miércoles, 9 de octubre de 2013

LA CARTA (1ª parte)



QueridaMontse.                                                                         25 abril 1974
Quiero felicitarte para tu cumpleaños y quiero decirte que te quiero mucho y que eres mi mas amiga y que quiero hacer una cosa contigo para ser amigas para siempre un pacto de sangre con una aguja pincharnos el dedo y mezclar la sangre podemos acerlo en mi casa y seremos amigas para siempre.

un beso de Elena

Ya está, mañana se la llevo al cole.
Miles de mariposas recorrían su estómago. Agitada, guardó la postal de felicitación y la propuesta de hermandad eterna entre las páginas del libro.
Elena bajó las escaleras de su casa como cada día, con la cartera y los deberes hechos. En el libro de naturales, en la página 10, llevaba la postal que le iba a entregar a Montse. Mientras se acercaba a la puerta que daba entrada al colegio, una duda le embargó: ¿qué pasaría si Montse no siente lo mismo? 
¿Y si Montse no quiere hacer lo de la sangre? Un temor recorrió su cuerpo, sólo de pensarlo se ruborizó, la inseguridad le asaltó. Su mente funcionaba a mil por hora. Temor a la negación. Ya se sabía, en aquel momento, incapaz de entregarle el manifiesto. Decidió deshacerse del manuscrito. Nadie podía verla tirándolo, tendría que buscar una papelera alejada del cole; faltaban escasos minutos para entrar en clase. Salió corriendo lo más rápido que pudo hacia la calle Mayor, nunca había llegado tarde al cole y hoy no iba a ser la primera vez. Mientras se dirigía a la papelera, la visión de aquella urna metálica le hizo cambiar de idea, de esta manera no tendría que enfrentarse a una respuesta inmediata de Montse, sólo esperar a que lo leyera su amiga, que seguramente le contestaría a solas o quizá con una nota; la idea le relajó. Se arrodilló delante del buzón de correos, abrió el libro de naturales por la página 10, sacó el escrito, abrió su estuche, sacó el primer boli que encontró y apuntó en la postal la dirección (que se sabía de memoria, como no podía ser de otra manera) de Montse; volvió a dudar por un instante, pero finalmente introdujo su misiva en la ranura.
Entró en clase. Todo el mundo se giró para ver quién llegaba tarde: Elena, al verse protagonista, enrojeció. Montse le sonrió.
Pasaron varios días, Elena esperaba la respuesta pero nunca obtuvo respuesta alguna, pasaron los años y el colegió se acabó. Cada vez se fueron viendo menos y un buen día Montse dejó de existir, Montse se fue, sólo tenía 20 años, demasiado joven. Con el tiempo, todo se va.
El día 23 de junio 1984 recibí una llamada de Montse, quería quedar para contarme algo importante.
Entramos en el Cavorca, pido dos cervezas. Montse se va a vivir a París con un hombre 17 años mayor que ella, se va para casarse con un tal Alain, que conoció el verano pasado. Por mucho que lo intento no puedo alegrarme de su partida, de su pérdida. Pide dos cervezas. Volvimos a Sant Joan, nos abrazamos, le deseé la mejor de las suertes. Me giré para mirarla mientras se alejaba, me gusta su caminar, tiene una gracia especial. Subí a casa, me metí en mi habitación, decidí no salir a cenar. Aunque últimamente no nos veíamos demasiado, ni hablábamos mucho, siempre la he sentido cerca. Voy a echarle de menos. Rompo a llorar, no entiendo por qué, pero no puedo evitarlo.
Le sonreí desde mi pupitre, estaba roja como un tomate y llevaba las rodillas sucias. Creo que es la primera vez que llega tarde. Está guapísima cuando enrojece. Hoy es mi cumpleaños y todo el mundo me ha felicitado, varias chicas me han entregado postales de felicitación. Estoy muy contenta.

Estoy nerviosa, es mi primer viaje al extranjero, me voy con tres compañeras de la escuela de idiomas para perfeccionar nuestro francés, ya tengo la maleta preparada, no sé si podré dormir. 
París, un sueño.