Lo
dije serio y convencido. Mi hermano me miró con la cara desencajada,
nunca le había visto de esta manera, sus ojos inyectados en sangre
contenían kilos de odio. Me dio miedo. Entonces se abalanzo sobre mí
y me cogió del cuello (también me metió un dedo en el ojo).
Íbamos
hablando, era el primer día de cuarto, era la primera vez que
vestíamos de distinta manera.
Íbamos
hablando, era el primer día de instituto, era la primera vez que
íbamos a ir a clases diferentes.
Nos
veíamos a la hora del recreo, también le esperaba a la salida.
Normalmente, su clase salía algo más tarde, su pabellón se
encontraba más alejado.
Me
suplicó que le hiciese el examen de mates. Yo acepté y le propuse
que podríamos prepararnos cada uno la mitad de las pruebas, yo haría
el de mates y él el de gimnasia, yo sociales y él inglés.
Nos
iba de perlas. El único problema surgía cuando alguna vez
coincidían exámenes, entonces había que enfermar y no ir a clase.
Eso era un poco lío, ya teníamos pillada la letra y la firma de
mamá (para la nota exculpatoria), pero pasar toda la mañana solo
por ahí era un riesgo y un rollo; el riesgo era que te viese alguien
que te conociese y un aburrimiento estar sin hacer nada durante
tantas horas; estos fueron los motivos por lo cuales empezamos a
disfrazarnos. Todo empezó con una simple gorra, pero no era
suficiente. Un día leí lo del curso de maquillaje para cine y
teatro, lo impartía una chica que venía de Zaragoza (España), Ana
Bruned. Aprendí un montón. Practiqué con mi hermano al cual
utilicé como conejillo de indias, así logramos hacer grandes
progresos (con el tiempo me he apuntado a varios cursos más). Para
poner a prueba los conocimientos adquiridos, disfracé a José Mário
de cartero; trajo un paquete certificado a casa (la dirección no
coincidía con el nombre), la puerta la abrió mi madre y no le
reconoció.
Así,
cuando nos coincidían exámenes, mientras uno no iba a clase, el
otro podía pasear libremente por la ciudad sin ser descubierto por
nadie. La sensación es extraña, vas observando a la gente tal y
como es, mientras tú eres otra persona. Los que te miran, en
realidad, ven una falsedad, una mentira, pero para ellos eres real, y
verdaderamente soy real, pero una farsa; tengo una silueta, tengo una
cara, tengo voz y tengo hambre, pero soy un farsa. Quizá alguno de
los que veo son también una farsa, pero la posibilidad de que lo
sean es mínima, desconozco el porcentaje, pero supongo que la gente
que se maneja disfrazada por la calle (excepto en carnavales) no es
mucha. Sí es cierto que hay gente que se disfraza cada día, pero
mínimamente. Yo me refiero al disfraz total: ir de una guisa que
cambie totalmente tu tú. Aclaro el tema. Hay mucha gente que cambia
bastante su aspecto por medio de un estilo de maquillaje o tiñéndose
el pelo o poniéndose una peluca o peluquín o poniéndose un
sombrero o dejándose bigote o barba, eso son disfraces que siempre
están con la persona que los utiliza, eso no lo catalogo como
disfraz, lo hacen para mejorar su imagen y no para esconder su
verdadero yo, no son disfraces cuyo objetivo sea convertirse en otra
persona de cara a la humanidad.
Terminamos
el instituto con notas espectaculares. Después llego la universidad,
él hizo magisterio de educación física, además de sacarse el
carnet de entrenador de fútbol (le seguí haciendo algunos
exámenes), yo me hice fisio.
Nos
seguíamos disfrazando (él cada vez menos), eramos unos verdaderos
genios del disfraz (él menos), le entró el punto ese de conseguir
la fama, de ser un entrenador de renombre y eso quería conseguirlo
con su cara, quería que todo el mundo lo reconociese, quería ser
famoso.
Nos
fuimos de viaje juntos, nos fuimos a Brasil (por el idioma) a
entrenar un pequeño equipo de fútbol. No sé cómo José Mário
contactó con ellos, pero allí estábamos, él de entrenador (no se
le daba nada mal) y yo de fisio. Estuvimos más de un año en aquella
pequeña ciudad. A él le entusiasmaba el deporte, practicaba varios,
no sólo fútbol, también jugaba a baloncesto, balonmano y en alguna
ocasión al tenis; la verdad es que no era muy bueno en ninguno,
siempre practicaba deportes de grupo, yo creo que lo que le iba era
el momento de las duchas, en eso no nos parecemos, yo soy de chicas y
os puedo asegurar que aproveché aquella estancia brasileña para
mejorar mi formación sexual y mis disfraces, en ocasiones repetía
con la misma chica con distintos aspectos, aunque me empecé a
aficionar a llevar uno más que otros. Curioso. Me sentaba bien.
Faltaban
cuatro meses para acabar la liga y de repente mi hermano se empezó a
portar como un verdadero macarra, empezó a tener muy mal rollo con
el vestuario y con la directiva, la gente nos odiaba, la gente nos
insultaba por la calle (a mí también, era clavado a él). Entonces
es cuando empecé a sopesar cambiar de aspecto para siempre, un
disfraz para siempre. José Mário me comentó que la siguiente
temporada entrenaríamos en Portugal (no sé de dónde saca los
contactos). Ganamos la liga pero os puedo asegurar que esta tensión
no me iba para nada.
Antes
de partir, hubo un accidente, un autobús con turistas se había
despeñado en la carretera del Canto. Estaban buscando voluntarios
para ayudar; me monté en el camión de los ayudantes (yo disfrazado)
y nos dirigimos hacia el lugar. Estaba lleno de gente, nos metimos en
el bus, empezamos a sacar supervivientes. Cuando llegaron las
autoridades, me mezclé con los heridos. Quisieron llevarme al
hospital, pero les aseguré que estaba bien y que no hacía falta,
que tenía prisa por llegar a la ciudad, que pertenecía al Cornhias
y que era la fiesta de final de temporada y las celebraciones por el
título conseguido. Tomaron mis datos y me dejaron ir. La noticia
llegó a España y yo salía en la lista de heridos, mi madre llamó
muy asustada, mi hermano habló con ella (yo ya había trazado un
plan con José Mário), le dijo que yo había recibido un fuerte
golpe en la cara, pero que estaba bien. Los medios de Portugal
llamaron a mi madre y ella explicó lo que José Mário le había
dicho. Había decidido adoptar aquel disfraz para siempre y esta
circunstancia (la del accidente) la iba a aprovechar para llevar a
cabo mi plan de cambio de identidad, cambiar de aspecto a
perpetuidad; no quería parecerme a mi hermano, no quería que me
confundiesen con él, algo en su circuito neuronal no acababa de
funcionar, su decisión de hacerse famoso a cualquier precio le
estaba afectando y yo no quería llevarme ningún golpe extra, no
quería recibir lo que no me merezco.
Volvimos
a casa. Primero fuimos a visitar a mamá. Al verme, no me reconoció.
Cuando le dije que yo era Cristiano, se echó a llorar, la abracé y
se calmó.
José
Mário me dijo que la temporada que viene nos íbamos a Barcelona. Le
pregunté a qué equipo, me dijo que al Barcelona, yo lo flipaba -
Si sólo has entrenado a equipos de medio pelo – No te preocupes,
ya tenemos casa y trabajo para los dos, me han fichado de traductor,
he tardado bien poco en ir a parar al equipo de mis amores, es
cuestión de tiempo que me convierta en el primer entrenador y cuando
lo sea, me convertiré ante los ojos del mundo en el entrenador más
grande de la historia moderna del fútbol. Jajajajajajaja. Al oírle,
ya no me quedó ninguna duda de que entrenar no le iba nada bien
para su salud mental.
Estuvimos
un par de años en Barcelona, ahí empecé a sustituirle de vez en
cuando como traductor, sólo en las sesiones de entrenamiento con el
segundo entrenador. Era un rollo, porque tenía que cogerme la baja.
Volvimos
a Portugal, al fin de entrenador. Un día, en un partido de cierta
relevancia, me pidió que lo sustituyera, yo no quería, pero me
convenció, me dijo que no hablase con nadie y me pasó los cambios
que debía hacer, yo le dije que no podía entrar ahí sin hablar con
nadie, él me dijo que nadie lo encontraría raro. Ganamos 3 a 1. La
rueda de prensa la dio el segundo, yo estaba “afónico o enfadado
o raro o era una táctica”, no me quedó claro. En uno de los
entrenamientos que hice de sustituto, conocí a una chica fantástica,
fabulosa, salí varias veces con ella (ya no era tan fantástica ni
fabulosa). Le rogué que no volviese a los entrenamientos. A los
meses de vernos, un día me dijo que iba a tener un hijo, que estaba
embarazada, me quedé de una pieza, ella me dijo que iba a seguir con
el embarazo y que no le importaba ser madre soltera. Me quedé mudo.
Me fui a hablar con mi hermano, le conté el caso, le dejé claro que
todo había sucedido con su aspecto, que el padre era yo, pero que en
realidad el padre de cara al mundo era José Mário Mourano y que no
le extrañase que tarde o temprano la cosa estuviese en la prensa;
tamaña noticia le hizo salir del armario y me dijo que se casaría
con ella o, mejor, que yo me casaría con ella en su nombre, ya que
no quería saber nada de viaje de novios, que de vez en cuando nos
cambiaríamos para que no notase nada. La has cagado, pero me vendrá
bien tener mujer e hijo (dijo José Mário).
Llevábamos
años de éxito, pero yo ya estaba aburrido de esta vida, yo quería
cambiar y él cada vez era más insoportable, en ocasiones tenía que
ir yo a dar las charlas a los jugadores, que ya no lo aguantaban,
otras veces tenía que ir a hablar yo con el presidente y alguna que
otra entrevista y no hablemos de los jueves, los jueves tenía que
hacer de padre y de amante, su mujer estaba también desquiciada y
sólo entrar en la habitación me asaltaba como una fiera, durante y
después del acto me daba unas charlas que no veas, no me extraña
que a José Mário se le haya agriado el carácter, me siento
culpable, y eso es lo que ha hecho que retrasará tanto mi decisión
de irme. Mi hijo, su hijo es muy majo y con él me lo paso muy bien,
creo que para José Mário es un refugio, su refugio, creo que es con
la única persona que se lleva bien, la única persona a la cual no
odia.
Me
soltó el cuello y me suplicó que me quedase hasta final de
temporada, que este año iba a ganar la Champions, que me necesitaba,
que lo jugadores necesitaban de mis charlas, que después de la
temporada volveríamos a hablar. Yo, tosiendo, asfixiado, con dolor
en el ojo y asustado, le miré y le dije que sí y que no, que me
quedaba hasta final de temporada, pero que después de esto me iría
para no volver al fútbol. Quiero vivir, no quiero participar en tu
suicidio, no quiero estar cuando estés solo, no quiero verte acabado
y hundido, te estás alejando de la realidad. Quiero otra vida, esta
es la que elegiste tú para los dos, yo quiero poder elegir mi
camino. Si tú quieres vivir entre espinas, me parece bien, pero yo
quiero estar rodeado de flores. En junio, me iré.
Cualquier parecido que tenga esta historia con la vida real es pura coincidencia.
Cualquier parecido que tenga esta historia con la vida real es pura coincidencia.