Este
es un nuevo compañero de clase, se llama Ángel y espero que le
tratéis bien. Entré por primera vez en aquella clase después de
las vacaciones de navidad. Curiosa cosa. La vida te lleva. Mi madre
me llevó.
Habían
pasado las navidades cuando Mademoiselle Marie entró en clase con un
niño cogido de la mano, tenía rasgos orientales (el niño).
Una
mañana, Masaki Akari nos enseñó a comer con palillos (teníamos 6
ó 7 años), qué curioso, qué felices. Aquel mismo día a primera
hora de la tarde, vino un hyppie melenudo y nos hizo una fotografía
(a la clase).
Entré
en clase, era verano, una de las últimas veces que iba a estar en
este aula, con estos compañeros. Los emigrantes nómadas (nosotros,
mi familia) íbamos a cambiar una vez más de zona, de casa y de
colegio. La encantadora profesora, Mademoiselle Marie, ya tenía
instalado en su mesa aquel pequeño armonio portátil. El sol entraba
por la ventana, Veronique estaba preciosa (como siempre) con su
melena rubia y sus ojos azules, sacamos nuestro libro de canciones y
empezamos a cantar dirigidos por Mademoiselle, qué armoniosos, qué
armonioso, qué felicidad (me gusta la voz de la maestra y cómo se
mete marcha con el armonio).
Empezó
el nuevo curso, el colegio era precioso, pero no recuerdo gran cosa
de aquel año; a fin de curso nos íbamos definitivamente, los
emigrantes regresábamos a casa (¿a casa?), volvíamos a nuestra
patria (¿nuestra?).
Llegamos
a casa de mi abuela. Qué mujer.
Después
del largo verano, me fui a clase. Nos pusimos en fila para entrar,
tomando la distancia de un brazo entre compañero y compañero,
después nos hicieron cantar el “cara al sol” (yo no me lo sabía,
no pasó nada, creo). Entramos en clase, ni armonio, ni armonía, ni
chino, ni Veronique, ni Mademoiselle. Una cuadrilla de chicos
desaliñados en una clase desaliñada y con el Señor Gtrssgdjdi (no
recuerdo su nombre, ni su cara); sé que era el relojero del pueblo,
dudo que tuviese ningún título que le autorizase (moralmente) a dar
clases a niños. Claro que peor era el de la otra clase, el señor
Antonio, falangista de pro que gustaba de fumar puros y de echar
siestas en clase, el que le despertaba recibía su merecido castigo a
base de golpes de regla en los dedos.
Cuando
llegó navidad, había perdido mucha sabiduría (sobre todo
matemática). A mi madre, mi descalabro intelectual no le pareció
nada bien y decidió cambiarme de colegio en navidades, algo poco
común.
Entré
a clase cogido de la mano de la señorita Valero – Este es un nuevo
compañero de clase, se llama Ángel y espero que lo tratéis bien
(me trataron bien).
Hoy
he visto la foto, ahí estamos, mirando a cámara, todos menos una.
En las repisas de las ventanas de cristal traslúcido se pueden ver
unos cocos, un ficus, un árbol navideño y creo que la caja de
madera es el armonio, también hay una pecera con sus pececitos de
colores, en los pupitres estamos los humanos; detrás está sentada
Mademoiselle, de los demás sólo recuerdo detalles sueltos, sus
nombres ya pasaron a la historia, menos el de Veronique (Masaki
Akari, es inventado). El que está al final a la izquierda era muy
tímido y el de su lado era bastante alto, delante de Mademoiselle
está... está... no lo recuerdo, parece buen chico, a su lado
Masaki, Veronique, la niña siguiente creo que era española, era muy
bajita, la podríamos llamar Paula, si fuese italiana la llamaríamos
Paola, la siguiente ni fu ni fa, en la 3ª fila a la izquierda un
chico italiano, muy pequeñito, creo recordar que se llamaba
Valentino, después hay dos y nos encontramos con la chica de las
trenzas, aseguraría que se llamaba Hélène, en una ocasión la vi
en el jardín de su casa y llevaba puestos unos sabots, no sé si es
por esto que la recuerdo como Hélène, este es un calzado que sólo
lo llevaban los del campo, seguro que tenía vacas o algo así,
recuerdo alguna cosa más de los demás pero no quiero ser pesado,
sólo que el rubio de la primera fila siempre iba con Veronique, los
dos más rubios de clase, eso refuerza mi teoría sobre las parejas y
las personas que nos atraen, pero esto lo cuento otro día.
¿Qué
habrá sido de toda esta gente? Ahora que la veo, recuerdo mi maleta
marrón y la esponjita para la pizarra con su funda de plástico
azul, el jersey es de los que hacía mi mamá con lanas pingouin y
¡menudas botas! de esas que se enlazaban con corchetes como las de
montaña. Ya vale, que no tengo final. Una cosa más, los de la
primera fila iban todos al mismo peluquero.