y biografías leídas durante más de veinte años en el negocio. En
muchas ocasiones he pensado que ha sido la persona que más me ha
enseñado de música. Me despido de él, pero aún le da tiempo a
comentarme que quiere cambiar de vida, que la noche le satura.
Ya
se está haciendo tarde y me dirijo a casa, paso por delante de la
puerta pero decido hacer la última visita. Avenida Valencia, paseo
Teruel, giro por Doctor Horno como si fuese a visitar el Mazinger,
pero me meto en la calle García Galdeano, me siento en un taburete,
pido media pinta de Guinness, suena Stan Getz, pido otra media, suena
Davis, pido media y suena Sassetti, estoy pensativo escuchando el
último disco de Scofield, que dicho sea de paso ha vuelto a nacer.
El paseo de esta noche ha sido largo pero ha merecido la pena.
También llego a la conclusión de que en realidad yo no he elegido
los sitios en los que he estado, igual que no he elegido la música
que he escuchado; ha sido al revés, estos sitios y estas músicas me
llamaron y yo acudí. Ahora estoy aquí en el Ragtime,
sentado, escuchando a Bill Evans, en el último de los sitios que me
queda para poder escuchar Jazz en Zaragoza, el único en que entre a
la hora que entre escucharé parte de la banda sonora de mi vida. Y
este lugar no corre peligro de desaparecer, porque este pub al estilo
inglés es en sí el sueño de una persona que conocí en 1984 cuando
llegué a la ciudad. Ya es hora de irme, le pido un Marlboro al
camarero, un cigarro que tendré que encenderme fuera a causa de la
prohibición (me gustan los bares sin humo, las prohibiciones no), me
despido de Jesús Laboreo hasta el próximo miércoles. Ahora sé que
es mejor escuchar que hablar de JAZZ.
Waltz for Debby de Bill Evans
Collage de fotos del Ragtime, hechas por Juanjo Marín y Coco Balasch.