Los he
visto. Lugares, sitios disimulados, insignificantes espacios que
están a mi lado compartiendo domicilio, compaginando vida sin que
jamás haya llegado a profundizar en ellos (¿hasta hoy?). Seguro que
son fortalezas extraordinarias, brutales sedimentos que ni siquiera
la escoba logra deshacer; simplemente, en ocasiones, con suerte,
sospecho que logra cambiar su paisaje. Paisaje mutante, lo
suficientemente alejado de mi vista como para lograr ver algún
cambio significativo al paso de la escoba, aunque en realidad, si
pienso en ello, mi lógica me lleva a razonar que él transmuta a
cada pasada del pelo del cepillo limpiador. También estoy seguro de
que se renueva por las múltiples cosas que son arrastradas por la
brisa hogareña, en ocasiones provocada por el abrir y cerrar de las
puerta o ventanas o por el veloz ajetreo de la gata de angora que, a
su vez, deja caer alguno de sus pelos multicolores. Subdivisión al
azar o no. Menos de un gramo de peso, blanco, gris, marrón rojizo y
de nuevo blanco y gris, tres centímetros tricolor dividido en cinco,
posado en la zona oculta, ampliando, acumulando una nueva parte en el
paisaje casual, depositado al lado de cientos o miles o millones (no
lo sé, preguntad por ahí) de partículas de polvo que, tras su
acumulación junto a la humedad ambiental de esta primavera lluviosa,
han creado montículos, llanuras, valles y montañas.
Es muy
posible que se encuentren más cosas en los lugares ocultos que
conviven junto a mí. Espacio casi invisible, diminuto; a la vista,
una simple mancha marrón que sólo puedo identificar si me empeño
en explorar, que avisto si
apunto la mirada directamente a ella, que descubro si me acuclillo,
que sólo veo si indago. Misteriosos rincones que hoy han agudizado
mi imaginación, que han despertado una vez más al soñador,
rincones hogareños que me transportan a otros mundos, lugares
habitados por seres diminutos que seguramente desde su perspectiva
incluso vean horizontes infinitos, anocheceres y amaneceres, días y
noches ocasionados por el interruptor, interruptores accionados por
la punta de mi índice. Para ellos, el azar, para mí, mi voluntad.
Para mí, una mancha diminuta, quizá la deje crecer más.