Este
año estoy de gira con una compañía rusa, sólo por España; para
la gira europea no cuentan conmigo y, además, me han pillado porque
pensaban que el sindicato español de artistas (no sé de dónde han
sacado esto) obliga a las compañías extranjeras a cubrir un cupo de
nacionales.
Cada
vez menos curro. Hoy Valladolid. No ha venido demasiada gente, hace
un frío que se saltan las lágrimas. Salgo a escena, canto mi parte
del primer acto, es un sexteto precioso. No puede ser, en primera
fila veo a una pelirroja que está jugando con su pelo, está
preciosa. ¿Es ella? Le pido a Juan que me sustituya en el último
acto, subo a camerinos, me desmaquillo a gran velocidad, me ducho y
salgo a la puerta principal. No puede haber otra mujer en el mundo
que mueva su pelo de esta manera, tiene que ser ella, ha de ser.
Suerte que no había mucha gente, la observo de lejos, quiero saber
con quién va. Es ella, está preciosa. Va con una señora mayor, las
sigo, entran en un portal, se me ha escapado. Siempre he sido un
torpe, habría podido saludarla sin más, veo cómo se enciende la
luz del tercero, vuelvo a contar los pisos, el tercero. ¿Tendrá
principal? ¿Y si no es ella? No puedo arriesgarme. ¿Llamo o no
llamo? No. De repente se abre la gran puerta de madera y asoma de
nuevo aquel precioso pelo rojizo. Es ella, no, quizá sólo se
parezca, ya son más de quince años sin verla, es posible que sea
otra persona, además ¿qué hace aquí, en Valladolid? No sé. La
sigo, está callejeando, hace mucho frío, se mete en un bar. Sola en
un bar. Entro, no entro, entro. Entro. Sólo entrar, me agarran entre
dos tíos y me preguntan por qué la estoy siguiendo. Intento
explicarme, en el forcejeo se me ha caído el sombrero. Entonces oigo
su cristalina e inconfundible voz - pero si eres Julio, soltadlo, le
conozco, pero ¿qué haces aquí? Le conté toda la historia, ella me
contó que en el noventa aprobó unas oposiciones en Valladolid.
Empezamos a beber y se dejó querer, nos besamos con pasión y con
dulzura, en ocasiones parábamos para mirarnos, ella hizo ese juego
con su pelo, estaba preciosa, volví a besarla, quería más y ella
me dijo - hoy no es el día, no es el momento. Que le gustaba mucho,
pero que no era el momento. Esta maldita frase me estaba empezando a
obsesionar. No sé si llorar o reír.
Al día
siguiente volví a Barcelona.
Este
año me voy a presentar para entrar en el Liceo. No giras, no
charlas, ocho horas de estudio diarias y tres días a la semana a
clases privadas. Se acabó el salir, se acabó el ruido de fondo.
A los
cuatro meses no echaba de menos aquel ruido de fondo. Quizá un poco.
Me compré un gato, demasiado silencioso. Me preparé a fondo.
Llegó
el día de las pruebas. ¿Sabéis quién estaba en el jurado? Da
igual, no la conocéis, o quizá sí, estuvo en 1986, ahora es mi
único ruido de fondo, me casé con ella. Sigue siendo preciosa.
Siendo objetivo, lo es más que antes y resultó no ser tan
inaccesible como aparentaba.