He
leído que George Duke murió hace dos lunes.
Estábamos
en Sabadell, durmiendo en casa de Marcos, después de haber tocado no
menos de veinte días seguidos y nos íbamos al día siguiente a
Andorra. Cogimos el R 9 rojo al punto de la mañana y partimos para
ver la actuación que aquella misma tarde iban a ofrecer George Duke
y Stanley Clarke. En aquellos años en los que me gustaba aquella
música comercial yo era muy fan de ellos.
Un día
que acompañé al Charles a Andorra, me pasó la grabación de
Brazilian Love Affair, lo escuché cientos de veces por placer y
otros cientos de ocasiones para sacarme aquellos bajos slapeados que
tanto me gustaban en aquel momento. Aquella Maxell de cromo seguro
que aún está por casa (unas cintas estupendas que comprábamos en
Andorra).
Llegamos
a la frontera de Andorra, no nos pidieron el DNI (suerte porque Pedro
no lo llevaba). Los vinilos estaban dando paso a los cedés, en
Andorra estaba petao de cedés buenísimos, me compré uno o dos, nos
tomamos una cerveza y fuimos al concierto.
Recuerdo
la canción Sweet Baby cantada con su vocecita (George); esta canción
siempre me retrotrae a una época, me vuelve a mostrar el rostro de
mi más grande amor juvenil y también el rostro de la amistad
inquebrantable, los paseos con ella y las aventuras con él. Puedo
ver a George Duke empujando con su barrigota un armado con dos
teclados, de tamaño considerable, en medio del escenario (los
técnicos de sonido iban de culo con los cables, intentando que no se
desenchufase ninguno), riéndose mientras sus manos volaban de forma
precisa por las teclas del Yamaha.
Nos
pedimos unas cervezas en un garito, estuvimos hablando del concierto.
Al llegar a la frontera, resulta que estaba cerrada, ¿cierran la
frontera? Acojonante. ¡Llevo una tienda en el coche! ¡al camping!
no veas lo difícil que es montar una tienda en la oscuridad. Vi un
par de estrellas fugaces. Pedí un deseo. Se cumplió.
Paramos
a tomar un café en Can Caballol, la casa en la que nació mi madre,
mi abuela y seguramente alguna que otra generación de mis
antepasados, ahora reconvertida en bar de carretera. Al despedirme,
les digo que soy hijo de la Maria y nieto de la Trini, se alegran, me
hacen una pregunta: ¿cómo se llama tu tío? ¿Ángel o Juan?, me
las quedo mirando extrañado ya que mi tío Ángel también nació en
aquella casa, además seguro que estuvieron en el momento en que el
cura de Castelnou de Basella le acristianó con aquel bonito nombre
(un día cuento el por qué de aquella pregunta).
Veo
aquella secuencia como si de un fragmento de película se tratase,
los rodamientos de la pletina Teac están en marcha, estoy solo en el
salón de casa, semitumbado en mi sofá de color azul, en una mesilla
un baso bajo con hielo, la botella de litro de Ballantines andorrano,
el paquete de Marlboro con sello azul andorrano, escuchando, una vez
más, la cinta de Brazilian Love Affair..
Últimamente
no te he escuchado mucho, pero siempre estarás en mi corazón,
gracias por haber existido.