En mi
pueblo, había un niño de tres años que tenía un coche de gasolina
y lo conducía a gran velocidad, yo no tenía ni siquiera un
patinete. No me daba envidia, a mí con tres años no me gustaban
nada los ruidos estridentes y aquel pequeño coche hecho a medida que
conducía aquel cabezón, hacía mucho ruido; más que envidia me
daba miedo (el coche).
Con
seis años, íbamos juntos al colegio. Él andaba de forma erguida y
chulesca. Yo metía más goles que él en el recreo. Estaba un poco
cansado de oír, lunes tras lunes, hablar de sus éxitos. También me
fastidiaba bastante cuando, durante las mañanas lunáticas, entraba
el director y hacía que se levantase (el chico del cochecito), y
nosotros (la clase) teníamos que aplaudir, cosa que a mí no me
apetecía; sí, ganaba carreras, pero seguía siendo un cabezón.
Después, en el instituto, no hacía falta que entrase el director
para comunicarnos sus éxitos automovilísticos, ya se oían en la
radio, ahora campeón en tal carrera, ahora en tal otra, una
entrevista. Gran similitud entre sus respuestas y su manera de andar.
No puedes escapar de lo que eres.
Un
buen día, mi familia decidió que nos íbamos a vivir a Madrid, la
ciudad blanca, la ciudad del cielo precioso, la capital, Zidane,
Hierro, Roberto Carlos, Raúl, Sabina (este último es cantante), un
sitio gigante, donde las emisoras de radio sólo hablan de noticias
nacionales, en todo caso de las de Madrid (que casi son lo mismo), y
al fin dejé de saber de él.
Me
compré una moto, me movía a las mil maravillas por capital, el
conservatorio era estupendo, era feliz.
Un
día, ojeando el Marca, leí que había disputado una carrera de
fórmula 1; por lo menos no ganó (se ponía de mal genio cuando
perdía en los partidos en el patio del cole), pero ahí estaba de
nuevo. Cabezón. Al año siguiente, lo pusieron de probador; se
enfadó en voz alta. Orgullo. Di por hecho que no era muy bueno en
esto, de hecho, en la fórmula 3000, dos años antes, creo que había
quedado tercero.
Pero
al año siguiente volvió a correr y, no contento con esto, fue el
primer español en lograr un gran premio, que a su vez también
significaba ser el piloto más joven de la historia de la fórmula 1
en lograr una victoria. Ego, baja. Bueno, pensé que el año
siguiente no le iría tan bien. La gente está como enferma con él,
yo alucino, lo primero que dijo cuando ganó el título es que se lo
dedicaba a los suyos y a nadie más; enfado injustificado con el
hombre invisible (nosotros y algún otro). Después se lo pensó
mejor, o se lo hicieron notar, y más tarde, en otro medio dijo que
“se lo dedico a mi familia, a mis amigos, que son 3 ó 4 (ni sabía
cuántos amigos tenía, si fuesen 50 hubiese entendido), a toda la
afición y a España”. También lloriqueó bastante durante el año.
No ha cambiado, sigue andando igual. Yo seguí leyendo cosas de él:
ganaba, bien. Perdía, críticas y lloriqueos (sinónimo de escusas).
Me encantaron sus declaraciones chulescas durante el año “
presioné a Kimi hasta que se le fue todo al carajo”, también en
unos entrenos (las pruebas para ver en que lugar te colocas en la
parrilla de salida el día de la carrera) le hizo unas maniobras
absurdas y peligrosas a un compañero, seguro que llevaba los ojos
ensangrentados de rabia. De nuevo el hombre invisible (uno concreto).
También bloqueó el coche de Massa en su vuelta rápida. La cuestión
es que volvió a ganar el mundial, el mundo a sus pies, España a sus
pies, los españoles a sus pies. Yo no.
Tanto
leer de la fórmula 1, me hice aficionado y algún piloto tenía que
ser mi favorito, en realidad tenía claro quién no iba a ser. Decidí
que el mejor piloto era Raikkonen, era lo más parecido a lo que me
gustaba, no se quejaba y corría como un diablo. Justo este año,
ganó el mío. No faltaron quejas del otro. Después, dos años más
de fiascos.
Aquel
verano se hizo amigo de uno que invirtió dinero de en
la carrera del piloto español y eso le llevó al mejor equipo y con
más presupuesto de la parrilla, todo indicaba que volvería a ser el
ganador, el mejor (eso, según cualquier patriota de pro, lo es), así
empezó el 2010. No sólo no ganó, sino que el que lo hizo batió
sus récords de precocidad. Y al fin hemos llegado a este año, hoy
todo el mundo lloraba su segundo puesto (no han faltado sus
críticas). Y yo pienso, algo de bueno tendrá Vettel si ha ganado 3
mundiales de forma consecutiva y es el más joven de la historia en
conseguirlo. De todas maneras, todo eso me importa un bledo, yo no le
tengo ningún tipo de envidia, yo soy de Raikkonen, este chico al que
le gusta beber cerveza y celebra sus victorias con sus amigos, en
fiestas interminables en su casa, el chico que echaron de Ferrari
para fichar al amigo del banquero, el chico este que se le critica
por ser fiestero (hipócritas). Este año ha vuelto y pienso que el
próximo año dará batalla.
Yo
hoy no lloro el triunfo de Vettel por muy alemán que sea, a mí me
parece que es un chico muy educado y sencillo.
Cualquier
parecido que tenga esta historia con la vida real es pura
coincidencia.