martes, 27 de noviembre de 2012

LÁGRIMAS ROJAS




En mi pueblo, había un niño de tres años que tenía un coche de gasolina y lo conducía a gran velocidad, yo no tenía ni siquiera un patinete. No me daba envidia, a mí con tres años no me gustaban nada los ruidos estridentes y aquel pequeño coche hecho a medida que conducía aquel cabezón, hacía mucho ruido; más que envidia me daba miedo (el coche).
Con seis años, íbamos juntos al colegio. Él andaba de forma erguida y chulesca. Yo metía más goles que él en el recreo. Estaba un poco cansado de oír, lunes tras lunes, hablar de sus éxitos. También me fastidiaba bastante cuando, durante las mañanas lunáticas, entraba el director y hacía que se levantase (el chico del cochecito), y nosotros (la clase) teníamos que aplaudir, cosa que a mí no me apetecía; sí, ganaba carreras, pero seguía siendo un cabezón. Después, en el instituto, no hacía falta que entrase el director para comunicarnos sus éxitos automovilísticos, ya se oían en la radio, ahora campeón en tal carrera, ahora en tal otra, una entrevista. Gran similitud entre sus respuestas y su manera de andar. No puedes escapar de lo que eres.
Un buen día, mi familia decidió que nos íbamos a vivir a Madrid, la ciudad blanca, la ciudad del cielo precioso, la capital, Zidane, Hierro, Roberto Carlos, Raúl, Sabina (este último es cantante), un sitio gigante, donde las emisoras de radio sólo hablan de noticias nacionales, en todo caso de las de Madrid (que casi son lo mismo), y al fin dejé de saber de él.
Me compré una moto, me movía a las mil maravillas por capital, el conservatorio era estupendo, era feliz.
Un día, ojeando el Marca, leí que había disputado una carrera de fórmula 1; por lo menos no ganó (se ponía de mal genio cuando perdía en los partidos en el patio del cole), pero ahí estaba de nuevo. Cabezón. Al año siguiente, lo pusieron de probador; se enfadó en voz alta. Orgullo. Di por hecho que no era muy bueno en esto, de hecho, en la fórmula 3000, dos años antes, creo que había quedado tercero.
Pero al año siguiente volvió a correr y, no contento con esto, fue el primer español en lograr un gran premio, que a su vez también significaba ser el piloto más joven de la historia de la fórmula 1 en lograr una victoria. Ego, baja. Bueno, pensé que el año siguiente no le iría tan bien. La gente está como enferma con él, yo alucino, lo primero que dijo cuando ganó el título es que se lo dedicaba a los suyos y a nadie más; enfado injustificado con el hombre invisible (nosotros y algún otro). Después se lo pensó mejor, o se lo hicieron notar, y más tarde, en otro medio dijo que “se lo dedico a mi familia, a mis amigos, que son 3 ó 4 (ni sabía cuántos amigos tenía, si fuesen 50 hubiese entendido), a toda la afición y a España”. También lloriqueó bastante durante el año. No ha cambiado, sigue andando igual. Yo seguí leyendo cosas de él: ganaba, bien. Perdía, críticas y lloriqueos (sinónimo de escusas). Me encantaron sus declaraciones chulescas durante el año “ presioné a Kimi hasta que se le fue todo al carajo”, también en unos entrenos (las pruebas para ver en que lugar te colocas en la parrilla de salida el día de la carrera) le hizo unas maniobras absurdas y peligrosas a un compañero, seguro que llevaba los ojos ensangrentados de rabia. De nuevo el hombre invisible (uno concreto). También bloqueó el coche de Massa en su vuelta rápida. La cuestión es que volvió a ganar el mundial, el mundo a sus pies, España a sus pies, los españoles a sus pies. Yo no.
Tanto leer de la fórmula 1, me hice aficionado y algún piloto tenía que ser mi favorito, en realidad tenía claro quién no iba a ser. Decidí que el mejor piloto era Raikkonen, era lo más parecido a lo que me gustaba, no se quejaba y corría como un diablo. Justo este año, ganó el mío. No faltaron quejas del otro. Después, dos años más de fiascos.
Aquel verano se hizo amigo de uno que invirtió dinero de en la carrera del piloto español y eso le llevó al mejor equipo y con más presupuesto de la parrilla, todo indicaba que volvería a ser el ganador, el mejor (eso, según cualquier patriota de pro, lo es), así empezó el 2010. No sólo no ganó, sino que el que lo hizo batió sus récords de precocidad. Y al fin hemos llegado a este año, hoy todo el mundo lloraba su segundo puesto (no han faltado sus críticas). Y yo pienso, algo de bueno tendrá Vettel si ha ganado 3 mundiales de forma consecutiva y es el más joven de la historia en conseguirlo. De todas maneras, todo eso me importa un bledo, yo no le tengo ningún tipo de envidia, yo soy de Raikkonen, este chico al que le gusta beber cerveza y celebra sus victorias con sus amigos, en fiestas interminables en su casa, el chico que echaron de Ferrari para fichar al amigo del banquero, el chico este que se le critica por ser fiestero (hipócritas). Este año ha vuelto y pienso que el próximo año dará batalla.
Yo hoy no lloro el triunfo de Vettel por muy alemán que sea, a mí me parece que es un chico muy educado y sencillo.

Cualquier parecido que tenga esta historia con la vida real es pura coincidencia.