Siento no haber colgado la historia ayer martes 22, pero estuve sin internet.
Amazing Grace, versión de Charles Lloyd.
Voy a tomarme un café a Manresa, me siento en una terraza al lado
del Sibelius, me quedo mirando el piano blanco que adorna el
escaparate, está riquísimo (el café), hurgo en el bolso para
buscar un pañuelo, toco un paquetito, ayer fue mi cumpleaños, éste
es el regalo del marido de mi hermana, me olvidé de él, desenvuelvo
el pequeño paquete cuadrado, es una cajita blanca, la abro y dentro
veo una postal.
Me aburro. Hoy ya he acabado mi tarea, pero la obligación horaria me
obliga a estar aquí y aún faltan cuarenta minutos para salir; voy a
curiosear las cartas devueltas, me relaja. Hay cientos de cartas que
nunca llegaron a su destino, en ocasiones tengo la tentación de
abrir alguna y leer lo que pone en ellas, palabras que se perdieron
en el tiempo estacionadas en este cajón, pero abrirlas está
prohibido por ley. Cartas que deben esconder todo tipo de historias:
mensajes de amor, noticias de todo tipo, invitaciones de boda o
notificaciones de divorcios, reproches y halagos, secretos
familiares, encerrados eternamente en sobres cerrados. Cientos de
nombres y apellidos pasan delante de mí, personas que muchas de
ellas seguramente ni siquiera estén entre nosotros, cartas
acumuladas durante decenios. Me llama la atención una vieja postal
ya amarillenta, con la dirección escrita con boli rojo. Joder,
Montse Durán. Coño, se llama igual que mi cuñada. Sé que es
delito leer la correspondencia ajena. La verdad es que no tengo que
incumplir la parte visible del delito, no tiene sobre, nunca nadie
sabrá que la he leído, además, como no es una carta y no hay que
abrirla... No aguanto más, la ojeo; tiene fecha 25 de abril de 1974,
el texto en boli azul y la dirección en boli rojo, no cabe duda de a
quién va dirigida, es la dirección de casa de mis suegros. Miro a
mi alrededor, nadie me observa, los compañeros están concentrados
en su tarea de clasificación postal, cojo la postal y la meto en mi
mochila, no creo que nadie la eche de menos. Creo que va a ser el
regalo de cumpleaños perfecto, seguro que le hace ilusión. ¿Quién
será Elena?
Estoy desayunando en la terraza de L'Aroma, observo a la señora que
tengo a mi lado, me gusta su estilo disparatado, la ropa parece de
los setenta: botas altas, falda corta y el bolso parece hecho a mano,
las gafas que lleva le dan un aire intelectual que le favorece; está
quitándole el papel de envolver a un paquete, parece un regalo,
siento curiosidad, en ocasiones tengo este punto cotilla.
Es una postal con un aspecto... imita perfectamente a una postal de
los setenta con motivo infantil, que raro que a mi cuñado se le
ocurra regalarme algo tan retro, no le pega nada. Saco la postal de
la caja y le doy la vuelta.
Es una postal, me suena el dibujo, boli azul, boli rojo. No puede
ser. Pulsaciones a mil por hora. Es Montse. Conserva mi postal. Lleva
años observando mi postal.
No entiendo nada, una postal de 1974. Elena. Hay una nota de mi
cuñado – Esta postal nunca llegó a su destino, no llevaba sello y
eso impidió que fuese repartida, ha estado en un cajón de correos
durante 39 años. Debió ser escrita por una niña compañera tuya de
clase. Pensé que te haría ilusión recibirla. Feliz cumpleaños.
Ger.
Me acerco a ella - eres Montse, ¿verdad?
Una mujer se acerca a mí, me pregunta si soy Montse. ¿Es Elena?
- ¡Elena! ¡Qué alegría!
Nos sentamos juntas, como tantas otras veces habíamos hecho en
clase. Me pido otro té. Hablamos de lo de la carta, nos parece algo
muy bonito.
- ¿Qué casualidad, no?
- El destino.
- Estoy muy contenta.
- Yo también.
Hablamos de nuestras vidas. Veo que Montse suelta un imperdible que
lleva de modo decorativo en su bolso, me coge la mano y me pincha en
el dedo índice, una gota de sangre aparece en mi dedo. ¡Está loca!
No sé qué decir. Un simple vistazo a la postal me hace recordar el
texto, entiendo el pinchazo, es la respuesta afirmativa a la
propuesta de trasvase sanguíneo. Es el sí quiero ser amigas para
siempre.
- Has tardado 39 años en contestarme.
Estoy nerviosa, se pincha su dedo y hacemos el pacto. No sé porque,
pero tengo ganas de besarle. Me lanzo, la beso en la boca, miles de
mariposas revolotean por mi cuerpo, nunca antes había sentido nada
igual.
Decido hacer el pacto de sangre, lo deseo, cojo el imperdible que
llevo ensartado en mi bolso, le pincho en el dedo, se queda
sorprendida, sin palabras, ni siquiera se queja, pincho el mío y
mezclamos nuestros fluidos, el pacto está hecho. Elena me besa,
miles de mariposas recorren mi cuerpo, nunca jamás sentí nada
igual. Creo que estoy viviendo un flechazo.
- Montse, sé que te parecerá una locura pero te amo, creo que
siempre te he amado.
- Esto es muy extraño.
La vuelvo a besar, ahora son millones de aleteos.
Elena me vuelve a besar, no podemos parar, paso mi mano detrás de
su cabeza, no quiero que esto se acabe, locura de Amor, sólo ella y
yo existimos en este instante, millones de mariposas me alzan con
suavidad y me mantienen suspendida a dos palmos del suelo.
Ardo en deseos de empezar a vivir.