martes, 30 de julio de 2013

VIAJE AL PASADO



Viajar al pasado es ir a Manresa (por ejemplo). Es curioso que ya nadie en Manresa me conozca, hace 25 años no paraba de saludar, siempre me encontraba con gente que conocía, ahora ya no me conoce nadie y el que me cree conocer me recuerda distorsionado. La memoria es traicionera.
Llevaba cuatro días visitando el pasado, paseaba por la zona del Centro Hospitalario, cerca del museo Beatles (historia “The Beatles y yo” 12-06-2012). Pasando por la calle Flor de Lis, al fin, alguien me saludó, un tipo con mucho músculo se dirigió a mí, me llamó por el nombre que él pensó que era el mío, le miré, y eso que me llamó Jesús (yo me llamo Ángel). La cara de la mole muscular era todo sonrisa, se alegraba sinceramente de verme, creo.
Hola, Jesús. Se confundió de nombre. No cabe duda, éste es de los de la época de francés (mía), de los que me llamaban “el francés” (historia “Extranjero” 21 agosto 2012). Hola, Jesús. ¿Por qué Jesús? Le saludé, él me dijo su nombre, Juan Carlos – sí, hombre, de la calle Bruc. Él estaba sentado, le di una palmadita en la espalda, le dije que me alegraba de verle, en realidad no le recordaba, pero me dio buen rollo. Seguí mi paseo, estaba caminando sobre el lodo; en ocasiones un sabor, un olor, una calle o un “hola, Jesús” te puede transportar al pasado, puede volver a abrir una puerta cerrada y hacer jugar tu mente, revivir aquel olvidado recuerdo, ver la calle Bruc sin asfalto, encharcada, embarrizada después de la tormenta.
Me reencontraba con él en la calle Bruc, la calle aún sin asfaltar, él era pequeño, bajito y muy vivo (movido), vi como su padre, unos metros más allá, se metía en El Paraiso, un macarra de bar, en una ocasión le arrancaron un trozo de oreja de un bocado, un tipo violento que seguramente más... Podría estar horas contando historias (yo), de los elementos más destacados del barrio, me vienen varias a la mente. Por ejemplo, aquél que se cayó de su escondite y lo encontraron descabezado sobre un charco de su propia sangre en el tragaluz del edificio, la llegada del marido antes de hora fue el detonante de su muerte. Recuerdo a mi amigo Jesús encontrado muerto con la chuta en el brazo en su 850 sport delante de casa. O el animal que se comió la cabeza de un sapo vivo por una apuesta. O podría contar la historia del padre que le partió la guitarra al hijo delante de todo el mundo, harto de música, sabiendo que esto dolía más que una paliza, sabiendo que a la vez que la guitarra, le estaba partiendo el alma al chico. El barrio era difícil, pero a la vez curioso y lleno de vida, plagado de historias... Es posible que Juan Carlos esculpiese su cuerpo a base de gimnasio como defensa paternal.
Él estaba sentado en la acera con los ojos algo llorosos, el pie izquierdo metido en un charco, su padre posiblemente ya le habría dado el primer trago al primer quinto San Miguel de la tarde. Me daba un poco de pena, intentaba ser simpático, un chaval muy vivo (como casi todos los del barrio), me acerqué a él, hurgué en mi bolsillo, miré mis canicas, elegí dos de las marrones con aguas color crema, las canicas más preciadas en el barrio, les billes parisiennes que sólo yo tenía, se las regalé, le di una palmadita en la espalda, me miró con la misma sonrisa que hace unos minutos me ha concedido en la Calle Flor de Lis.
Sigo mi camino, paso por delante de la que era la casa de mi tía, un edificio entierra lo que era la vaquería donde mi tía iba a comprar la leche recién ordeñada.
Sigo mi camino, la fábrica de galletas ya no existe, echo en falta su olor.
Sigo mi camino, el asfalto está caliente, tengo que encontrar un sombra, hace mucho calor.
Sigo mi camino, paso por delante de la casa que tenía mi tío Ángel, también le echo de menos.

Sigo mi camino.