martes, 19 de febrero de 2013

MALA



Después de cenar, me sirvo un ron, twitteo un poco mientras escucho un disco de Djavan, ha sido un día largo, estoy cansado, apuro el Habana. Entro en mi habitación, me quito los zapatos, los calcetines (qué descanso), los tejanos, la camisa y los calzoncillos. Ya desnudo, miro el suelo, cojo la ropa interior, salgo de la habitación y la echo en el recipiente de la ropa sucia, mañana pondré la lavadora. La veo por el rabillo del ojo, ella está por ahí merodeando, seguro que quiere meterse conmigo en la cama, hace un mes que no le dejo entrar, la última vez me hizo mucho daño. Vuelvo a entrar en la habitación, recojo los pantalones y los coloco cuidadosamente sobre la silla de palisandro, hago lo propio con la camisa, meto los zapatos en el zapatero, me miro en el espejo y me meto en la cama. Qué bien, recién hecha. Apago la luz. ¿He cerrado la puerta? Vuelvo a encender la luz, la puerta no está bien cerrada, sólo ajuntada, me da pereza levantarme, le daré otra oportunidad. Espero que hoy se porte con cariño. Sé que ella está fuera y no tardará en entrar, está esperando a que me duerma, maldita pécora, o mala, sí, creo que se dice mala pécora, no sé de dónde he sacado lo de maldita pécora, no, mala pécora, Zzzzzzzz.
En la oscuridad de la noche, la puerta se entreabre lo justo para que su estirada silueta se deslice en la habitación, de manera silenciosa se acerca a la cama. Silencio, sigilo, no puede ser de otra manera.
Él está dormido, su respiración es fuerte pero amable, sabía que hoy no tardaría en caer, cosa del ron, se está tan bien junto a él y sé que a él también le gusta mi compañía, me voy acurrucar a su lado. Qué confort, se me van cerrando los ojos, qué felicidad (la nuestra), me dejo llevar, me duermo.
No sé cuanto rato ha pasado y no soy consciente de dónde estoy. Estoy alterada, estoy totalmente cubierta por algo pesado, casi no puedo respirar, me agobio, es una trampa, todo está oscuro y un feroz animal me está atacando, intentan ahogarme, asfixiarme, tengo que defenderme; muerdo con todas mis fuerzas, noto el sabor de la sangre en mi paladar, dulce, inconfundible y reveladora, logro salir a gran velocidad del encierro. Aire. Al fin respiro. La puerta sigue abierta, me dirijo a la cocina y salgo por la ventana, siempre está entreabierta, es mi parcela de libertad, mi salida al mundo exterior. Tardaré en volver, creo que a media tarde ya se le habrá pasado. Era su pierna, soy una paranoica, es lo que hay.
Maldita mala pécora, me lo ha vuelto hacer. Me levanto, la busco, miro debajo de la cama, miro debajo el sofá, debajo de la mesa, se ha pirado, ella no está, se ha escapado por la ventana de la cocina. Me curo las heridas de la pierna, vuelvo a la habitación, retiro el edredón, lo que me temía, las sábanas que me regaló mi novia están manchadas de sangre. Maldita gata. Cuando la pille, cuando la tenga delante... Nunca más dejaré la puerta abierta.