QueridaMontse. 25
abril 1974
Quiero
felicitarte para tu cumpleaños y quiero decirte que te quiero mucho
y que eres mi mas amiga y que quiero hacer una cosa contigo para ser
amigas para siempre un pacto de sangre con una aguja pincharnos el
dedo y mezclar la sangre podemos acerlo en mi casa y seremos amigas
para siempre.
un
beso de Elena
Ya
está, mañana se la llevo al cole.
Miles
de mariposas recorrían su estómago. Agitada, guardó la postal de
felicitación y la propuesta de hermandad eterna entre las páginas
del libro.
Elena
bajó las escaleras de su casa como cada día, con la cartera y los
deberes hechos. En el libro de naturales, en la página 10, llevaba
la postal que le iba a entregar a Montse. Mientras se acercaba a la
puerta que daba entrada al colegio, una duda le embargó: ¿qué
pasaría si Montse no siente lo mismo?
¿Y si Montse no quiere
hacer lo de la sangre? Un temor recorrió su cuerpo, sólo de
pensarlo se ruborizó, la inseguridad le asaltó. Su mente funcionaba
a mil por hora. Temor a la negación. Ya se sabía, en aquel momento,
incapaz de entregarle el manifiesto. Decidió deshacerse del
manuscrito. Nadie podía verla tirándolo, tendría que buscar una
papelera alejada del cole; faltaban escasos minutos para entrar en
clase. Salió corriendo lo más rápido que pudo hacia la calle
Mayor, nunca había llegado tarde al cole y hoy no iba a ser la
primera vez. Mientras se dirigía a la papelera, la visión de
aquella urna metálica le hizo cambiar de idea, de esta manera no
tendría que enfrentarse a una respuesta inmediata de Montse, sólo
esperar a que lo leyera su amiga, que seguramente le contestaría a
solas o quizá con una nota; la idea le relajó. Se arrodilló
delante del buzón de correos, abrió el libro de naturales por la
página 10, sacó el escrito, abrió su estuche, sacó el primer boli
que encontró y apuntó en la postal la dirección (que se sabía de
memoria, como no podía ser de otra manera) de Montse; volvió a
dudar por un instante, pero finalmente introdujo su misiva en la
ranura.
Entró
en clase. Todo el mundo se giró para ver quién llegaba tarde:
Elena, al verse protagonista, enrojeció. Montse le sonrió.
Pasaron
varios días, Elena esperaba la respuesta pero nunca obtuvo respuesta
alguna, pasaron los años y el colegió se acabó. Cada vez se fueron
viendo menos y un buen día Montse dejó de existir, Montse se fue,
sólo tenía 20 años, demasiado joven. Con el tiempo, todo se va.
El día
23 de junio 1984 recibí una llamada de Montse, quería quedar para
contarme algo importante.
Entramos
en el Cavorca, pido dos cervezas. Montse se va a vivir a París con
un hombre 17 años mayor que ella, se va para casarse con un tal
Alain, que conoció el verano pasado. Por mucho que lo intento no
puedo alegrarme de su partida, de su pérdida. Pide dos cervezas.
Volvimos a Sant Joan, nos abrazamos, le deseé la mejor de las
suertes. Me giré para mirarla mientras se alejaba, me gusta su
caminar, tiene una gracia especial. Subí a casa, me metí en mi
habitación, decidí no salir a cenar. Aunque últimamente no nos
veíamos demasiado, ni hablábamos mucho, siempre la he sentido
cerca. Voy a echarle de menos. Rompo a llorar, no entiendo por qué,
pero no puedo evitarlo.
Le
sonreí desde mi pupitre, estaba roja como un tomate y llevaba las
rodillas sucias. Creo que es la primera vez que llega tarde. Está
guapísima cuando enrojece. Hoy es mi cumpleaños y todo el mundo me
ha felicitado, varias chicas me han entregado postales de
felicitación. Estoy muy contenta.
Estoy
nerviosa, es mi primer viaje al extranjero, me voy con tres
compañeras de la escuela de idiomas para perfeccionar nuestro
francés, ya tengo la maleta preparada, no sé si podré dormir.
París, un sueño.