Martes
día 9 de septiembre de 2014
Cae
sin parar, no es una cosa que dependa de mí, ni de nadie que
conozca, ni siquiera es consecuencia de lo divino. Creo.
Estoy
con Felipe y Lucía. Está muy contento (Felipe) con su nueva casa de
madera en el bosque y con el aguacero.
- Con
esta agua se ha demostrado que no hay goteras.
Una
cosa, la de las goteras, que preocupaba a Felipe. Claro que Felipe
nunca puede ser feliz durante demasiado tiempo seguido, nunca puede
estar feliz del todo y para romper este momento de felicidad que le
ha provocado el hecho de que la casa del bosque recién arrendada no
tiene goteras ha buscado el lado negativo a la lluvia que nos rodea,
se queja de que es demasiado tardía (la lluvia) para la aparición
de setas, ya que este lugar es de otoño corto (todo según Felipe) y
eso va a hacer que la temporada setera sea escueta, y además aún no
sabe dónde buscar y … ( después de estos puntos suspensivos
desconecté y me quedé alelado observando el tipazo de Lucía). El
Felipe es un pesado, en ocasiones me agobia y cuando se pone con lo
de las setas, más.
Llueve
y por la ventana se ve cómo se va formado un riachuelo, primero
transporta hojas y trocitos de ramas, agua trasparente, después
marrón. Truena y llueve, dentro de un rato parará y nos volveremos
a Zaragoza (Lucía y yo).
La
noche ha caído, el cielo es boca de lobo, ni luna ni estrellas; de
repente la pradera se ilumina, estruendos terroríficos que acompañan
a múltiples rayos que, a mí me parece, están cayendo muy cerca de
la casa. La luz de Endesa se nos ha ido, suerte que los relámpagos
permiten que nos veamos las caras, aunque sea de forma intermitente,
tiene su punto gracioso.
-
¿Hay velas?
- Sí.
-
Bien.
-
Dame fuego.
- No
tengo.
- Yo
tampoco.
-
Mierda.
-
Mal.
No
tenemos ni mechero ni cerillas, es el único momento durante los 14
meses y 10 días que hace que dejé el funesto vicio en que le he
encontrado algo positivo a fumar, si no lo hubiese dejado llevaría
mechero.
Es
tarde, decidimos quedarnos a dormir, ya volveremos mañana a
Zaragoza. Acostarnos, ¿dónde? Aún faltan casi todos los muebles,
sólo hay una cama, bastante grande pero sólo una, el sofá no ha
llegado, las camas de la habitación de invitados tampoco, mañana
llega el camión con los muebles. No queda más remedio que meternos
los tres en la misma cama. Luz relampagar intermitente, nos vamos
quitando ropa para meternos en la cama. No sabemos en que orden
estaremos mejor, Lucía propone ponerse en medio, nos parece bien.
Suerte que ha refrescado.
Miércoles
día 10.
Amanece,
bueno, amanece para mí, ellos siguen durmiendo, Felipe está
destapado, tiene pelo por bastantes partes del cuerpo, como si fuesen
islas, desagradable (la imagen). Lucía está tapadita y boca arriba,
está preciosa, abre los ojos y me sonríe.
Nos
levantamos, ha parado de llover, decidimos bajar al pueblo para
desayunar. Nos metemos en el Duque de Calabria. Felipe nos pregunta
si podemos quedarnos para ayudarle a instalar los muebles, le decimos
que sí (Lucía nunca tiene un no para Felipe). Suena el teléfono de
Felipe, habla, cuelga. Nos comenta. El de los muebles vendrá mañana.
Hemos
comprado mecheros y cerillas y jamón (de cosecha propia) en jamones
Roqueta (la lumbre también la hemos comprado en Roqueta y hemos
echado una primitiva) son un matrimonio muy simpático, después
hemos comprado una hogaza en el Horno. Está claro que hoy también
nos quedamos a dormir. Mañana ya veremos si nos vamos. Llegamos a la
casa de la pradera, la luz a vuelto. Bien.
Jueves
día 11.
Lucía
se había levantado y Felipe estaba abrazado a mí muy fuerte y …
Me levanté. A las 12 del mediodía llegaron los muebles. Han dado
las dos, montamos la mesa, tres sillas, descorchamos una botella de
Moët y nos zampamos unos embutidos de la zona, con jamón de la
zona, con un pa amb tomaquet con aceite de Calaceite, el jamón está
buenísimo.
Colocamos
poco a poco los muebles, pero a Felipe siempre hay algo que no le
gusta como queda y lo cambia de lugar, así pasamos todo el día.
Cenamos en el salón. Nos vamos a dormir, al fin en la habitación de
invitados, junto a Lucía.
Viernes
día 12.
Por
quinta vez cambiamos los muebles de sitio, el salón vuelve a ser la
habitación de Felipe. Me aburro. Se pasa el día poniendo el sofá
aquí, allí, las camas en este habitáculo.
- los
jarrones no tienen flores, la vajilla no es la que pedí y las cestas
no son artesanas y... Uff. A ver si nos vamos.
Felipe
saca una libreta de tapas gruesas y duras de color verde, pasa unas
hojas y dice: el día 15 va a haber una eclosión de setas en Gyuhf
(Felipe siempre se inventa el nombre de los sitios y a mí me lleva
con los ojos vendados hasta el bosque), pero seguro que mañana ya
habrán salido algunas. ¿Os apetece que vayamos de excursión? Miro
a Lucía, se le han encendido los ojos.
- Lo que daría algún aficionado a las setas por esta libreta. Jijijiji.
Sábado
día 13.
Desayunamos,
manzanas, té endulzado con estevia, jamón Roqueta y unas tostadas
con mermelada de cereza (hecha por Lucía). Emprendemos la marcha a
las 10, subimos a Aljfjryt (nombre clave del pueblo), visitamos el
pueblo, entramos en el restaurante El Rancho Grande, nos tomamos unos
cafés y pedimos tres bocatas para llevar. Nos subimos al coche, me
vendan los ojos de nuevo, al salir del pueblo, me da permiso para
destapármelos (me fastidia el tema, pero es lo que hay), el paisaje
es especialmente bonito. Entramos en el bosque, hay bastantes setas,
sólo llevamos una cesta, por lo cual en media hora ya decidimos no
recolectar más, pero igualmente seguimos paseando, nos sentamos en
una gran piedra y nos comemos los bocatas. Después seguimos
caminando algo más, vemos setas, pero no las recogemos. Felipe y
Lucía sacan fotos. De vuelta a casa paramos en una tienda de Adidas,
me compro unas Stan Smith, mi madre me compró mis primeras Stan
Smith con unos 16 años y siempre que veo unas me recuerdan a mi
madre y durante muchísimos años seguí comprándome este modelo de
bambas, dejé de hacerlo cuando le pusieron la punta de plástico,
buaggg, pero esas que me he comprado son todas de cuero, de paso le
he comprado otras a mi hija, que seguro no le gustarán nada, pero
cuando mi mamá me compró las primeras, yo era más de John Smith.
Que me lío. Estamos a las afueras de Mora de Rubielos, se lo he
preguntado a la dependienta (si lee esto es Felipe, me veta). Las
bambas valen 19 euros. Nos vamos a casa.
Nos
cenamos un variado de setas y al fin, después de la cena, regresamos
a Zaragoza.
Siento
no haber colgado historia el martes pasado, pero es que en la casa de
Felipe no hay internet.
La semana que viene colgaré una historia, lo de hoy es sólo un trozo de mí diario, no he tenido tiempo de escribir otra cosa. Un beso.
La semana que viene colgaré una historia, lo de hoy es sólo un trozo de mí diario, no he tenido tiempo de escribir otra cosa. Un beso.