martes, 29 de enero de 2013

VIDAS PARALELAS


Lo dije serio y convencido. Mi hermano me miró con la cara desencajada, nunca le había visto de esta manera, sus ojos inyectados en sangre contenían kilos de odio. Me dio miedo. Entonces se abalanzo sobre mí y me cogió del cuello (también me metió un dedo en el ojo).
Íbamos hablando, era el primer día de cuarto, era la primera vez que vestíamos de distinta manera.
Íbamos hablando, era el primer día de instituto, era la primera vez que íbamos a ir a clases diferentes.
Nos veíamos a la hora del recreo, también le esperaba a la salida. Normalmente, su clase salía algo más tarde, su pabellón se encontraba más alejado.
Me suplicó que le hiciese el examen de mates. Yo acepté y le propuse que podríamos prepararnos cada uno la mitad de las pruebas, yo haría el de mates y él el de gimnasia, yo sociales y él inglés.
Nos iba de perlas. El único problema surgía cuando alguna vez coincidían exámenes, entonces había que enfermar y no ir a clase. Eso era un poco lío, ya teníamos pillada la letra y la firma de mamá (para la nota exculpatoria), pero pasar toda la mañana solo por ahí era un riesgo y un rollo; el riesgo era que te viese alguien que te conociese y un aburrimiento estar sin hacer nada durante tantas horas; estos fueron los motivos por lo cuales empezamos a disfrazarnos. Todo empezó con una simple gorra, pero no era suficiente. Un día leí lo del curso de maquillaje para cine y teatro, lo impartía una chica que venía de Zaragoza (España), Ana Bruned. Aprendí un montón. Practiqué con mi hermano al cual utilicé como conejillo de indias, así logramos hacer grandes progresos (con el tiempo me he apuntado a varios cursos más). Para poner a prueba los conocimientos adquiridos, disfracé a José Mário de cartero; trajo un paquete certificado a casa (la dirección no coincidía con el nombre), la puerta la abrió mi madre y no le reconoció.
Así, cuando nos coincidían exámenes, mientras uno no iba a clase, el otro podía pasear libremente por la ciudad sin ser descubierto por nadie. La sensación es extraña, vas observando a la gente tal y como es, mientras tú eres otra persona. Los que te miran, en realidad, ven una falsedad, una mentira, pero para ellos eres real, y verdaderamente soy real, pero una farsa; tengo una silueta, tengo una cara, tengo voz y tengo hambre, pero soy un farsa. Quizá alguno de los que veo son también una farsa, pero la posibilidad de que lo sean es mínima, desconozco el porcentaje, pero supongo que la gente que se maneja disfrazada por la calle (excepto en carnavales) no es mucha. Sí es cierto que hay gente que se disfraza cada día, pero mínimamente. Yo me refiero al disfraz total: ir de una guisa que cambie totalmente tu tú. Aclaro el tema. Hay mucha gente que cambia bastante su aspecto por medio de un estilo de maquillaje o tiñéndose el pelo o poniéndose una peluca o peluquín o poniéndose un sombrero o dejándose bigote o barba, eso son disfraces que siempre están con la persona que los utiliza, eso no lo catalogo como disfraz, lo hacen para mejorar su imagen y no para esconder su verdadero yo, no son disfraces cuyo objetivo sea convertirse en otra persona de cara a la humanidad.
Terminamos el instituto con notas espectaculares. Después llego la universidad, él hizo magisterio de educación física, además de sacarse el carnet de entrenador de fútbol (le seguí haciendo algunos exámenes), yo me hice fisio.
Nos seguíamos disfrazando (él cada vez menos), eramos unos verdaderos genios del disfraz (él menos), le entró el punto ese de conseguir la fama, de ser un entrenador de renombre y eso quería conseguirlo con su cara, quería que todo el mundo lo reconociese, quería ser famoso.
Nos fuimos de viaje juntos, nos fuimos a Brasil (por el idioma) a entrenar un pequeño equipo de fútbol. No sé cómo José Mário contactó con ellos, pero allí estábamos, él de entrenador (no se le daba nada mal) y yo de fisio. Estuvimos más de un año en aquella pequeña ciudad. A él le entusiasmaba el deporte, practicaba varios, no sólo fútbol, también jugaba a baloncesto, balonmano y en alguna ocasión al tenis; la verdad es que no era muy bueno en ninguno, siempre practicaba deportes de grupo, yo creo que lo que le iba era el momento de las duchas, en eso no nos parecemos, yo soy de chicas y os puedo asegurar que aproveché aquella estancia brasileña para mejorar mi formación sexual y mis disfraces, en ocasiones repetía con la misma chica con distintos aspectos, aunque me empecé a aficionar a llevar uno más que otros. Curioso. Me sentaba bien.
Faltaban cuatro meses para acabar la liga y de repente mi hermano se empezó a portar como un verdadero macarra, empezó a tener muy mal rollo con el vestuario y con la directiva, la gente nos odiaba, la gente nos insultaba por la calle (a mí también, era clavado a él). Entonces es cuando empecé a sopesar cambiar de aspecto para siempre, un disfraz para siempre. José Mário me comentó que la siguiente temporada entrenaríamos en Portugal (no sé de dónde saca los contactos). Ganamos la liga pero os puedo asegurar que esta tensión no me iba para nada.
Antes de partir, hubo un accidente, un autobús con turistas se había despeñado en la carretera del Canto. Estaban buscando voluntarios para ayudar; me monté en el camión de los ayudantes (yo disfrazado) y nos dirigimos hacia el lugar. Estaba lleno de gente, nos metimos en el bus, empezamos a sacar supervivientes. Cuando llegaron las autoridades, me mezclé con los heridos. Quisieron llevarme al hospital, pero les aseguré que estaba bien y que no hacía falta, que tenía prisa por llegar a la ciudad, que pertenecía al Cornhias y que era la fiesta de final de temporada y las celebraciones por el título conseguido. Tomaron mis datos y me dejaron ir. La noticia llegó a España y yo salía en la lista de heridos, mi madre llamó muy asustada, mi hermano habló con ella (yo ya había trazado un plan con José Mário), le dijo que yo había recibido un fuerte golpe en la cara, pero que estaba bien. Los medios de Portugal llamaron a mi madre y ella explicó lo que José Mário le había dicho. Había decidido adoptar aquel disfraz para siempre y esta circunstancia (la del accidente) la iba a aprovechar para llevar a cabo mi plan de cambio de identidad, cambiar de aspecto a perpetuidad; no quería parecerme a mi hermano, no quería que me confundiesen con él, algo en su circuito neuronal no acababa de funcionar, su decisión de hacerse famoso a cualquier precio le estaba afectando y yo no quería llevarme ningún golpe extra, no quería recibir lo que no me merezco.
Volvimos a casa. Primero fuimos a visitar a mamá. Al verme, no me reconoció. Cuando le dije que yo era Cristiano, se echó a llorar, la abracé y se calmó.
José Mário me dijo que la temporada que viene nos íbamos a Barcelona. Le pregunté a qué equipo, me dijo que al Barcelona, yo lo flipaba - Si sólo has entrenado a equipos de medio pelo – No te preocupes, ya tenemos casa y trabajo para los dos, me han fichado de traductor, he tardado bien poco en ir a parar al equipo de mis amores, es cuestión de tiempo que me convierta en el primer entrenador y cuando lo sea, me convertiré ante los ojos del mundo en el entrenador más grande de la historia moderna del fútbol. Jajajajajajaja. Al oírle, ya no me quedó ninguna duda de que entrenar no le iba nada bien para su salud mental.
Estuvimos un par de años en Barcelona, ahí empecé a sustituirle de vez en cuando como traductor, sólo en las sesiones de entrenamiento con el segundo entrenador. Era un rollo, porque tenía que cogerme la baja.
Volvimos a Portugal, al fin de entrenador. Un día, en un partido de cierta relevancia, me pidió que lo sustituyera, yo no quería, pero me convenció, me dijo que no hablase con nadie y me pasó los cambios que debía hacer, yo le dije que no podía entrar ahí sin hablar con nadie, él me dijo que nadie lo encontraría raro. Ganamos 3 a 1. La rueda de prensa la dio el segundo, yo estaba “afónico o enfadado o raro o era una táctica”, no me quedó claro. En uno de los entrenamientos que hice de sustituto, conocí a una chica fantástica, fabulosa, salí varias veces con ella (ya no era tan fantástica ni fabulosa). Le rogué que no volviese a los entrenamientos. A los meses de vernos, un día me dijo que iba a tener un hijo, que estaba embarazada, me quedé de una pieza, ella me dijo que iba a seguir con el embarazo y que no le importaba ser madre soltera. Me quedé mudo. Me fui a hablar con mi hermano, le conté el caso, le dejé claro que todo había sucedido con su aspecto, que el padre era yo, pero que en realidad el padre de cara al mundo era José Mário Mourano y que no le extrañase que tarde o temprano la cosa estuviese en la prensa; tamaña noticia le hizo salir del armario y me dijo que se casaría con ella o, mejor, que yo me casaría con ella en su nombre, ya que no quería saber nada de viaje de novios, que de vez en cuando nos cambiaríamos para que no notase nada. La has cagado, pero me vendrá bien tener mujer e hijo (dijo José Mário).
Llevábamos años de éxito, pero yo ya estaba aburrido de esta vida, yo quería cambiar y él cada vez era más insoportable, en ocasiones tenía que ir yo a dar las charlas a los jugadores, que ya no lo aguantaban, otras veces tenía que ir a hablar yo con el presidente y alguna que otra entrevista y no hablemos de los jueves, los jueves tenía que hacer de padre y de amante, su mujer estaba también desquiciada y sólo entrar en la habitación me asaltaba como una fiera, durante y después del acto me daba unas charlas que no veas, no me extraña que a José Mário se le haya agriado el carácter, me siento culpable, y eso es lo que ha hecho que retrasará tanto mi decisión de irme. Mi hijo, su hijo es muy majo y con él me lo paso muy bien, creo que para José Mário es un refugio, su refugio, creo que es con la única persona que se lleva bien, la única persona a la cual no odia.
Me soltó el cuello y me suplicó que me quedase hasta final de temporada, que este año iba a ganar la Champions, que me necesitaba, que lo jugadores necesitaban de mis charlas, que después de la temporada volveríamos a hablar. Yo, tosiendo, asfixiado, con dolor en el ojo y asustado, le miré y le dije que sí y que no, que me quedaba hasta final de temporada, pero que después de esto me iría para no volver al fútbol. Quiero vivir, no quiero participar en tu suicidio, no quiero estar cuando estés solo, no quiero verte acabado y hundido, te estás alejando de la realidad. Quiero otra vida, esta es la que elegiste tú para los dos, yo quiero poder elegir mi camino. Si tú quieres vivir entre espinas, me parece bien, pero yo quiero estar rodeado de flores. En junio, me iré.

Cualquier parecido que tenga esta historia con la vida real  es pura coincidencia. 

martes, 22 de enero de 2013

DESEO, DESEO Y DESEO.


Fotos Ángel Fernández Balasch. Audio - Andando, Perico Sanbeat ,saxo, Javier Colina, contrabajo y Marc Miralta, batería.



Voy a ver si está en la biblioteca.
Salgo de casa, hace un viento considerable, eso de vivir en la avenida de Valencia es un asco, me voy a meter por Alcalde Burriel a ver si hace menos aire. Parece que me apetece algo de comer, calle San Antonio María Claret, voy a ir al horno Sebastián (Mari Carmen es de Borja). Bizcocho de naranja y chocolate (artesano), buenísimo.
Sigo la excursión a la biblio.
Paso delante del Abdul (Mr. Dumbo), el falafel con su pan de pita está buenísimo. Recuerdo perfectamente la primera vez que entré, más o menos el año 88. En aquel tiempo era un burguer, algo especial pero aún no hacía nada de estas comidas con especias exóticas, comidas con sabor mediterráneo, comida siria: hummus, berenjenas, la pizza picante. Sin olvidar que, si no te gusta esta comida, puedes comer las estupendas papas bravas (patatas cortadas y peladas de la casa) o una hamburguesa (también de la casa), bastante económico.
Sigo mi camino.
Paso por delante de la tienda donde compro las semillas de sésamo y otras cosas naturales o naturistas. Me paro en el semáforo, faltan 27 segundos para poder cruzar, han cerrado el LIDL, lástima, latas, vinos, aceite, guantes, botas de agua, botas, anoraks, pantalones impermeables, sartenes, rotuladores, pasta, arroces, cartulinas y paseítos para ver las novedades .
Cruzo la avenida Goya (Francisco). El zapatero remendón también hace copias de llaves. Giro a la izquierda, por Cortes de Aragón, entrada lateral del mercado Teruel, pasaje Goya, cruzo, un quiosco, Valdés se va, cruzo, la fotocopistería posiblemente más económica de Zaragoza, del barrio seguro y hay un montón (zona universidad), son superamables (en lo de las fotocopias). Me meto por la calle de las fotocopias, no recuerdo el nombre (de la calle). Cuando se vendían discos había una tienda de discos, ahora es de prendas deportivas. Giro a Dr. Cerrada. Voy mirando. El Secreto de Ninette, una tienda llena de juguetitos muy recomendables. En la puerta de los tatoos hay un tipo muy tatuado, hasta la cara, me parece que tiene unos cuernecillos, deben ser de esas bolas metálicas que se ponen debajo de la piel.
La biblioteca.
Me meto en el ordenador, deseo que esté, está, ni siquiera la crisis ha podido con él (con el tipo que trabaja en la biblioteca y le gusta Eduardo Mendoza y hace que todos sus libros estén aquí, pienso que es esto o es un milagro), el último libro de Eduardo Mendoza, El enredo de la bolsa y la vida, ya lo tengo, a reírse un rato.
Salgo de la Biblioteca con mi libro debajo del brazo, me pita, vuelvo a entrar , vuelvo a salir, me pita, vuelvo a entrar, me pita, vuelvo a salir, me pita, el guarda da el visto bueno ( si te pita cuatro veces es que no estás robando nada).
Me meto en la calle Fita, al final de la calle una tienda de muebles, son muebles de palisandro, flipantes. Entro, me compro un fular, el dependiente me da una explicación muy detallada sobre los muebles, todos ellos con el fondo macizo, muebles para toda la vida y cinco vidas más, importados de la India, algunos diseños son propios, el chico que me instruye es el dueño y el diseñador, también tiene un montón de alfombras. Salgo con mi fular enredado en el cuello, hace un cierzo muy bestia.
Me meto por la calle Princesa, giro por la calle Carmen, vuelvo a estar en Goya, cruzo, me meto en Valencia, aquí sí que hace aire, me cuesta andar, me meto en Fueros de Aragón, subo por Lorente intentando escapar del maldito aire, no lo consigo. Paso delante del Chaflán, el dueño es del Bierzo, está cerrado, se ha pillado unos días de fiesta, es pequeño (el sitio, el dueño también) pero se está muy a gusto y las tapitas están deliciosas, especialidad en vinagres, no olvidar la de pulpo, los quesos y las tostadas. En el Chaflán suelo quedar con mi estanquero particular cuando le pido tabaco (puto tabaco, qué poca fuerza de voluntad tengo). Hoy he quedado con él (hola, Juanjo ¿qué tal? hoy bajaré un ratito al Rag, igual nos vemos) en el Artigas, miles de tapas variadas y partidos de fútbol; para probar todas las tapas y raciones del sitio tendrías que ir a diario por lo menos durante 15 días seguidos a un promedio de tres al día (tapas); uno de los dueños es del Barcelona y eso se puede ver en las paredes del garito. Desde que no se fuma en los bares, han mejorado todos.
Sigo mi camino.
Paso de ir a casa. La Taberna del Blues está cerrada, abre a las siete, copas, música y ambiente agradable, muy acogedor (no sé si lo leerás, pero por si acaso - hola, Marcelo,).
Me dirijo a Bretón, entro el El Emir, un vinito de Rueda y la tapa de jamón y cebolla (espectacular), cojo el Periódico de Aragón, hoy me atiende Toño. Se sienta un tío alto, batrácico y algo calvo a mi lado, me pido la de gamba con pimiento verde (buenísima), sin duda los mejores fritos de la zona. El de mi lado empieza a hablarme de fútbol, me cuenta que nadie entiende a Mou, no le estoy haciendo mucho caso. Un brasa importante, se está poniendo muy pesado y empieza a alterarse, tira su bebida, deseo que se vaya, lo echan del bar, me pido una salmuera y otro vino.
Leo el horóscopo, me asegura que hoy se me concederán tres deseos (verdá que fuera). Lo que más deseo en este momento es que pare el cierzo. Me despido de Toño e Iñaqui. Se ha nublado, el aire ha parado, me alegro, me voy a dar una fiesta para celebrarlo, me voy a comer al Festín de Babel. Giro en la calle San Antonio María Claret, el tipo de antes (el pesao) está en la Papa Arrugá haciendo aspavientos con los brazos, creo que se dirige al camarero.
Sigo calle abajo, el Festín, Sergio no ha abierto, es martes, los martes sólo da cenas. Hasta luego, Puri.
Calle Fueros de Aragón, me meto en el Mil Tallos, restaurante vegetariano, como el menú, riquísimo (sólo por 7 euros con té y bizcocho), me tomo un té negro, escribo esta historia y os la envío. Alberto ¿ me pones otro té?

martes, 8 de enero de 2013

ME PARECE AZUL

Foto de Ángel Fernández. Gnawa Blues, Perico Sambeat, Javier Colina y Marc Miralta


Como cada mañana, suena Gnawa blues, abro los ojos, levanto la persiana, entra la luz del nuevo día. Me quito el pijama de seda azul, dejo que caiga al suelo de azulejo azul, me meto en la ducha, dejo que el agua recorra mi cuerpo, echo un chorro de gel de lavanda sobre mi esponja marina, azul marino, el gel es azul. Cojo la toalla azul, me seco, me pongo la bata azul, me tomo un té azul. Me miro en el espejo, estoy sin ropa, me gusto. Pongo el disco Blue Train. Me pongo ropa interior azul, tejanos super ajustados y camiseta, trapos azules que ya había preparado la noche anterior.
Salgo a la calle, levanto la vista, el cielo está despejado, ni una sola nube. Cielo azul. Cruzo la calle Joan Miró, una vista preciosa del mar azul. Los albañiles, en la plaza del ayuntamiento, están marcando el suelo con azulete. Líneas rectas. Siempre me ha gustado cómo quedó el ayuntamiento después de la reforma, el contraste del añil de las ventanas con la fachada color arena arábica. Bien.
Llego al hotel, entro, Juan me acompaña a una habitación y me cambio. Dejo mis ropas en el armario, cojo una toalla azul. La arena quema, suerte que llevo las chancletas cobalto, extiendo la toalla, dejo las chancletas a un lado, me quito el sujetador del bikini (azul) y me sumerjo en las saladas aguas. Azules.

martes, 1 de enero de 2013

PARA ESTA NAVIDAD, UN CUENTO



Estoy volando.
Retilgrog, éste es el nombre de mi planeta. Los últimos 500 años fueron un sin vivir, la ciencia tenía que avanzar a gran velocidad para permitir nuestra supervivencia. Primero fue el gran acuerdo, después nuestra ciencia logró la inmortalidad. Demasiada gente.
Hacía ya más de 2000 años que el dinero había dejado de existir. La ciencia había avanzado demasiado, y eso que intentaron evitarlo (el crecimiento científico), se dieron cuenta de que era contraproducente para sus intereses (ricos y poderosos), empezaron a mover sus hilos en gobiernos, universidades y empresas, colocaron de rectores universitarios, de jefes de proyectos científicos y de gobernantes a mediocres, los que manejaban los hilos planetarios buscaron a gente que cubriera sus objetivos, que culminaran su nuevo plan. El primer paso fue dar relevancia a cierta gente, que por supuesto se creyeron especiales, les dieron notoriedad a ciertas gentes escogidas de manera minuciosa, todos ellos con un perfil común, eran mediocres y sin escrúpulos, sin ningún tipo de ética, lelos a los que premiaron, a los que presentaron a la sociedad como grandes. Y lo grave no es sólo que la sociedad, en un principio, se creyese que eran gente inteligente e incluso necesaria para arreglar los problemas de convivencia y fatalidad que nos rodeaba, lo duro era que esos personajes se creyeron que eran especiales, únicos y los mejores, se pensaron que los demás no se enteraban de nada y que lo que ellos proponían era lo correcto, lo imprescindible, que pasarían a la historia como los colosos que todo lo solucionaron. Recortaron las subvenciones científicas, hicieron la vida imposible a las gentes de más valía, dejaron sin trabajo a millones de personas, bajo la promesa de que todo se arreglaría, que era cuestión de tiempo, que era momento de abrocharse el cinturón, de recortes, que todo se solucionaría en un par de años, pero no lograron evitar lo inevitable. Avaricia. La mano de obra ya no era necesaria, fueron ochenta años de dolor y hambruna, la gente que tenía negocios no quería bajar su nivel de vida, los obreros eran cada vez más pobres, la clase media fue desapareciendo paulatinamente, pobreza total, los ricos cada vez eran más ricos. Pero eso no pudo continuar. El canibalismo se impuso en los barrios donde el hambre se instaló, en los lugares del sur la desnutrición estaba instaurada hacía ya cientos de años, la violencia estaba a la orden del día, asesinatos y robos continuos; los efectivos policiales, que cada vez eran más y más corruptos, no daban abasto. Entonces el descontrol fue total, la sangre se extendía y la violencia deterioró todo el planeta. La muerte del presidente de la república de Lacradia (el país más poderoso) de manos de su propio guardaespaldas fue un antes y un después, el ejemplo prendió como la pólvora y, por mucha seguridad que tuvieran los poderosos, fueron cayendo de uno en uno; los últimos abandonaron sus bienes, el dinero dejó de tener valor y entonces fue cuando apareció Stricton, la persona que lideró el camino a la paz y al bienestar, la gran comuna se impuso y el sentido común y la ética empezaron a gobernar nuestro mundo.
El nuevo mundo.
Muchos años pasaron hasta organizar la igualad humanitaria total. Costó su tiempo que la gente fuese solidaria. Fue complicado ubicar a las personas en tareas que les gustasen o fuesen necesarias, la telaraña planetaria era muy compleja. Pero, al fin, se impusieron la lógica y la igualdad, la desaparición de los ejércitos y de la propiedad privada. Un único gobierno que iba cambiando cada cierto tiempo y una policía universal que también iba cambiando, ésta por edad de los efectivos o por malos hábitos. Y lo más importante: una única ley, cierta y auténtica.
El apoyo a la ciencia fue total, fe ciega y creencia absoluta en que los logros científicos debían ser la piedra angular de esta nueva sociedad. La ciencia avanzó y avanzó, no tardamos demasiado tiempo en conseguir la inmortalidad (ayudó mucho en ello la desaparición de las grandes empresas farmacéuticas). El aire volvió a ser totalmente puro, las aguas también, las conversaciones también, llegaron las ciudades sin ruidos, desaparecieron las cerraduras, volvieron las bicis sin candados. Fueron años muy felices para la mayor parte de la gente.
Cuando las enfermedades dejaron de matar y los accidentes graves eran casi inexistentes, llegó el primer gran problema de la nueva era: la superpoblación. La primera medida fue la esterilización (efectiva y suficiente). Era obvio que llegaría un punto en que la población sería de aspecto envejecido. Había que buscar una solución. Entonces, todos los esfuerzos de nuestros científicos, fueron conseguir frenar el envejecimiento, y lo consiguieron en menos de un año. En realidad, el freno total fue algo más paulatino. Ya los primeros fármacos conseguían que diez años vividos se mostraran en nuestros cuerpos como uno, eso a la gente mayor de cuarenta, en realidad entre los cuarenta y los sesenta. El efecto entre las personas menores de cuarenta con pelo rubio era de cada nueve, uno. Curiosamente, a las personas de las mismas edades y con el pelo de otro color era de cada siete, uno, siendo esto sólo en esta franja de edad de la primera parte de la antigua vida. A los mayores de sesenta, de cada quince años vividos se mostraba uno en su cutis, en las mujeres de esta misma franja de edad, de cada quince vividos, tres se evidenciaban en sus cuerpos. A los cinco años, lograron detener del todo el envejecimiento corporal. Después, la ley, junto con lo de la estrella, fue lo que me llevó a mi decisión. Todos nos quedaríamos con el aspecto que teníamos en el año 77563 de nuestra era (yo voté en contra). El problema fue los niños y se decidió frenar el crecimiento con doce años, el aspecto sería de doce pero sus mentes seguirían creciendo al igual que las de todos nosotros.
Esta ley me fastidió un poco, yo me quedaría con mi aspecto actual, cientos de años, con mi barriga, con mis mofletes rosados, con mi barba blanca, miles de años con 72 años, pero bueno, la cosa no estaba nada mal.
También teníamos la opción del sueño eterno, de abrazar la muerte voluntariamente, siempre sin dolor. Todo estaba calculado, todo menos una cosa.
En el 79483, el grupo de científicos de la Surlante descubrió algo que nos preocupó mucho: a nuestra estrella le quedaban 80 años de vida. En realidad ya se había empezado a apagar y a partir del año 79563 podía explotar; los cálculos no eran del todo precisos, pero los científicos dieron este margen de seguridad. A partir de ese momento, la desintegración de nuestro sol podía ser posible y ello evidenciaba la desaparición de nuestro planeta, de la vida en nuestro planeta. La verdad es que después de tanto tiempo sin hablar de la muerte, sin pensar en ella, volver a sentirnos mortales no nos sentó nada bien. Entonces se decidió dar una oportunidad a quien quisiera ir a otro planeta y empezar una nueva vida en él. Se flotarían naves suficientes para lograr este objetivo, a cada planeta iría una sola nave con un máximo de 487 personas. El plan no era invadir, el objetivo era ir a un planeta y pasar lo más desapercibido posible y, a su vez, poder hacer un labor humanitaria, ayudar a que fueran felices. Eso siempre que no fuese un planeta parecido al nuestro; entonces nos podríamos mostrar abiertamente o, si eran clavados a nosotros, simplemente mezclarnos. No era algo obligatorio, pero si elegías viajar, huir, cambiar, tenías que estar diez años preparándote con el grupo que ibas a viajar, mucha noción de navegación ultra-estelar y muchos trabajos manuales, fabricación de cosas de forma manual, por si teníamos que fabricarnos nuestras viviendas y armas para cazar, cómo manejar las herramientas que nos llevaríamos. Hubo gente del grupo que se especializó en robótica.
La mayoría de la gente optó por quedarse en Retilgrog, confiaban ciegamente en que, mientras se apagase o no la estrella que daba vida a nuestro planeta, se encontrase una solución al problema. Yo también tenía fe ciega en nuestros científicos, que tanto bien y felicidad nos habían regalado, pero me atraía mucho la idea de aventurarme, de conocer otros mundos. Decidí salir por piernas. Aventura. En el año 79561 embarqué en una de las primeras naves que partieron al espacio exterior, yo era el único con aspecto mayor que viajaba en la nave, las demás 486 personas que me acompañaban tenían el aspecto de niños de doce años.
Llegamos al nuevo planeta, un lugar totalmente desierto. Nos instalamos momentáneamente en la nave, empezamos a buscar agua y materiales para construir alguna nave para poder viajar por el nuevo entorno, sopesamos la posibilidad de que fuese un planeta habitado por alguna raza adelantada, parecida a la nuestra. Decidimos ir andando, yo y cuatro de mis compañeros, los cretos comunicadores funcionaban a la perfección. Emprendimos la marcha. No tardamos mucho en llegar a una ciudad, estaba llena de gente, muy parecidos a nosotros, sólo nuestra ropa era diferente; decidimos conseguir vestimentas adecuadas. Todo se conseguía con dinero, un peñazo, tuvimos que robar para pasar desapercibidos. Utilizábamos los cretos para ponernos en contacto con la nave. Nos quedamos varios días y la conclusión fue que no podríamos convivir con estos brutos, y el tema de hacer algo para que fuesen más felices sería difícil de conseguir. Volvimos a la nave y fuimos recorriendo el planeta. Conocimos a mucha gente, las diferencias entre ellos eran bestiales, nada tenían que ver de un punto geográfico a otro, las diferencias entre habitantes eran bestiales. Tuvimos que buscar un sitio alejado de cualquier población para instalarnos de manera definitiva y allí elaborar un plan, un buen hacer. ¿Qué hacer para hacer felices a esos depravados?
Nos fuimos al norte, sólo nieve y hielo, sin casas, sin gente, sólo unos cuantos animales (pocos). Vaciamos una montaña y construimos nuestro pueblo, los materiales que utilizamos para la construcción fueron maderas y rocas, montamos nuestros conversores de aire que mantenían todo el pueblo templado a una temperatura constante de 20 grados centígrados. Una vez instalados de forma confortable, empezamos a pensar en qué hacer. Los primeros años los dedicamos a disfrutar del entorno y a conocer a esos seres. Un buen día, Noël vino con la idea: vamos a fabricar juguetes, vamos a fabricar miles, millones de cosas que llevaremos a las casas con el teletransportador general. Un día al año, daremos un juguete a cada niño de este planeta, daremos felicidad. La idea nos pareció genial. Se decidió por mayoría radical que yo fuese el encargado de conducir el carro que transportase el teletransportador general. Ya hace más de doscientos años terrestres que me dedico, cada 25 de diciembre en la madrugada, a guiar un carro hecho de maderas nobles, y tirado por unos robots que con el paso de los años fueron cambiando de forma y número. En este carro, dentro de un gran saco, llevo el aparato teletransportador general lleno de los juguetes que hemos fabricado durante el año. Automáticamente, el aparato va teletransportando los regalos, previamente elegidos, a las casas convenidas a medida que yo voy pasando a gran velocidad con mi carro arrastrado por los renos robóticos, una velocidad que me convierte en invisible al ojo humano. Hohohoho