viernes, 15 de marzo de 2013

RUIDO DE FONDO (3ª parte de 4)



Este año estoy de gira con una pequeña compañía rumana; la obra es La flauta mágica de Mozart, ocho representaciones, tres de ellas en España, en plazas menores, Málaga, Zaragoza y Linares. También daré unas cuantas charlas y unos didácticos con pianista.
Después de las actuaciones, suelo buscar un sitio donde tomarme una copa; sigo buscando el tonificante ruido de fondo. Me siento, como de costumbre, en el lugar más discreto del bar y, aunque el paso del tiempo no me ha castigado demasiado, ya no se acercan a mí, ya he perdido aquel imán que tantos gozos hizo llevarme; en su lugar oigo más el ruido de fondo y también mis pensamientos. Últimamente le doy vueltas a si hice bien siguiendo este oficio, dándolo todo para esto, todos estos años para encontrarme solo en el rincón de un bar de Cluj Napoca, haciéndome entender a duras penas.
Hoy he cantado en Zaragoza, ha sido un éxito de taquilla, nos va bien. Me siento delante del espejo, me estoy quitando el maquillaje; mientras paso la leche desmaquilladora, intento recordar dónde estaba aquel bar donde solían poner jazz, no es que sea una música que me entusiasme, pero en ocasiones siento que si no hubiese entrado en aquel coro me habría acabado gustando la música negra; cuando estoy en algún sitio donde se pone jazz, intento escucharlo, aunque sé firmemente que siempre me acaba aburriendo; de todas formas, tengo un buen recuerdo de aquel bar, conocí a un estanquero que tenía un amigo cantante en el coro del Liceo, no recuerdo a quién conocía, si a Juan, Manolo, Julián ¿? Ni idea, ¿qué más da? El sitio. Intentaré encontrarlo. En realidad, sólo busco un poco de ruido de fondo, tampoco puedo estar demasiado rato, el avión a Málaga sale a las cinco. Creo que estaba cerca de la estación (el bar).
En la puerta trasera del teatro Principal me despedí de mis colegas y, cuando me disponía a emprender aquella aventura investigadora, oí cómo alguien me llamaba, me giré y estaba ahí, era ella, habían pasado un montón de años, nos abrazamos y decidimos ir a cenar juntos. Cogimos su coche, había venido con una amiga, era otra chica del coro, yo no la recordaba demasiado, era amable. Cenamos los tres juntos, no paramos de reírnos. Les dije que les invitaba a tomar una copita en un bar de jazz que conocía, Julia dijo que estaba muy cansada y la llevamos a su hotel. Nos fuimos los dos a tomar la copa, ella era muy graciosa, es raro, pero me hacía gracia, aparte de su excelente sentido del humor, su poderosa voz, es una chica estupenda. Me llevó a mi hotel, cuando me iba a bajar del coche me abrazó y me metió aquella lengua contorsionista en mi boca, quizá buscando aquel pasado; su legua húmeda hacía mil acrobacias ya demasiado complejas para mí, hasta que mis lengüetazos empezaron a acoplarse a su velocidad, no me dejaba tregua, logré despegarme un momento, no mucho, la miré, se había reconvertido en aquella chica del año 86, igual de bonita, igual de seductora, es como si no hubiesen pasado los años, un sueño regresivo. Estaba a punto de llorar cuando ella se volvió a lanzar al ataque, no estaba seguro de lo que estaba pasando, nunca he sido muy avispado, de repente fue ella la que se separó, me cogió de las manos y me dijo - subamos a tu habitación. No sé cómo ni por qué, pero volvió a suceder, volvió a salir aquella mierda de mi boca – Hoy no es el día, no es el momento – Pero ¿qué coño estaba diciendo?, con la edad que teníamos, si no era ahora el momento, ¿cuándo? ¿Acaso me había convertido en un ser inmortal? y ¿ella ? Aún desde la ventanilla se volvió a enganchar como una ventosa a mi boca y, ¿cómo no?, le dije – No es el momento –. Me subí a mi habitación, empecé a pensar en lo sucedido, ella había recorrido 300 kilómetros para verme, había traído a una amiga para que le hiciese compañía por si fallaba el plan, la dejó en el hotel sola cuando debió ver claro que el plan había resultado, claro que no contaba con que yo nunca he sabido leer entre líneas, se abalanza sobre mí con recuerdos del pasado, me pide que nos acostemos juntos, lo que yo siempre había deseado, una obsesión que, aunque nunca había querido reconocer, me había estado persiguiendo durante toda la vida y posiblemente por esto estaba tan solo, y le digo que hoy no es el día. ¿Qué era eso? ¿Una venganza? Cogí el móvil y la llamé, tuvo a bien cogérmelo, se fue al lavabo para no despertar a Julia, ella susurraba con su espléndida voz de tenor. Le dije que me gustaría verla antes de irme, que me gustaría despedirme de ella y que le regalaría un par de discos en los que he participado. Me costó convencerla, pero accedió. Hoy no es el día, no te fastidia.
Al día siguiente apareció por el hotel, el sueño había pasado, ella tenía sus años y supongo que yo los míos, le dí cinco discos y me besó en la mejilla, le dí mi correo electrónico, nunca dijo nada. Al tiempo, la vi en Facebook y por eso sé algo de ella. Ahora sé que las cosas no suceden por casualidad. La vida me había preparado otro desenlace, la historia me deparaba otro final y me gusta. Claro que en aquel momento no lo sabía y me dolió dejar escapar aquel momento. Ahora en la lejanía lo recuerdo como un sueño agradable.