martes, 16 de julio de 2013

16 DE JULIO


19 de julio de 1991, bajé a un bar playero, pedí un café con hielo, estaba lleno de franceses y algún alemán, me encendí un cigarro. No paraban de hablar (los veraneantes). Algunos franceses creían en Charly, otros estaban con Luc. A los alemanes no los entendía, no sé qué opinaban, pero también comentaban en voz alta. Tanto hablar, tanta cosa, que yo también me enganché a la televisión. Ahí estaba, bajando, solo, tenía que demostrar algo al mundo, tenía que intentarlo, él sabía quién era. Los demás no sabíamos nada y él quería mostrarse y callar las críticas que hasta ese momento recibió.
Unos meses antes, por no decir unos años, se daba por seguro que era de gran calidad, pero que no servía para las grandes pruebas. Ja. Ja ja (para los entendidos visionarios).
Era increíble, se había juntado con un italiano y las caras de mis acompañantes de bar eran un poema, no se podían creer cómo sus favoritos iban perdiendo toda aspiración y, para mi regocijo, oí que a 32 kilómetros de meta, el chico que no valía para las grandes pruebas se ponía líder de la más importante de todas.
Las diferencias iban creciendo y aquel 19 de julio, tres días después de su cumpleaños, Indurain empezó a tallar su leyenda, el camino que le llevaría a ser el mejor ciclista de todos los tiempos. Aquella etapa se la regaló Miguel a su acompañante de escapada Claudio Chiappucci (Miguel es un caballero)
Cada año volvía a este bar para ver esta prueba, los veraneantes no querían pero Miguel me regalaba por mi cumple poder verle con el Maillot Jaune. Casualmente Miguel nació el mismo día que yo y como a casi todo el mundo, a mi también me sacó una buena ventaja ventaja, en mi caso un año.

Feliz cumpleaños, durante aquellos años me hiciste disfrutar mucho.